Si dejamos de lado tantos ruidos molestos , nos encontraríamos con grandes espacios de silencio, con miles de palabras no dichas y sin embargo lograríamos comunicarnos igual. Lentamente los otros sentidos irían suplantando el habla: nuestros ojos notarían que Javier está mintiendo por el movimiento casi imperceptible de su labio superior, que Adriana tiene miedo por la forma en que abre y cierra las ventanas de su nariz, leeríamos TE AMO en el brillo profundo de los ojos de Julia. Sabríamos por el sonido de la respiración de quién duerme a nuestro lado si su sueño es placentero o no. Iríamos acostumbrando a nuestras manos a que toquen con mil matices diferentes, que comunicaran mil sensaciones distintas. Podríamos mirarnos largo rato, en silencio con quién queremos, sin aburrirnos ni sentirnos incómodos. Sabremos cuánto bien nos hace el canto de un pájaro y cuánta neurosis nos provoca el escape libre de motos, autos y colectivos, hasta tendremos conciencia de nuestro peso y de nuestro paso por esta tierra, escuchando el crujir de ramas en un parque o el simple ruido de nuestros zapatos.
El mundo sería distinto, estaríamos más pendientes de miradas,sonrisas, ademanes, gestos,posturas y nos engañarían y engañaríamos menos. Pero en nuestra naturaleza deberíamos cuidarnos de los buenos actores. Es casi seguro que alguno de ellos intentará ser presidente. Hay cosas que no cambian…
Haga la prueba de ver televisión sin sonido, se va a dar cuenta qué poca cosa es, que en realidad no se pierde nada y lo que se pierde de información lo gana en conocimiento de su persona y de los demás.
Si viviéramos sin ruido aprenderíamos el lenguaje del silencio, y no pretendo que cada uno sea un gurú, sino que simplemente le resulte más fácil ser usted mismo. No crea con todo esto que estoy en contra de las palabras, porque ya sabemos lo valiosas que son y lo peligrosas que pueden resultar, entonces tenemos que respetarlas para poder hacer un buen uso de ellas; inmagine un ladrillo arrojado a un estanque en medio de la noche: nos sobresalta, eso mismo debiera pasarnos con una palabra, que sea lo suficientemente importante como para que no nos resulte indiferente.
No es lo mismo decir -TE AMO – argumentando con cientos de palabras durante media hora que estar esa misma media hora en silencio y luego sólo decir dos palabras, incluso puede darse el caso que después de estar media hora ensimismado con nuestros sentimientos nos demos cuenta que en realidad no la amamos nada.
Y así cuántas cosas no haríamos, ya que no prometimos nada, cuántas cosas no diríamos, porque no las sentimos, cuántas otras cosas valoraríamos porque tienen que ver con nosotros y no con lo que los otros creen que deberíamos valorar. Esto puede parecer antisocial pero es bueno dedicarse un poco de atención y jugar con esos fantasmas, recuerdos, sentimientos que son sólo nuestros , aún a costa de parecer antipático.
Más vale un hasta luego que un hasta nunca. Y hablando de irse yo ya me fuí. Buenas Tardes.
La frase de hoy:
«Hay diez centímetros de silencio entre tus manos y mis manos
una frontera de palabras no dichas, entre tus labios y mis labios.»
M. Benedetti, poeta uruguayo.
PEDRO MIRIGLIANO