Dolores viene de Cuba siguiendo la llamada de su novio, Lázaro. Los dos son cubanos, pero él lleva ya un año en España. No pueden vivir separados y ella lo deja todo para estar de nuevo a su lado. Cuando Dolores llega a Madrid, nadie le va a recoger al aeropuerto. En la dirección que Lázaro le dio, no saben nada de él. Lázaro está preso en la cárcel por rapto con intento de violación. Dolores se entera de ello y el mundo se le cae encima; cuando acude a verle, su llanto y desesperanza no tienen límites.
A Dolores no le queda más alternativa que iniciar una nueva vida en Madrid, cerca de la cárcel donde su amor está privado de libertad y con problemas de adicción a los estupefacientes. Lázaro está enganchado a la droga y obliga a Dolores a que le pase heroína al interior de la cárcel en sus visitas de vis a vis. En un primer momento, Dolores se la juega cumpliendo dicho cometido, pero pronto ella piensa que es arriesgado y que además no ayudaría a Lázaro para salir de su dependencia por la droga, por lo que decide dejar de hacerlo, e incluso de visitarle en el penal. Dolores se tiene que buscar la vida para salir adelante; su humanidad, alegría y esperanza en el futuro le darán fuerzas para superar los avatares del destino.
Dirigida por Fernando Merinero
con:
Claudia Rojas
Roberto Govín
Ramón Merlo
Franziska Ródenas
Azucena de la Fuente
Carmen Merinero
Tinito de la Calma
Sandra Prieto
España 2002
35 mm
color
94 minutos
1:1,85
DTS stéreo
Web: http://www.lanoviadelazaro.com
«La novia de Lázaro» respira…
La sola idea de rodar una película sin un guión cerrado, improvisando los diálogos, con una trama cogida con alfileres y dejando que la acción avance a golpes de vida, en principio puede parecer un disparate o como mínimo un despropósito, pero de serlo, lo es en todo caso muy emocionante.
Si a ello añades el hecho de rodar sin una planificación previa de planos, sin saber adónde vas a llegar ni cómo ni con quién, se puede convertir a los ojos de cualquier ser sensato en una temeridad; en cambio a mí me parecía un riesgo, evidentemente, pero sobre todo un reto, tanto para mí como director como para los actores, y también, ¿por qué no?, para el reducido equipo técnico.
El resultado de todo ello tiene un nombre «La novia de Lázaro», seguramente un paso lógico en el deambular de mi filmografía, llegar a la idea de «película viva», algo que seguramente acariciaba o mejor dicho, buscaba, desde hace tiempo, y donde, paradójicamente, en ese terreno inexplorado, no tienes ninguna sensación de autor y la tienes toda a la vez.
Lógicamente una empresa tan arriesgada, al no ser una película al uso y mucho menos su dinámica de producción, sospecho que ningún productor al uso hubiera acometido tal empresa, por lo que una vez más no me ha quedado más remedio que tirar del carro de la producción, pero sobre todo del de aquel otro más intangible, más abstracto, más humano… el de la ilusión, la inquietud, la implicación colectiva y artística de un grupo de actores que se sumaban al proyecto por afinidad, por ideología, por amor al arte (en el mejor sentido de la palabra)…
Galvanizar esos entusiasmos es mi principal mérito, con el de Claudia Rojas a la cabeza.
Claudia, actriz tremendamente dotada, sorprendente y mágica, se me descubre casualmente como un pozo sin fondo de humanidad, encerrando a la vez bajo su piel, a un animal cinematográfico de primer orden, ¿qué más se necesita para armar una película?
Dejarte arrastrar por su alma y poner la tuya al servicio de una película es lo que provoca que todo lo demás venga rodado.
Quiero evidenciar aquí, claramente, mi gratitud hacia Claudia Rojas por su generosidad y al resto del equipo artístico, desde Roberto Govín, Ramón Merlo, Franzisca Ródenas, Azucena de la Fuente, Tinito… y todos los que componen el reparto, desde el papel más grande hasta el más pequeñito, por toda la ilusión y el talento que han puesto en el empeño, a pesar de los riesgos que han asumido, y no solamente artísticos, a veces también físicos.
«La novia de Lázaro» es una «película viva», y por tanto imperfecta, tan imperfecta como lo es la vida, pero a la vez es imprevisible, también como la vida, y por ello puede ser un preciado regalo para los espectadores con espíritu aventurero; en cambio una losa de desconcierto para aquellos otros que prefieren programar hasta el milímetro cualquier detalle de su existencia, incluso a sabiendas de que siempre puede haber un acontecimiento que provoque que todos los esquemas vitales se trastoquen.
En una «película viva» el director aglutina talentos y voluntades, es inductor psicológico y narrador visual; el actor no sólo da vida a un personaje: es ese personaje, se transfigura en él mientras dura la filmación.
La creatividad compartida entre director y actores provoca que la película esté viva, que tenga corazón y espíritu, que su aspiración sea la permanencia, no el rápido olvido.
Desde hace tiempo me parece una tremenda impostura la planificación o la puesta en plano en función de los decorados, de la fotografía, o de las convenciones de narrativa visual más ortodoxas…
Todo ello es contrario a la filosofía que una película viva requiere de la puesta en plano…
En una película viva el actor es dueño y señor del plano, la cámara evoluciona libremente en función de lo que sienten los actores-personajes.
