Según Eduardo Giordiano en Las Guerras del Petróleo “nunca la guerra fue tan innecesaria como en nuestros días, ni fue tan difícil reclutar voluntades para abastecer ejércitos confrontados a amenazas casi inexistentes”. El problema es que, además, jamás existió en la historia de la humanidad una potencia tan poderosa como Estados Unidos, poderosa a través de la fuerza y de la economía. Señala Giordiano que a EE.UU. no le hace falta el petróleo iraquí pero sí el control de sus empresas sobre los sistemas de producción, almacenaje, distribución y venta final. Claro que jamás reconocerán este hecho: iniciar u! na cruenta guerra por simples motivos económicos.
Es un hecho que la forma de desenvolverse de los Estados Unidos en el mundo, a través de la denominada guerra preventiva, potencia su imagen de policía universal, de puro imperialismo; de aquel que hace y deshace a su antojo sin importarle las consecuencias para los demás.
Pero Estados Unidos necesita obligatoriamente una máquina extraordinaria de propaganda para conseguir sus intereses, necesita tener enemigos para mantener su maquinaria económica y de guerra; necesita preparar y controlar la agenda de medios universal para que, cuando decida atacar, haga creer al resto del mundo que lo hace por su bien.
Es curioso que el “enemigo” natural de los americanos esté siempre situado en países y zonas regionales que ofrecen resistencia al proceso de globalización económica, que ofrecen resistencia a la invasión cultural y que desean un desarrollo acorde con sus posibilidades y con las necesidades de sus respectivas regiones.
Por tanto, siendo Irak uno de esos países, situado en una zona geoestratégica militar y económica importante, cercano a Israel, amigo acérrimo y gran protegido de los americanos y potencialmente abastecedora del petróleo mundial, era un país en el punto de mira. Por todo ello, los responsables gubernamentales de Estados Unidos tuvieron que recrear una supuesta realidad, a través de la propaganda, para intervenir en Irak el día 22 de marzo de 2003.
Respecto al conflicto de Irak identifico absolutamente todas las reglas de la propaganda política clásica, desgraciadamente puestas en escena por su creador, Joseph Goebbels, ministro de la Propaganda nazi, a partir de la actuación de los Estados Unidos y de sus aliados. En primer lugar he de referirme a la “regla de la simplificación”, por la que el mensaje propagandístico es breve y claro: Sadam Husein es el enemigo público y por extensión todos los que le rodean además de los iraquíes que se oponen a la invasión de su territorio una vez iniciada la contienda quienes, de paso, son unos terroristas por defenderse. El símbolo, como quintaesencia de esta regla y el enemigo único subyacente es el “islamismo”. En curiosa confrontación con los americanos y su máximo jefe, George W. Bush, que están tocad! os por la mano de Dios, con lo que cualquiera que siga las reglas dictadas por la religión del Islam es mas que probable enemigo. Además, un supuesto potentado árabe, Ben Laden, mueve, según los Estados Unidos, todos los hilos del terrorismo internacional, lo que quiere decir que es dueño y señor de las calles de Irak. La cuadratura del círculo: Irak, Sadam, Ben Laden y los musulmanes. Pero para ello, los americanos lograron justificar, a través de la propaganda, lo injustificable: Bagdad y Al Qaeda eran mutuos colaboradores. No importa que Sadam haya sido juzgado y ajusticiado, dentro de la simplicidad todavía les quedan millones de enemigos distribuidos por todo el mundo que siguen los dictados religiosos del Islam. Hay que leer el párrafo referido al siniestro Paul Wolfovitz en el libro de Pizarroso para encajar a los enemigos de los EE.UU. (Nuevas Guerras. Vieja Propaganda de Alejandro Pizarroso, Pág.23. Editorial Cátedra, Madrid 2005)
La “regla de la exageración” no deja lugar a dudas en el conflicto de Irak: ¿todavía somos capaces de creer que existen armas nucleares o biológicas escondidas para ser utilizadas en cuanto el ejército aliado baje la guardia?. Estos argumentos fueron decisivos a la hora de atacar Irak y se dejaron de lado otros argumentos más convincentes como que, desaparecido el peligro de la Unión Soviética, el imperialismo americano tuvo vía libre para dominar el jugoso negocio del petróleo y de paso asegurar los territorios de su amigo Israel dejando caer el mensaje de que actuará allí donde lo considere necesario sin muchas explicaciones. Los medios de comunicación disponen ! de información de primera mano si previamente es filtrada por los mandos estadounidenses, por lo que la censura tiende a desfigurar la información; es más, me atrevo a decir que a mentir o en muchos casos, a no contar toda la verdad.
