En un mundo donde el 75% de estos reclusos juveniles vuelven a prisión o encuentran un final violento en las calles, Porter y Moore se enfrentan a barreras aparentemente insuperables. Nadie quiere competir contra criminales convictos, pero con una constancia sin límites y un golpe de inspiración, Porter y su equipo luchan por la redención y por una segunda oportunidad.
Basada en una historia real, La vida en juego envía el mensaje de que un hombre puede marcar la diferencia y que los chicos más incorregibles de nuestra sociedad pueden cambiar el curso de sus vidas con trabajo duro, responsabilidad y un liderazgo audaz.
Columbia Pictures presenta en asociación con Relativity Media, La vida en juego, una producción cinematográfica original protagonizada por Dwayne “La Roca” Johnson, Xzibit, Kevin Dunn y Leon Rippy. La película está dirigida por Phil Joanou y escrita por Jeff Maguire basada en el documental, La vida en juego. Neal H. Moritz y Lee Stanley son los productores. Michael Rachmil, Shane Stanley, Ryan Kavanaugh y Lynwood Spinks son los productores ejecutivos. El director de fotografía es Jeff Cutter. El diseñador de producción es Floyd Albee. El montador es Joel Negron. La coproductora es Amanda Cohen. La diseñadora de vestuario es Sanja Milkovic Hays. La música es de Trevor Rabin.
La película comienza con una idea que surge de la frustración. Perplejo y consternado por la alarmante tasa de reincidencia (el 75 por ciento) de los jóvenes con problemas de los que se encarga en Camp Kilpatrick, el oficial de la condicional Sean Porter (Dwayne “La Roca” Johnson) y su colega Malcolm Moore (Xzibit), buscan desesperadamente la forma de alejar a estos jóvenes de las circunstancias terribles que les llevaron a los barracones juveniles de máxima seguridad.
La mayoría han sido condenados por crímenes en su comunidad en Los ángeles o en sus alrededores, y ahora están obligados a vivir juntos en una atmósfera de desconfianza mutua y odio total. Las treguas forzadas entre grupos raciales a menudo estallan en violencia. El sistema judicial ve Camp Kilpatrick como la última oportunidad de estos jóvenes antes de ser encarcelados en la California Youth Authority, donde experimentarán los horrores de la vida adulta en prisión. Estas tutelas del condado para cuidar de ellos mismos y de sus vidas ha sido una tarea ingrata incluso para los orientadores más dedicados como Porter y Moore. Demasiados jóvenes a su cargo han vuelto al mundo sólo para terminar en prisión o, demasiado a menudo, encontrar una muerte violenta antes de llegar a ser adultos.
Cuando era adolescente, Porter superó sus propios problemas personales y se convirtió en jugador de fútbol de instituto de primer nivel. Se pregunta si las lecciones que aprendió de la disciplina y el espíritu de equipo se podrían aplicar a estos jóvenes para ayudarlos a superar la desesperanza que sienten. él y Moore improvisan juntos un equipo, los Camp Kilpatrick Mustangs, de entre los residentes del complejo, algunos de los cuales están ansiosos por jugar y otros no.
El plan de Porter se encuentra con el escepticismo inmediato del director del campo, Paul Higa (Leon Rippy) y su asistente, Dexter (Kevin Dunn), además de los entrenadores de fútbol de los institutos de los alrededores que se oponen a acoger a delincuentes convictos en sus terrenos de juego.
Los posibles miembros del equipo comparten una educación penosamente parecida, marcada por el abuso, la pobreza crónica y las guerras entre bandas. Willie (Jade Yorker), afro-americano, perdió recientemente a un miembro de su familia por la violencia entre bandas. Kenny (Trever O’Brien), caucásico, proviene de un hogar roto. Junior (Setu Taase), un joven samoano de 17 años, ya es padre de un niño de dos años.
Inmediatamente, Porter y Moore se esfuerzan por ganar la confianza de los miembros del equipo. Poco a poco, gracias a su dedicación sin límites, los jóvenes empiezan a superar sus insignificantes diferencias y a comprometerse con la práctica habitual del fútbol, a pesar de miles de factores, como el hecho de que el terreno de juego del campo sea poco más que un pastizal plagado de rocas, que no hay dinero para la equipación, y que los entrenamientos a menudo entran en conflicto con las clases de la escuela, lo que provoca la animadversión de los otros internos que no son parte del equipo, y genera peleas violentas que llevan a los jugadores al confinamiento en solitario durante días.
