Esta necesidad de ser escuchado me parece que tiene que ver con que la gente NO se siente representada por los que deberían hablar por ella, reclamar por ella, por los que deberían solucionar sus problemas sociales; entonces sus frustraciones, su sentimiento de desamparo, sus problemas diarios, sus luchas contra impuestos excesivos, falta de trabajo, bajos sueldos, atrasos en las fechas de pago, todos problemas ajenos a su voluntad y a sus posibilidades de solución le van causando un sentimiento de indiferencia, de fastidio, por los problemas del otro, reacción inconsciente de preservación, que impide una cuota extra de angustia, francamente insoportable. Entonces a esa minoría de insensibles y egoístas de siempre, esos a los nunca les importó el dolor ajeno pero que envidian la poca felicidad de esos otros, a esos cantarles cuatro frescas y mantenerlos alejados, haciéndoles sentir el vacío de la marginación.
Pero la mayoría es la que debe preocuparnos, debemos romper esa coraza pero sin pretender agradecimiento alguno, la recompensa será la satisfacción íntima – y silenciosa – de haber ayudado al prójimo.
Ya se que es difícil poner una sonrisa en la cara cuando el vendedor de zapatos nos mira impaciente y fastidiado mientras le explicamos para qué uso debe servir el calzado y pretendemos que nos oriente al elegir. Es muy difícil hacer un silencio para llamar su atención y después decirle; ¿empezamos de nuevo?
La primera reacción es protesta, media vuelta y palabrota, pero cuando ese vendedor sale de su trabajo y viene a nuestra oficina, a nuestro comercio, a NUESTRO territorio ¿no actuamos igual que él? Entonces paremos la pelota.
Recordemos que el vecino es un semejante (que se asemeja, parecido) al que tenemos que ayudar a pensar en los demás, en tantos otros semejantes que padecen los mismos problemas de incomunicación, y dejar de ser como islas que el mar inunda cuando quiere, y unirnos para formar un continente, conteniéndonos mutuamente (caprichosamente recuerdo ahora un slogan: «el pueblo unido…)
Y si sabemos que la incomunicación conlleva el germen de la indiferencia y ésta el desconocimiento del problema y aún al causante del problema, debemos saber que el aislamiento sólo produce soledad y ninguna solución, entonces hagamos el esfuerzo de entender a los que nos rodean y nos daremos cuenta de cuánta coincidencia hay entre sus problemas y los nuestros y que casualmente necesitamos los mismos remedios. Si escuchamos con atención entenderemos lo que nos quieren decir y si entendemos no todo está perdido ¿Me escuchó?
«Desde el fondo de una alcantarilla también se obtiene una visión del mundo«
Pedro Mirigliano