Respecto a la “regla de la orquestación” está clara la repetición constante de la misma cantinela: “sabotajes terroristas”, “atentados terroristas”, “asesinados por terroristas”, etc., hasta hartarnos de ver en imágenes los destrozos de seres humanos ¿a manos de quién? de los terroristas. ¿Cuántas imágenes se han visto de los daños hechos por los invasores sobre la población civil o sus enemigos?. Queda entendido que la complicidad de los medios es total plegándose a los dictados del ejército norteamericano y cuando no es así, la guerra tiene sus lados más oscuros como el asesinato de José Couzo, cámara de Tele5, quien supuestamente no debería haber grabado lo que otros no querían que se viera.
La “regla de las transfusión” permite que el mundo occidental aplauda, en masa, la actuación de los Estados Unidos y sus aliados en Irak, ya que se ha demonizado al enemigo quien es culpable de todos los males, incluso de un posible ataque en cualquier momento y en cualquier lugar de Occidente. El propagandista logra así controlar a parte de su “minorías peligrosas”, sobre todo si pertenecen al Islam, quien es considerado el verdadero enemigo, de tal forma que el sentimiento o fobia hacia lo de fuera se puede convertir, como así ha sido en varios países, en racismo puro y duro. Por supuesto, se cierran las fronteras estadounidenses a la entrada de inmigrantes, sean trabajadores o estudiantes, de origen musulmán.
Si nos atenemos a la ”regla de la unanimidad y del contagio” es fundamental crear unanimidad. El ejemplo más claro es el Pacto de las Azores entre Bush, Blair y Aznar. La unión hace la fuerza y el movimiento de simpatía provoca poco después que se unan a la alianza más de una treintena de países. Por supuesto, los pueblos en masa, acaban aceptando la intervención “por el bien de la Humanidad”. Otro ejemplo claro de unanimidad y contagio es la aparición sistemática del presidente de los Estados Unidos, George Bush, junto a centenares de jóvenes, de soldados, de estandartes, de símbolos a su alrededor. Esta situación provoca el máximo hermanamiento y el contagio de ideas a través del grupo. Esta unanimidad, de paso, es una demostració! n de unión y de fuerza.
Para terminar, quiero destacar que es muy fácil iniciar una guerra cuando uno es poderoso, pero la historia es inapelable y el tiempo juega siempre en contra de los ejércitos invasores y a favor de los locales. Según la revista Newsweek, en el año 2003 mil ochenta y tres niños norteamericanos tuvieron que asistir al sepelio de sus respectivos padres, fallecidos en Irak. Más del doble de niños en Irak pasaron por trago similar siendo sus padres policías, militares iraquíes o supuestos terroristas. No sabemos cuantas víctimas más se sumarán al goteo constante de muertos, heridos graves y mutilados de por vida pero de lo que debemos estar seguros es que el mundo, hoy, está peor que entonces, de que todavía queda por ver si los Estados Unidos saben finalizar una guerra que! tan alegremente comenzaron. Aunque, como os he comentado anteriormente, mucho me temo que no sabrán.
Francisco Roldán Castro
Presidente de la Asociación Española de Consultores Políticos