Y es que la relación de la tendencia con el estilo de vida para Lagerfeld es una cuestión de compromiso con el mundo y ha decidido que la mujer -para luchar en las calles en un planeta convulso de héroes y villanos- debe vestir de batalla sin perder el glamour. El Kaiser ha escondido los pantalones pitillo bajo los vestidos y faldas, ha ensanchado las chaquetas que se ajustan con cinturones y ha reinventado los largos de los abrigos casi “marciales”; desaparecidos de las pasarelas desde hace varias temporadas. También ha recurrido al encaje sobre leggins con el objetivo de sofisticar la noche y a la gasa estampada para refinar los momentos lúdicos de una colección austera pero exquisita.
Desenvolviéndose a la perfección en un submundo gris de frías estalagmitas formadas por enigmáticos minerales, las mujeres imaginadas por Karl Lagerfeldhan dominado ya un medio hostil en el que tuvieron que aprender a vivir ya en la temporada anterior. Se nota que intentan recuperar la feminidad y vuelven a subirse a los tacones, reinventan los vestidos y las faldas, ordenan sus cabellos para parecer impecables y adornan sus cejas con cristales de colores para suplir la carencia de joyas e incluso maquillaje. Lagerfeld describe un mundo incierto y un tanto tenebroso, pero ofrece la fórmula para seguir conciliando el estilo con la circunstancia. Ya lo hizo Coco una vez, por qué no iba a poder repetirlo él.
En definitiva, tonos grises, azules oscuros y negro en una colección, una vez más, magistral, que lleva a la mujer hasta el extremo de la sencillez; ocultando incluso las forma entre superposiciones imprescindibles que dejan entrever, sin embargo, una personalidad fuerte, segura y muy “chic”. Lagerfeld ha utilizado un estilismo tan sobrio que quizás se cuestione, pero su osadía no hace más que mostrarnos una tendencia de austeridad que los nuevos tiempos impondrán a la fuerza.
Gema Castellano
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