… sobretodo, el hecho de tratar a los profesionales de la comunicación como perfectos estúpidos sin memoria, a cuya carencia apelaba siempre ante cualquier ‘entuerto’ a sabiendas de que “las aguas volverían a su cauce” en pocos días.
Pero todo tiene su límite. Este ‘tonto que hace tontear’ -ciñéndome, evidentemente, al sentido metafórico del refrán y sin ánimo alguno de que este “dicho” (cuyo significado popular real me parece de lo más adecuado para lo que deseo expresar) pueda interpretarse como un insulto- que lo mismo se permite contratar “a dedo” a la hermana de Letizia, convencido de que “el jolgorio popular anti-Telma” durará sólo unos pocos días, que dar discursos de ocho folios -en castellano para que todos lo entiendan- sobre las “capitalidades de Barcelona” (vete tú a saber qué es eso) con la que está cayendo en la ciudad; ahora anuncia, también en castellano con marcado acento catalán y por sorpresa, que Barcelona presentará candidatura para las Olimpiadas de Invierno de 2022.
Jordi Hereu, Alcalde de la Ciudad Condal, ha vuelto a estirar hasta el límite ‘la goma’ de su exceso de confianza ante la presunta “estupidez” de su electorado, pero esta vez la goma le ha rebotado en la cara. Lo cierto es que, a pesar de que la mayoría apela a la ligereza de su decisión como edil a la hora de anunciar la candidatura de BCN a las Olimpiadas de Invierno 2022, Hereu lleva tiempo pensando en que ha perdido el control sobre la evolución su ciudad. Y ahora lo que menos le importa es eso, porque su preocupación se centra en unas elecciones, las de mayo de 2011, que, si no da un golpe de efecto eficaz, nunca superará.
En un discurso que dio en Madrid el 17 de marzo de 2009 el alcalde barcelonés reivindicaba, sin ánimo de acritud, el concepto de “capital” no “de” pero sí “en” España para la Ciudad Condal, que no "Real" – pero este es otro asunto-. Su teoría de las “capitalidades”, junto al conjunto de políticas paralelas implantadas para llevarla a la práctica, han sumido a Barcelona en el caos, el empobrecimiento, la inseguridad ciudadana y en la falta de inversión exterior, pero, aún así, empecinado a más no poder, Hereu la defendió en Madrid avisando, ¡ojo!, que “Barcelona está más cerca del 2020 que de 1992”. A buen entendedor con pocas palabras bastan. Después de treinta años de prevalencia en la Casa Consistorial barcelonesa, los socialistas catalanes harán lo que sea para apoyar a Hereu en sus desatinos. No les queda otro remedio.
Después de agotar toda su imaginación en planes descabellados para una ciudad que ha perdido la confianza internacional y se ha ganado la antipatía nacional, Hereu ha movido la neurona práctica para llegar a una solución de urgencia. Si a Maragall le funcionó y su partido ha conseguido gobernar la ciudad durante treinta años vendiendo las rentas del “’92”, ¿por qué no intentarlo de nuevo?. Desfachatez y ligereza no le faltan al edil.
Durante treinta años, como ya anticipaba en el párrafo anterior, Barcelona ha vivido de las rentas del los JJOO del ’92, exprimidas hasta el máximo en conceptos de internacionalización, atracción de modelos de negocio innovadores e inversiones extranjeras, ciudad del diseño, capital europea del Mediterráneo etc, etc, etc. Una burbuja más inflada que la inmobiliaria que hizo “pluff” en el momento en que el mundo, Europa, España y, por supuesto, Cataluña, comenzaron a notar los primeros síntomas de la crisis financiera.
Ahora es cuando se hace patente que durante treinta años Barcelona se ha dedicado a mirarse el ombligo, a meter basura corrupta bajo las alfombras y a invertir en proyectos, como el Forum de las Culturas, que todavía esperamos saber qué pretendían y qué han aportado a la ciudad y los ciudadanos. Porque aquí nadie está acostumbrado a dar explicaciones. Tampoco Hereu. Los medios de comunicación locales se han limitado a cumplir con su compromiso crítico pasando sólo por encima de los temas, a cambio de presuntos favores que tampoco han conseguido salvarlos de la debacle mediática.
Ante este panorama, Jordi Hereu ha decidido crear otro castillo de fuegos artificiales sobre la “mugre” y las cenizas del anterior. Mal asunto. Con ello, con las inversiones, pretenderá, seguramente, cambiar la imagen que su ciudad ha dado al exterior gracias a sus políticas, pero sin cambiar esas políticas. Otra vez, mal asunto. Su idea de multiculturalidad ha sido entendida por el mundo como ejemplo de permisividad, inseguridad ciudadana, prostitución, delincuencia, etc; y el mundo nos devuelve su escoria en forma de un turismo de mala calidad que otros países se sacuden. Barcelona está herida de gravedad y no cuenta con la credibilidad, ni nacional ni internacional, necesaria en estos momentos para organizar unos JJOO.
Pero Hereu no dará marcha atrás. De este nuevo sueño depende su liderazgo y un proyecto de ciudad obsoleto y fracasado incapaz de atraer inversiones o generar riqueza. Seguramente Barcelona también acabará pagando su insolidaridad con una candidatura seria, coherente y merecida –Zaragoza·Jaca·Pirineos– con la moneda del ridículo, la impopularidad y la antipatía; algo que ya viene siendo demasiado habitual.
Gema Castellano