Sin embargo, algunos de los miembros del equipo empiezan a demostrar habilidades especiales. Willie tiene un don para correr en el fútbol. Calvin (David Thomas) tiene la habilidad de placar a cualquier corredor —especialmente a Willie, ya que vienen de bandas en guerra de South Central LA. Madlock (James Earl III) es un lineman nato, y Kenny tiene buenas manos de receptor. Otros como Bug (Brandon Mychal Smith) y Evans (Jamal Mixon) prestarán su apoyo como gerentes del equipo.
A medida que los entrenamientos del equipo progresan en el campo provisional caluroso y polvoriento, se producen numerosos contratiempos. Junior se lesiona y la pérdida de su liderazgo se nota profundamente. Willie y Calvin siguen peleándose y acaban en la celda de aislamiento. Incluso el entrenador Porter tiene una pérdida seria ya que la salud de su madre sufre una recaída irreversible.
Sin embargo, Porter y Moore finalmente se abren camino y se las arreglan para convencer a un entrenador de instituto tras otro para que jueguen contra ellos. Cuando los Camp Kilpatrick Mustangs se demuestran a si mismos que son unos adversarios a tener en cuenta, consiguen las confianza suficiente para que les permitan viajar más allá de las puertas cerradas de su prisión de las montañas de Santa Mónica. En una temporada que pone a prueba sus mentes y sus cuerpos, los jugadores aprenden a respetarse a si mismos y a los demás. A partir de ahí se dan cuenta de que sus vidas no son incorregibles ni desesperadas, de que si pueden alcanzar la final del campeonato regional, puede ser sólo el primero de los muchos logros con los que pueden atreverse a soñar.
SOBRE LA PRODUCCIóN
El cineasta Lee Stanley ya había estado involucrado en las vidas de delincuentes juveniles violentos durante varios años antes de pensar en hacer una película sobre el programa de fútbol de Camp Kilpatrick. Uno de sus primeros documentales, Desperate Passage, ganó varios premios por su historia sobre las expediciones de 10 días que hizo Stanley con jóvenes presos en su barco de pesca para enseñar a los chicos el trabajo en equipo y la confianza en si mismos.
“He dedicado voluntariamente mi tiempo a chicos encarcelados durante 15 años", dice Stanley. "Cuando empecé, uno de los tutores de la condicional me advirtió que si conseguía cambiar a un chico, sería afortunado” Y estuve de acuerdo en que si conseguía cambiar aunque fuera la vida de un solo chico, todo merecería la pena”.
Stanley dirigió y produjo el documental ganador de un premio Emmy de 1993, “La vida en juego” con su mujer, Linda Stanley. Su hijo Shane, ganador de un premio Emmy, que ha trabajado a menudo con su padre, fue el coproductor del documental y el director de la segunda unidad. La película cuenta la temporada del equipo 1990 Cinderella, el primer campo con un equipo de fútbol de 11 jugadores con nivel de instituto. Ese año, los entrenadores Sean Porter y Malcolm Moore condujeron a su equipo (formado por duros delincuentes juveniles) en una fantástica temporada, en la que se recuperaron de sus derrotas iniciales y llegaron a la final del campeonato regional contra Montclair Prep High School. Aunque Montclair Prep había perdido sólo tres partidos en los últimos cuatro años, los Camp Kilpatrick Mustangs resistieron en una dura lucha y perdieron sólo por 13-7 contra Montclair —un partido que muchos dicen que los Mustangs podrían haber ganado si no hubiera sido por una serie de desafortunados penaltis y errores al final del último cuarto. Sin embargo, aguantando todo el partido, los Mustangs se probaron a si mismos que eran unos ganadores.
“’La vida en juego’ fue un poderoso ejemplo de que si puedes dedicar tiempo y cuidados a un niño, la vida de ese niño cambiará", dice Lee Stanley.
Cuando el productor Neal H. Moritz (A Todo Gas, Triple XXX, Sweet Home Alabama) vio el documental, inmediatamente se quedó conmovido e intrigado. “Un día estaba viendo la televisión y me encontré este documental que cogía a jóvenes con problemas y los convertía en un equipo de fútbol”, relata Moritz. “Lo vi entero y lloré. Me dije a mi mismo: ‘Tengo que hacer una película con esto’”.
El primer paso era encontrar una narrativa de ficción convincente, entretejiendo las situaciones que hacían al documental tan persuasivo. Moritz acudió al ocupado guionista Jeff Maguire, que obtuvo recientemente una nominación al Oscar por su guión para En la Línea de Fuego, protagonizada por Clint Eastwood. “Jeff no podría haber estado más solicitado en ese momento”, recuerda Moritz. “Resultó que también había visto el documental al mismo tiempo que yo y se conmovió tanto que se hizo voluntario en una prisión. Luego me dijo que quería participar e inmediatamente hablé con todos los chicos, los entrenadores y la familia Stanley. Se dio cuenta de que había tanto que contar que lo más difícil iba a ser comprimir todo en una película de dos horas".
