Me ha pasado en la sede central en la ciudad de Barcelona de MUFACE (la mutua de funcionarios civiles del Estado) que depende directamente del Ministerio de Administraciones Públicas.
Fui a buscar los nuevos impresos de partes de baja. Me entregaron el talonario y me marché. Habiéndome dirigido al empleado en español, di por sentado que me lo entregaría en esta lengua.
Al llegar a casa vi que me lo había dado en catalán. Volví al día siguiente a cambiarlo. Me atendió una persona diferente a la del día anterior. Cuando me lo entregó lo miré y vi que también estaba en catalán. Le dije que si por favor m lo podía dar en español, y la transcripción de la conversación fue la siguiente:
– ¿Es que no sabe catalán? –me dijo el empleado.
– ¿Lo tiene en español? – le pregunté.
– Sí, pero tiene que aprender el catalán.
– ¿Tengo derecho a tenerlo en español?
– Sí, por supuesto, pero hay que aprender catalán.
– ¿Tengo o no derecho a tenerlo en español?
– Sí, pero yo soy andaluz y lo he aprendido, por eso Vd. también lo tiene que aprender.
La conversación siguió así en tres o cuatro intervenciones de cada uno de nosotros.
Finalmente, cuando me dio el talonario en español y le devolví el que estaba en catalán, me despedí de él diciéndole: “Adiós. Y que conste que soy profesora de catalán”. (Soy maestra, y para poder ejercer en esta región es condición indispensable tener el título de profesor de esta materia, puesto que es la lengua en la que obligatoriamente se tienen que impartir todas las asignaturas).
Luisa Martín
Barcelona