“No me cansaré de repetirlo”, aseguraba con firmeza el Príncipe de Asturias en su discurso de apoyo a los jóvenes empresarios; y no le falta razón. Don Felipe lleva tiempo apostando por la formación profesional como modelo de educación excepcional capaz de afrontar los retos del desarrollo económico en la sociedad del conocimiento; ya que es absolutamente consciente de que la cualificación es el elemento diferenciador que determinará el progreso de un país que, sin embargo y desde el mismísimo núcleo familiar, no hace más que lanzar mensajes confusos y señales erróneas a sus jóvenes sobre cómo deben afrontar un futuro que crearán ellos mismos.
Porque si no tenemos recursos naturales habrá que crearlos, y esto no es fácil de asimilar por -ya- dos generaciones de jóvenes educados en la falsa opulencia del espolio y la especulación. Urge una re-concienciación, reeducación y recuperación de los auténticos valores personales, sociales y empresariales, y éste es el auténtico reto en unos momentos que son cruciales para la redefinición de un futuro sostenible en el que la falta de productividad personal será un auténtico ‘handicap’. Los jóvenes deben comenzar a pensar que su futuro está en sus propias manos, no en la de los demás; y para eso deben aceptar la responsabilidad de asumir que, sin la formación y la responsabilidad adecuadas, no lo conseguirán.
Pero queda mucho por hacer, porque hablamos de la imperiosa necesidad de fomentar el compromiso sincero con un “plan” global en el que intervengan todos -absolutamente todos- los agentes sociales, económicos y legales. Hablando claro. Población en general, familias, centros educativos, entidades financieras, gobierno y legislación tendrán que empeñarse en la labor de crear un motor económico real para el sector productivo del país; porque ya no vale el “sálvese quién pueda”. Pero lo cierto es que no se han creado las condiciones adecuadas para que ésto ocurra, y los emprendedores ven como sus modelos de negocio fracasan por falta de una infraestructura que los apoye.
Marta Martí -presidenta de la Asociación de Jóvenes Empresarios de Cataluña, AIJEC- está convencida de que “la creación de empresas es un eje clave para la reactivación de la actividad económica y la creación de puestos de trabajo”. Y en este sentido es crucial la potenciación de un marco legal e insitucional que favorezca la emprendeduría y que la fomente desde el comienzo de la educación de los jóvenes. “Hay que cambiar el paradigma”, insiste Marta Martí, sumándose así a las reflexiones del Príncipe Felipe, perfectamente alineadas a las de todos los expertos económicos que basan sus recomendaciones en un futuro sostenible y racional que incluya el autoempleo como forma de crear empleo.
Pero producir emprendedores requiere de un marco laboral específico -ahora inexistente-, de la priorización de la financiación, de la creación de una fiscalidad especial y del respeto a la cadena de valor por parte de las entidades financieras e institucionales. Unas medidas que, sin embargo, serían en vano si no se invierte al mismo tiempo en una educación emprendedora que introduzca el auténtico concepto de empresario del s.XXI en la sociedad, más acostumbrada, ahora, a términos como “asalariado” y “subvención”.
Fue el Príncipe Felipe quién introdujo el concepto “internacionalización” en el debate; en una noche en la que AIJEC -la Asociación de Jóvenes Empresarios de Cataluña, celebraba su cuarto de siglo de existencia. Porque “el mercado ya hace tiempo que dejó de ser local y ninguna empresa nace hoy o sobrevive a la competencia si no tiene como objetivo producir y vender bienes y servicios en todo el mundo”, aseguró. Y con este comentario, puso el dedo en la llaga.
Efectivamente, el objetivo de España debe ser poder exportar bienes y servicios competitivos al resto del mundo, porque -insistimos- carecemos de recursos naturales. Así pues, se impone una nueva era en la que el sentido emprendedor unido a una formación adecuada y a un espíritu innovador tomen forma en el subconsciente colectivo de un país que se aferra a modelos de crecimiento obsoletos abocados a fomentar la pobreza.
Gema Castellano
Pulse las fotos para Ampliarlas