Tal libertad otorga vida y emoción insospechada a cada plano; al espectador, que descubre la fuerte imbricación entre la mirada del actor-personaje y la de la cámara; y al director, que ve cómo la película crece en función de lo que nace en cada momento, y no le queda más remedio que aceptar el vértigo de estar al borde del precipicio.
«La novia de Lázaro» no se ha escrito con una pluma ni un ordenador, sino con la cámara y la moviola.
En una «película viva» estos son los dos grandes momentos de creación: el rodaje y el montaje.
La idea original, el somero argumento y la creación de los personajes son los cimientos de barro sobre los que se arma una «película viva», son el pretexto para involucrar a los actores que se han de convertir en personajes, por ello el casting es pieza fundamental, junto a la creatividad del rodaje y del montaje.
En el caso de «La novia de Lázaro», la curiosidad por la historia que me vino a la cabeza se convirtió en fascinación cuando descubrí a Claudia Rojas como Dolores y en auténtica obsesión cuando sentía íntimamente que la vida salpicaba la película y ésta a la vida.
Entonces, embarcado en una obsesión fascinante de vida o fascinado obsesivamente por una película, sólo puedes seguir adelante, darte un baño de libertad y tratar de ser artista, sin poner reglas al juego ni mordazas a la vida, pues un guión cerrado ahoga la vida, que ha de ser libre.
«La novia de Lázaro» es democracia en estado puro. Contra la dictadura del director, se impone una creatividad compartida, donde paradójicamente el director sale fortalecido pues es más director que nunca.
El director democrático lo es más que el director dictador, curiosamente la autoridad moral que te da el refrendo en esas urnas simbólicas donde tus colaboradores te refrendan es más fuerte que la suma de todos los contratos de trabajo, de coproducción, derechos de antena o subvenciones que pongas sobre la mesa.
¿Cómo soportar un rodaje que sabes cuándo empieza pero ni idea de cuándo acabará…?
¿Cómo soportar una producción cuya historia no sólo no está escrita, sino que además no es manipulada únicamente por una persona, sino por unas cuantas en combinación con el inexorable flujo de la vida?
¿Cómo soportar la inexistencia de un plan de trabajo, y que el rodaje se justifique en función de la evolución humana de los actores transfigurados en personajes?
¿Cómo soportar a un director, que para más inri eres tú mismo, que sólo quiere rodar cuando se siente partícipe de la energía universal?
¿Cómo soportar a actores (transfigurados en personajes) que dicen aportar sus visiones cósmicas a la evolución de su personaje?
¿Cómo afrontar con naturalidad el hecho de que semejantes planteamientos podrían ser absolutamente revolucionarios si sucedieran, por poner un ejemplo, en Finlandia?
En fin, concédanme el atributo de plantear preguntas para las que no conozco respuesta… ¡Gracias!
Fernando Merinero
Delante de la cámara
CLAUDIA ROJAS Dolores
ROBERTO GOVÍN Lázaro
RAMÓN MERLO Paco
FRANZISKA RÓDENAS Paloma
AZUCENA DE LA FUENTE Blanca
CARMEN MERINERO Carmen
TINITO DE LA CALMA Tinito
SANDRA PRIETO Mujer chalé piscina
VANESSA LOZANO chica raptada
Detrás de la cámara
FERNANDO MERINERO guión y dirección
JULIA BONANNI montaje
FERNANDO MERINERO,MARIANA ERIJIMOVICH Y EDUARDO ABASOLO fotografía y cámara
FELMON AGGUJARO Jefe de producción
HELPI Vestuario
CRISTINA MARTÍNEZ montaje de sonido
ALBERTO HERENA mezclas de sonido
KAROL LÓPEZ RODRIGO maquillaje
DIRECTOR Y ACTORES diálogos
JEZHABEL, TINITO DE LA CALMA, JAVIER BATANERO y LOU GARX Canciones
FERNANDO MERINERO productor ejecutivo
LUIS ANGEL BELLABA productor asociado
XAVIER SALA Asistente de dirección
SANTIAGO FERNÁNDEZ Ayudante de producción
RAMÓN RODRÍGUEZ Ayudante producción
ADRIANA COCK MONCADA auxiliar producción
GRISELDA LLADA diseño página web y cartel
JOSÉ RAMÓN LORENZO trailer
KINESCOPADO Molinare
LABORATORIO Madrid Film
ESTUDIO DE MONTAJE El mecanismo encantado
DISEÑO TITULOS Kinova
DISEÑO WEB Y CARTEL Griselda Llada
ESTUDIOS SONIDO Sonomedia y Exa
CÁMARA Video cam sony 9000
Canciones:
«Dark dreams» «Emerald trees» «Idlyam» «Silence» «Killer mind» y «Robin» compuestas e interpretadas por Jezhabel
«Carcelero» «La Havana» y «Fiesta de la Paloma» compuestas e interpretadas por Tinito de la Calma
«Cuanto más» y «Aldea nueva» compuestas e interpretadas por Javier Batanero
«La canción del olvido» compuesta e interpretada por Lou Garx
La película ha sido rodada en Madrid capital, Villaviciosa de Odón, Pozuelo de Alarcón y Guadalajara