Hace unos cuantos meses, alguien escribía en estas mismas páginas, refiriéndose precisamente a eso mismo del pacto constitucional y, más concretamente, al referéndum que aprobó la actual Carta Magna, que: “Entonces declaro ahora y aquí que me engañaron, y que retiro mi voto favorable, ya que al emitirlo hubo un verdadero vicio de consentimiento. ¿Y si lo hiciésemos todos aquellos a quienes nos ocurre lo mismo? Muy Honorable, ¿usted que tiene que decir a eso?”. Porque sí señor, mucha gente – yo mismo entre otros – somos de aquellos a los cuales les parecieron pasadas de alarmismo aquellas palabras de Jordi Carbonell en la Diada de 1976 en Sant Boi de Llobregat, cuando advertía que la prudencia – la de aquellos que, por prudencia estratégica, creíamos que era necesario pactar como fuera y que más adelante, en el nuevo clima constitucional, ya se iría arreglando y perfilando todo – podía hacernos traidores a Catalunya. De hecho, sigo pensando que el aquel momento, con el ejército franquista intacto y condicionando la mayoría de pasos que se iban dando, no se podía hacer gran cosa más, pero las he recordado muchas veces aquellas frases, de manera especial estos últimos tiempos, desde que gobierna el PP y, más aun, desde que lo hace con mayoría absoluta.
Ahora el Muy Honorable ya ha dicho algo. Qué lástima que ahora, después de tantas vicisitudes, no acabe de ser la persona adecuada para hacer esta clase de formulaciones, enganchado como ha estado estos últimos años al carro de los “peperos”, por motivos que no tienen nada que ver con Catalunya y los catalanes, sino exclusivamente con sus conveniencias de mantenimiento del poder. Tampoco parece que haya hecho gran cosa por Catalunya, los catalanes, sus derechos nacionales y aquel viejo espíritu del pacto constitucional, esa política de mercadear con sus votos que siempre nos ha presentado como el summum de aquello que era bueno para el país. Soy de los que creen que esta mercantilización del hecho nacional catalán no ha ayudado en absoluto a la comprensión de nuestro papel y nuestro lugar en este estado plurinacional. No se trata de que sea culpable de esta carencia, más que histórica, pero que no ha ayudado en absoluto a desvanecerla. Pienso que, emperrado en sus rifirrafes con los socialistas de aquí, contra los cuales tiene el agravio real o imaginario de la famosa querella – detrás de la cual había dos personajes del mundo judicial que de hecho no eran afines a los socialistas sino a otro partido, contra el cual nunca se le ha visto la obsesión que ha tenido y tiene contra estos –, se ha olvidado durante muchos años de “hacer país” de verdad. Pienso igualmente que eso, ahora mismo, le tiene bastante descalificado para hacer esta clase de sermones.
Pero tanto si él, y los suyos claro, quedan poco o mucho sin papel en esta partida después de tanto doble juego, cuando demasiadas veces nos han recordado aquel retruécano del principio de todo, cuando se decía con frecuencia que había quien detrás de la bandera en realidad escondía la cartera, no por eso deja de tener razón en lo que decía. Qué lástima que en el panorama político catalán tampoco haya ninguna alternativa con suficiente entidad, prestigio y calidad, más allá de la deseable alternancia, de la cual ya hace mucho tiempo que va siendo hora. Pero quizás sería un buen momento para empezar a forjar alguna otra clase de cosa desde una perspectiva nacional, no sólo nacionalista, buscando las coincidencias de aquellos que creen que Catalunya es bastante más que el concepto que tienen de la misma el Muy Honorable y su partido, pero que tampoco se trata de los votos por el poder en sí mismo, sino de la construcción nacional.
Jordi Portell