Pero el Gull no es un barco corriente y Chris no se da cuenta de que su presencia es una amenaza para ese mundo herméticamente cerrado, con códigos morales propios y con secretos que la tripulación, y Brookes en particular, protegerán a toda costa.
En el segundo día de travesía es descubierto por Rhombus (Samuli Edelmann), quien le arrastra hasta el Capitán. Chris está en una difícil situación pero Brookes, movido por su juventud e ingenuidad, decide permitirle “pagar” su pasaje en el barco a cambio de trabajar en la cocina con Bautista (Luis Tosar). Chris se convierte en el blanco de una resentida y amenazadora tripulación y sólo sobrevive gracias a la protección de Brookes, que encuentra desconcertante e incómoda.
Los acontecimientos se disparan cuando uno a uno van desapareciendo varios miembros de la tripulación.
A miles de kilómetros de la costa europea, lo único que Chris puede hacer para defenderse es encontrar al misterioso asesino que está diezmando a la tripulación antes de que los marineros se tomen la justicia por su mano y acaben con él.
Pero, ¿qué hay abajo en la bodega?
EL GUIONISTA, PAUL LAVERTY, DESCRIBE CÓMO EMPEZÓ TODO
Hace doce años leí un escueto artículo en un periódico sobre un capitán griego que había encontrado a 6 o 7 polizones en su barco y los había tirado por la borda. Este hecho me conmocionó, ¿cómo podía ocurrir algo así?. Comencé a investigar y me encontré con más incidentes como éste. Me horrorizó descubrir que la razón era económica: si un capitán llega con polizones a bordo a un puerto europeo las multas son altísimas. Además se enfrentan a posibles pérdidas del permiso de navegación, inmovilizaciones de sus barcos, gran cantidad de papeleo…En realidad es mucho más fácil tirar polizones al agua que hacer frente a todas estas complicaciones.
Posteriormente descubrí que los propietarios de los barcos multaban a su propia tripulación si no se deshacían de los polizones. Tripulación ésta que, a menudo, estaba formada por trabajadores del Tercer Mundo.
Es horrible pensar que en un marco así, en alta mar y sin testigos, tengan lugar estos asesinatos. De alguna manera hemos creado una fortaleza llamada “Europa” y estos hechos son una metáfora de la explotación masiva del Tercer Mundo por parte del Primero.
Este fue el germen de la idea. Escribí el primer borrador en 30 días y, aunque era un poco disparatado y mucho más surrealista que la versión final, el alma atormentada del Capitán Brookes ya aparecía en el corazón de la primera versión, y se ha mantenido en la historia desde entonces.
El proyecto tardó mucho tiempo en entrar en fase de producción y la clave fue encontrar al director, Clive Gordon. Vi dos de sus maravillosos documentales, dos de los mejores que jamás haya visto, “The Betrayed” y “The Unforgiven”, y percibí en ellos una sensibilidad, inteligencia y coraje para contar historias difíciles que me encantó.
Conocí a Clive, quien me causó buena impresión inmediatamente, y pensé que con él podría trabajar muy bien. Clive y yo colaboramos en la reescritura del guión y modificamos unas cuantas cosas. Aún así nos dimos cuenta de que existía una clara dificultad; la ambientación en un barco iba a complicar bastante el rodaje. Pero tuve la fortuna de encontrarme con Juan Gordon-¡un productor español con nombre escocés!- a quien conocí hace años en Los Ángeles, y Andrea Calderwood, una vieja amiga de Glasgow que había montado su propia productora en Londres. Entre los dos pusieron en marcha su propia magia para conseguir la financiación y que la película se hiciera realidad.
Antes de que comenzara la producción los productores sabían que encontrar el barco, donde se rodaría la mayor parte de la película, iba a ser el mayor reto. Juan Gordon explica el problema: “Necesitábamos un barco que estuviera completamente oxidado y desvencijado, lo que probablemente significaba que no tendría permiso para navegar. Sin embargo, tendríamos que rodar en mar abierto y para ello, el barco que encontráramos, tendría que ser capaz de moverse. Una contradicción que ha dado muchos quebraderos de cabeza al equipo de producción”.
“Encontramos el barco que al final utilizamos en el puerto de Barcelona, donde estaba abandonado desde hacía tres años. No tenía ningún seguro y no podía salir al mar ni tan siquiera arrastrado por remolcadores. Fue una pesadilla administrativa y logística hasta tener todos los permisos. Supuso un trabajo muy duro para Pasqual Otal y Claire Hunt, los directores de producción, y su equipo”.
“El barco no tenía motor (por eso tenía que ser remolcado) ni tripulación, así que contratamos a nuestro propio capitán, Vicens Tomas, quien trajo al barco una tripulación de cinco marineros. La tripulación real ha servido de inspiración a los actores y ha habido una gran camaradería entre ellos.”
Para Paul Laverty el barco es otro protagonista; como los personajes de la historia, está luchando por su vida. “Se está cayendo a trozos, a punto de hundirse y completamente cubierto de óxido – ¡de hecho es casi como la grave voz de Peter Mullan! Al igual que los personajes de la historia está luchando por sobrevivir. Así que me encantó poder ver finalmente el barco real, ¡creía que solo estaba en mi imaginación!.
Para los actores, el rodar en alta mar en un barco de verdad en vez de en plató les ayudó a dar vida a sus personajes. Peter Mullan rápidamente puntualiza que aunque no se llegó a sentir totalmente como un auténtico marinero el hecho de estar en un barco en alta mar sí que “cambia la dinámica de la escena, cambia tu lenguaje corporal y cambia tu relación con el mar. Si estuviéramos metidos en un plató, sin poder oler el aire del mar, oír los motores o sentir el frío, todas las interpretaciones habrían sido completamente distintas”.