Tan descomunal
despropósito no nace por generación espontánea o es obra de un
irresponsable indocumentado, que también lo es, sino obedece a una
calculada estrategia del nacionalismo vasco en su afán de confundir y
apropiarse de la historia de Navarra, una vez más, para esgrimir unas
raíces históricas de las que carece, tratando de justificar su pretendida
existencia mediante la manipulación y falsificación de la historia al
servicio de sus intereses de partido.
El lehendakari Ibarreche, en su anticonstitucional propuesta de creación de
un estado libre asociado, rechazada hasta por la Conferencia Episcopal,
llega a afirmar sin pudor alguno que «el ámbito geográfico en el que se ha
asentado el Pueblo Vasco a lo largo de su historia, ha sido conocido con
diferentes denominaciones, Vasconia, Reino de Navarra, Euskalherria, País
Vasco-Navarro, Euskadi o País Vasco». Para el lehendakari de la Comunidad
Autónoma Vasca, Euskadi, el nacionalismo vasco y el Reino de Navarra, con
más de mil años de historia y madre de diversos reinos forjadores de la
unidad de España, como Castilla y Aragón, entre otros, son todo una misma cosa.
La realidad histórica es sin embargo bien diferente. Sancho III el Mayor
accede al trono del Reino de Pamplona -que pasaría a denominarse Reino de
Navarra un siglo más tarde bajo el reinado de Sancho VI el Sabio- en el año
1004 tras la muerte de su padre García Sánchez II, conocido por El Trémulo.
Tenía a la sazón unos doce o catorce años de edad y su abuelo Sancho Abarca
cedió a Almanzor a una de sus hijas para que las incursiones de este
fanático caudillo musulmán, el mayor azote que hasta entonces habían
conocido los reinos cristianos de la Península, respetase su territorio.
Almanzor contrajo matrimonio con esta princesa navarra, hija de Sancho
Abarca, y fruto de esta unión nació Abd al-Rahman, al que en recuerdo de su
abuelo se le denominó «Sanchuelo».
La figura histórica de Sancho III el Mayor, así como su obra trascendental
en la historia de España, es poco conocida para la inmensa mayoría de los
navarros y de los españoles en general. Bien merece una breve semblanza el
primer rey cristiano que frente al Califato de Córdoba aglutinó en torno a
su persona a todos los reinos y condados existentes hasta convertirse en el
rey cristiano más poderoso de la Península y centro político de la España
medieval. Sus dominios y áreas de influencia de su reino llegaron a
comprender a Navarra, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, Castilla, Álava,
Vizcaya, León y Astorga. Los Condados de Barcelona y de Gascuña le
rindieron vasallaje, el primero para defenderse de los reyes moros de
Tortosa y Zaragoza y el segundo por relaciones de parentesco – el Conde de
Gascuña Sancho Guillermo era primo del monarca navarro-, con el que además
le unía una gran amistad y una plena identificación con las profundas
innovaciones que se estaban llevando a cabo en el vecino país. El rey
navarro logró que su soberanía fuese reconocida al otro lado del Pirineo.
Sin embargo, en ningún documento anterior a 1032, fecha de la muerte de
Sancho Guillermo, se tituló el rey pamplonés Conde de Gascuña a pesar de su
inclinación a la acumulación de títulos. De esta forma, la extensión de su
reinado y su área de influencia llegó a comprender aproximadamente un
tercio de la totalidad de la Península Ibérica, desde el Mediterráneo hasta
las proximidades del Atlántico.
Falleció en el año 1035 en viaje de regreso a Pamplona desde León a cuyo
reino se trasladó en los años 1033/1034. Tras tomar posesión del mismo usó
el título de Emperador, acuñando moneda en Nájera con el título de
Imperator. Se ignora el lugar y las circunstancias de su muerte aun cuando
se afirma por los historiadores que fue natural, creyéndose que el
fallecimiento se produjo en la región de La Bureba, territorio burgalés
bajo la soberanía del reino de Pamplona, y de aquí su enterramiento en el
Monasterio de San Salvador de Oña, donde reposan sus restos junto a los de
su esposa y Reina, Doña Munia, también llamada Doña Mayor, hija del conde
de Castilla.
A su fallecimiento dividió el reino entre sus hijos: al primogénito García
le dejó Navarra; a Fernando, Castilla con el título de Rey; a Ramiro, su
hijo bastardo, Aragón con el título de Rey; y a Gonzalo, igualmente con
título de Rey, Sobrarbe y Ribagorza. Nunca pudo imaginar el monarca navarro
que los dos reinos que creaba, Castilla y Aragón, iban con el paso de los
siglos a reducir el suyo a los límites actuales. Es muy posible que de no
haberse producido la división de su reino entre sus hijos la Historia de
España habría sido diferente.
Sancho III el Mayor se adelantó en quinientos años a la concepción de la
unidad hispánica de los Reyes Católicos. En el acta de traslación del
cuerpo de San Millán fechada el 14 de mayo de 1030 – según recuerda el
historiador Vaca de Osma- se dice: «reinando en Nájera, en Castilla y en
León el rey de las Españas». Fue gran protector del Monasterio de Leyre
-donde deberían reposar sus restos junto a otros reyes navarros- y
restaurador de la Catedral de Pamplona, en cuyo Decreto de restauración se
refiere a «nuestra patria España». Bajo su reinado los monjes de San
Salvador de Leyre fueron quienes fundaron otro monasterio en las cercanías
de Hernani para evangelizar las tierras guipuzcoanas, poniendo el nuevo
monasterio bajo la advocación de San Sebastián, dando nombre con ello a la
actual capital de Guipúzcoa.
Cuatro siglos después de su muerte, hacia 1454, Don Carlos, Príncipe de
Viana -cuyo título ostenta en la actualidad el Príncipe de Asturias como
heredero de la Corona de España- descendiente a su vez de Sancho III el
Mayor, rememora su figura histórica y la grandeza de su obra hispánica en
su Crónica del Príncipe de Viana. Nos cuenta, entre otros muchos pasajes
históricos, como , «el quoal rey don Sancho el Mayor e emperador de Espanna
en su elevatión juró los fueros e amejoró e hordenó», «e fizo el camino de
Santiago, el quoal por miedo de los alarabes, passaba por Alaba e por
Asturias, e fízole passar por Nágera, por Birbisca e por Mayonan; e
tornando al rey Don Sancho, no solamente seynoreó Navarra, Castilla e
Aragón, más sennoreó el ducado de Cantabria, e todas las tierras de su
agüelo el rey don Sancho Abarqua; e por proheza et virtud Gascunna se
sozmetió a su imperio, e sojuzgó al conde de Sobrarbe e fue su vasallo
reconociéndole por sennor, e por la inmensidat de tierras que posseya e
senoriaba, fízose intitular emperador».
Navarra y España se encuentran en deuda con la figura histórica de Sancho
III el Mayor, de cuyo tronco descienden todos los reyes españoles. El
próximo milenario de su entronización como Rey de Pamplona, en el año 2004,
debe ser ocasión para rendirle el homenaje que su dimensión histórica
merece. Tengo razones fundadas para creer que llegado el momento de
conmemorar este acontecimiento histórico, tanto el Ayuntamiento de Pamplona
como el Gobierno Foral de Navarra honrarán su memoria al más alto nivel y
de la forma más solemne e institucional.
JUAN MIGUEL ARRIETA
Ex Alcalde de Pamplona