Cuando se desarrolló el proyecto, Moritz comenzó la búsqueda del equipo apropiado para el director Phil Joanou y con Dwayne “La Roca” Johnson supo que su búsqueda había terminado.
Joanou, conocido por su dirección progresiva y enérgica de documentales (U2: Rattle and Hum), largometrajes (El Clan de los Irlandeses), anuncios publicitarios y videos musicales, ni siquiera necesitó leer todo el guión para convencerse de que quería dirigir La vida en juego. “Después de haber leído sólo 30 páginas del guión de Jeff, supe que quería formar parte de esta historia. Ya estaba enganchado al problema de los niños y de Sean por superar las dificultades”.
Dwayne “La Roca” Johnson también se mostró muy entusiasta la primera vez que oyó hablar del proyecto cenando con el productor Moritz. "Neal me habló de la película y me pasó el guión", dice Johnson, la estrella de películas recientes tan populares como El Rey Escorpión y The Rundown. "Me pidió que viera el documental antes de leerlo. Lo hice y me conmovió y me inspiró. La lucha por la que pasaban Sean Porter y aquellos chicos era increíble. Me gustó el hecho de que la mayoría de los jóvenes que aceptaron el desafío de los Mustangs luego se convirtieron en ciudadanos de provecho. Hizo que los admirara todavía más".
Para Moritz, Johnson encajaba perfectamente en el personaje porque “encarna todas las cualidades de lo que es Sean. El propio Sean Porter fue un chico problemático y jugar al fútbol lo salvó. La historia de Sean era paralela a la de Dwayne porque, de niño, Dwayne fue arrestado en varias ocasiones y también se salvó canalizando su energía de forma positiva a través de un deporte competitivo como el fútbol”.
“Fui arrestado en ocho ocasiones antes de cumplir los 14”, admite Johnson. “Tuve suerte de que el oficial que me arrestó me dijo que o seguía dándome patadas en el culo y arrestándome todas las semanas, o me sacaba de las calles y me apuntaba en el nuevo programa de fútbol del instituto. Fui afortunado de que alguien cuidase de mí en ese momento de mi vida. Me sacó de los malos ambientes y rellenó el vacío de mi vida con fútbol. Me enseñó muchas cosas más allá del juego real, como el trabajo en equipo, el sacrificio y el escoger hacer las cosas correctas en la vida”.
El fútbol se convirtió en la principal influencia para el futuro actor. Sobresalió en el deporte en el instituto y obtuvo una beca para el programa de fútbol puntal en la universidad de Miami en Florida, donde siguió brillando como defensa, llegando a formar parte del equipo del campeonato nacional universitario de 1989. Sin embargo, al año siguiente, las lesiones le obligaron a abandonar su sueño de jugar al fútbol profesional.
“Era emocionante tener a Dwayne, porque él mismo había vivido esta historia”, dice Joanou. “Sean Porter y él eran parecidos en muchos aspectos. Dwayne comprendía la actitud agresiva de Sean y su dedicación a los chicos, además del papel que el fútbol podía jugar para ayudarles a cambiar”.
Con su director y la estrella a bordo, La vida en juego estaba lista para empezar. “Era muy importante para Joanou que la película se rodara en el Camp Kilpatrick real, un campo de confinamiento juvenil en funcionamiento en lo alto de las montañas de Santa Mónica entre las comunidades de Malibú y Agoura. El productor Stanley le ayudó a conseguir la localización intercediendo en el Consejo de la Ciudad. Rodar en el campo era crucial para Joanou para ayudar a conseguir su objetivo de que La vida en juego transmitiera con precisión el entorno que transpiraba la historia. “Ser capaces de rodar en Camp Kilpatrick marcó todas las diferencias del mundo”, dice. “Realmente creo que el impacto de la película se hubiera reducido dramáticamente si no hubiéramos rodado entre 120 prisioneros reales. Todos los días mirábamos por el campo y veíamos la versión real desplegada de nuestra historia. Nos ayudó a ser honestos”.
