Mandar en nombre de dios. “Caudillo de España por la gracia de Dios”, se hacía poner por todas partes el maestro de esos que ahora vuelven a mandar. Recuerdo un chiste muy y muy viejo que trata de esta obsesión. Un coleccionista de autógrafos visita sucesivamente a los dictadores del tiempo de la segunda guerra mundial, empezando por los otros, que le firman el respectivo presentándose como enviados de dios, cada uno más verdadero que el anterior – después de ver la dedicatoria que el susodicho anterior había puesto –, hasta que al llegarle el turno al “Caudillo”, éste escribía: “No recuerdo haber enviado a nadie. Firmado: Francisco Franco”. Sólo así se explica que una gente que no se saca de la boca la Constitución, ni que lo hagan más con la letra que con el espíritu – y con la letra sólo si dice aquello que les conviene que diga – sea incapaz de entender que todo eso que pretenden hacer está establecido como contrario a la ley de leyes en su artículo 14, donde se prescribe que no pueda prevalecer ninguna discriminación por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, etc.
Porque el proyecto de la ministra Del Castillo es netamente discriminatorio. La señora esa, obedeciendo al pie de la letra las instrucciones de sus amos y señores, quiere establecer un área curricular que se llamará “Sociedad, Cultura y Religión”, sin otro objetivo que dar valor académico a la enseñanza de la religión en las escuelas, mejor dicho, a la enseñanza de la religión católica, que de eso se trata. La trampa consiste en establecer una asignatura sobre valores cívicos para aquellos alumnos que no deseen ser adoctrinados por ellos, lo cual nos lleva a la paradoja de que, por lo que se ve, a los creyentes no les hace falta ser adoctrinados en valores cívicos, mientras que al resto de la gente sí. Más aun, se da el mismo valor a unos dogmas y doctrinas, que demasiadas veces chirrían – como mínimo eso – situándose frontalmente contra unos cuantos derechos y libertades de un estado de derecho que merezca tal nombre, cuando precisamente uno piensa que es a muchos de esos creyentes a quienes convendría un curso acelerado de valores cívicos democráticos, a ver si de una vez se deciden a dejar de intentar adoctrinarnos a todos juntos en sus “verdades” y dogmas, tanto si nos gusta como si no.
Pero su comportamiento tramposo tampoco se acaba aquí, y recuerda el de aquellos matones de patio de escuela que tenían acoquinados a aquellos que eran más débiles que ellos – creo que aun ocurre – por la ley de la fuerza. Entonces, si uno de esos débiles, en lugar de resignarse a ser el “punching-ball” del abusón, acudía a la autoridad del profesor para que no consintiera el evidente abuso de fuerza, era tachado con toda clase de improperios, de un machismo delirante muchos de ellos, entre los cuales el más característico era el de acusica, delator. La señora esa hace exactamente lo mismo. Parapetada tras la mayoría absoluta de su partido en el Parlamento, en nombre de la cual consuman desde hace tiempo sus abusos de más de una forma, trata de ridiculizar a la oposición de forma infantil cuando ésta solicita el amparo del Tribunal Constitucional, exactamente igual que los prepotentes de patio que antes mencionaba. Si fuera posible, estaría bien que el citado tribunal castigara a los dirigentes del PP, con su presidente a la cabeza, a un curso intensivo de eso que dice la ministra de los valores cívicos, a ver si se les pega algo de ello que buena falta les hace.
Jordi Portell
