Apartada de las pasarelas por decisión propia y porque su target no le exige la espectacularidad, la que fuera precursora de los grandes acontecimientos fashion de los años ’80 y ’90 en La Ciudad Condal prefiere ahora las distancias cortas y el “petit comité”; porque el tiempo le ha enseñado que su lugar está donde nacen la funcionalidad, la calidad, la armonía y el clasicismo. Cientos de clientas han estado durante toda una semana asistiendo a los pases de atelier en los que la diseñadora ha dado a conocer su propuesta para este próximo invierno; unas sesiones acompañadas de catering de excepción y cava, donde la palabra decepción ni siquiera se contempla.
Y una vez más la hemos visto triunfar. Lo ha hecho con una propuesta atrevida no por su sofisticación e innovación, sino por todo lo contrario. En esta colección, Roser Marce ha vuelto a la simplicidad de las líneas más favorecedoras para dibujar una figura sobria que mantienen la dignidad mediante la calidad extrema y el impecable corte; invitando a la usuaria a que aligere la naturalidad de su “look”, si lo desea, a base de vistosos accesorios. Sin duda, Roser Marce se ha alineado con esa nueva tendencia surgida de la depresión económica, que lleva a las personas a descartar todo aquello que sugiera ostentación o despilfarro y a valorar mucho más la buena y bella prenda que perdurará.
La estrategia de Roser para esta temporada es la apuesta por el realismo más hiriente; y lejos de decepcionar, su actitud ha desatado una empatía inusual en sus incondicionales. Ha prescindido incluso de modelos profesionales para poder presentar sus prendas en cuerpos normales y la reacción del público ha sido la deseada por la diseñadora. Superadas las dudas e inseguridades que provocan las prendas mostradas por bellísimas maniquís de cuerpos tan esculturales como poco habituales, la clienta sólo tiene que asegurarse de que esté su talla mientras el diseño le guste, bajo el asesoramiento personal de la creadora. El resultado es la operación comercial. El mejor de los resultados.
Los tonos grises, negros y tierras marcan la tendencia para afrontar el barullo urbano, mientras en fiesta la diseñadora decide recrear los colores de un cuento de hadas.
Poco hay que decir sobre los vestidos de fiesta y ceremonia de Roser Marcé, a los que precede la fama por su sofisticación y elegancia. Auténticas piezas únicas de artesanía que ocupan un lugar de honor en los vestidores de las más exigentes damas. Vistos en las modelos el pensamiento único es “yo también puedo”; y esa es la auténtica magia que une al diseñador con su público. De nuevo la creadora catalana lo ha conseguido, y es que el talento no se extingue jamás.
Gema Castellano
Pulse las fotos para Ampliarlas