Hubo algunas preocupaciones serias sobre utilizar Camp Kilpatrick para el rodaje, admite Lee Stanley, como “¿Cómo tolerarían los reclusos y el personal de la prisión un equipo de rodaje de 200 hombres en sus dominios todos los días? El Departamento de Libertad Provisional del Condado de Los ángeles nos hizo una pregunta muy importante: ¿Cómo se pueden beneficiar los chicos de esto? Así que Shane y yo sugerimos crear una clase de producción en los patios del campo que enseñaría a los chavales los métodos de rodaje que observaban todos los días a su alrededor”.
La clase se impartió de principio a fin sobre la producción, con el director Phil Joanou y “La Roca” como oradores. Stanley también hizo algunos arreglos para llevar pequeños grupos de chicos a la producción real mientras se rodaba, apuntando las muchas facetas de rodar una película en una localización. “Nuestros directores de departamento se tomaron su tiempo para explicar sus papeles en la producción y para responder preguntas. Fue una inspiración para ellos y les demostró que alguien respetaba sus vidas y su espacio”, dice Stanley.
Antes de que empezara la producción, los cineastas afrontaron otro aspecto crucial: crear un equipo de fútbol viable para la mayoría de las secuencias de deporte. Allan Graf, célebre coordinador cinematográfico de fútbol que había formado equipos para películas como Friday Night Lights, Necessary Roughness y The Replacements, fue contratado para entrenar a los actores y a sus dobles como los Camp Kilpatrick Mustangs, además de trabajar con los miembros de los equipos rivales.
Se preparó un campo de entrenamiento en Moorpark College, a pocos kilómetros de Camp Kilpatrick en el Valle de San Fernando de Los ángeles. Muchos de los actores elegidos para el equipo central de Camp Kilpatrick eran atletas, pero pocos habían jugado realmente al fútbol en el instituto o en cualquier otra parte.
“Creo que sólo un chico del equipo principal había jugado al fútbol”, dice Graf. “Y Mo, el chico que contratamos para que interpretara a nuestro quarterback, nunca había lanzado un balón en un partido organizado real, pero eso jugó a nuestro favor porque no queríamos que fueran demasiado buenos. Después de todo, al principio de la película se supone que son malísimos".
Graf y su asistente de coordinación de fútbol, Justin Riemer, repasaron todas las jugadas y jugadores posibles con Joanou antes de empezar el entrenamiento de fútbol. "Allan es el mejor del negocio reuniendo un equipo de fútbol", dice Joanou, "y asegurándose de que el fútbol pareciera auténtico y creíble todos los partidos. En lugar de dobles, quería tratar de mostrar a nuestros actores reales el mayor tiempo posible para que pudiéramos seguir involucrados con nuestros personajes durante los partidos".
Duró tres semanas, tiempo en el que los actores principales aprendieron todos los aspectos del juego. Jade Yorker, que interpretaba al running back estrella, Willie Weathers, era básicamente un jugador de baloncesto en la vida real. “Ya había jugado un poco al fútbol por diversión", dice. "Tenía algo de talento y soñaba con jugar al fútbol como Deion Sanders. Pero cuando fui al instituto decidí no jugar. En su lugar me decanté por la actuación. Pero es una bendición venir aquí y volver a jugar al fútbol”.
Graf empezaba cada día de entrenamiento con una "clase de pizarra", donde se discutían y se hacían diagramas con las nuevas jugadas del día. “Todos tenían libros de jugadas. Utilizábamos el tiempo en clase para enseñárselas paso a paso para que todo el mundo supiera lo que estaba haciendo. En la clase, todos estaban pendientes de mí y me prestaban atención. Hacemos lo mismo en el fútbol profesional. También queríamos asegurarnos de que la interpretación de los actores fuera segura, porque no puedes terminar una película de fútbol con actores lesionados”.
Los especialistas recibieron entrenamiento para representar los golpes en el campo potencialmente más dolorosos, aunque los actores aparecían en todos los partidos. Un gran grupo de jugadores especializados representaron a los equipos rivales.
Tras dos semanas de instrucción y preparación física, todo el mundo estaba listo para empezar a rodar en Camp Kilpatrick. Ver el campo por primera vez fue una experiencia aleccionadora para el reparto y también para el equipo. El complejo era muy austero y estaba rodeado por altas vallas fuertemente aseguradas con guardias en cada salida.
Trabajando en el campo de fútbol real de Camp Kilpatrick, el equipo se vinculó como los Mustangs reales mientras que más de 100 internos auténticos se pasaban el día rodeados por el rodaje de una película. Muy a menudo se producían peleas reales, se llevaban a un preso real a la "caja" en el edificio de aislamiento. "Yo echaba un vistazo al campo durante el rodaje", recuerda Joanou, "y veía a los chicos alineados, recibiendo órdenes. En ocasiones se producía una pelea o se enviaba a un chico a la "caja". Y pensaba, ‘Hoy, más tarde, rodaré realmente esa escena’”.
Para Johnson, rodar la película en Camp Kilpatrick le permitió a él y sus compañeros de reparto adquirir la sensación adecuada del lugar y del propósito. "La autenticidad es una gran parte de esta historia", dijo Johnson. "Era muy importante ir allí y rodar en el propio campo y practicar todos los días. Ni siquiera era un campo de fútbol —sólo tenía unas 60 yardas. Toda la hierba estaba levantada y te tropezabas con los aspersores en el medio del campo. Formar parte de ese mundo fue una experiencia que nos dejó con los ojos abiertos, no sólo a nosotros, sino también a los presos que nos observaban trabajar en su césped".
El productor Stanley pidió firmemente que el equipo no vistiera “colores de bandas” —algunos tonos de rojo y azul—mientras trabajaban en el campo. “Era importante saber que estos colores podían ofender a algunos prisioneros. Todos tuvieron que firmar un acuerdo para no vestir con ciertos colores", dice. "Haciendo eso, mostramos a los chicos que comprendíamos su mundo y que no intentábamos provocarlos siendo irrespetuosos".
La tregua entre los cineastas y los reclusos continuó durante las seis semanas de rodaje en Camp Kilpatrick. Aunque los presos estaban muy cerca del equipo en todo momento, se pidió a ambas partes que no se dirigieran a la otra. Johnson, sin embargo, recuerda un memorable encuentro entre tomas con un interno en el campo de fútbol, con niebla y tarde por la noche. "El día antes había estado enfermo", dice, "y la noche siguiente estábamos rodando en los dormitorios. Se había iniciado una pelea entre los reclusos, y vi a un chico esposado de camino al aislamiento. Lo peor era que no había nadie con él. él mismo estaba caminando en solitario. Levantó la mirada hacia mí y dijo ‘Hey, Roca, he oído que has estado enfermo’. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo rápido que corren las noticias en los dormitorios reales. Luego dijo, ‘Rezaré para que te pongas mejor’, y siguió caminando. Ahí estaba alguien que no conocía, que probablemente nunca volveré a ver, tomándose su tiempo para expresar su preocupación por mí. Fue muy conmovedor y demostró que sea lo que sea lo que hayan hecho estos chicos, siguen siendo niños con sentimientos y emociones por los demás".
Otro día memorable para Johnson fue la tarde en que se volvió a colocar sus hombreras de fútbol para una escena en la que el entrenador Porter motiva al corredor Willie Weathers obligando al joven jugador a que lo embista una y otra vez. “Fue un gran día para mí —otra vez con las hombreras”, dice. “Cuando leí eso en el guión, me animé mucho. No había jugado al fútbol durante años pero realmente sigue en mi sangre. Mi entrenador en Miami solía decir que tenía una gran ‘violencia con la parte superior del cuerpo’, y para esta escena pude volver a usar eso. Me divertí mucho metiéndome con Jade (Yorker, que interpreta a Willie Weathers) con todo el equipo a nuestro alrededor. él también me dio lo mío".
“Fue una locura", recuerda Yorker. "Quiero decir, tenía que ir contra este tío que resulta que es el luchador más duro. Me mentalicé y fui a por ello".
Quizá el día más importante en el escenario fue la tarde en la que algunos de los personajes reales del documental de "La vida en juego" visitaron la producción en Camp Kilpatrick. El entrenador Sean Porter (ahora director del campo de libertad condicional de Valencia, California) y Malcolm Moore (el gran ex jugador de la USC y la NFL que actualmente es ayudante del oficial de libertad condicional en Antelope Valley, California) volvió a reunirse con sus homólogos de actuación. Dos de los jugadores del equipo de los 1990 Mustangs se vieron cara a cara con los actores que los interpretan en la película.
“Malcolm es un tipo auténtico que tiene cierto aire de arrogancia”, dice Xzibit. “Tiene una gran relación con Sean Porter. él es la voz de la razón, el punto de vista calmado, aunque ambos tienen el mismo objetivo en mente. Malcolm es una persona especial y, hasta la fecha, todavía trabaja con niños como oficial de la condicional”.
Además, algunos ex jugadores de los Camp Kilpatrick Mustangs trabajaron como extras en la película. Un ex recluso, Joseph Lucero, incluso consiguió un papel con texto. Ahora Lucero trabaja con miembros de bandas en los barrios de Los ángeles; su aportación personal para marcar la diferencia, con la esperanza de ayudar a otros chicos a evitar los errores que cometió en el pasado.
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