La presencia de peces en los lagos de alta montaña del Pirineo catalán podría haber comenzado mucho antes de lo que hasta ahora se creía. Un equipo de investigación liderado por el CREAF, con participación de la Universitat de Barcelona y el CSIC, ha demostrado que ya en el siglo VII —en plena época tardo-romana y visigoda— existían peces en el lago Redon, situado a 2.240 metros de altitud. Este hallazgo adelanta en unos 700 años las primeras evidencias históricas documentadas y se publica hoy en la revista Nature Communications.
El descubrimiento se ha producido gracias a una técnica innovadora basada en el análisis de ADN antiguo de parásitos que habitan exclusivamente en peces. Estos restos genéticos han quedado preservados en las capas de sedimento del lago, que el equipo estudia desde hace casi cuatro décadas. La existencia de estos ectoparásitos apunta a la presencia de peces introducidos por seres humanos, probablemente como recurso alimentario en el contexto de la actividad pastoril de la zona.
“Los peces no tienen manera de acceder por sí mismos a los lagos de alta montaña; su presencia es un claro indicador de intencionalidad y, por tanto, de actividad humana”, explica Elena Fagín, investigadora del CREAF y autora principal del estudio.
“Los peces no tienen manera de acceder por sí mismos a los lagos de alta montaña; su presencia es un claro indicador de intencionalidad y, por tanto, de actividad humana”, explica Elena Fagín, investigadora del CREAF y autora principal del estudio. La investigación aporta pruebas que desafían las cronologías tradicionales, ya que los documentos históricos europeos sobre la existencia de peces en lagos comienzan a partir de los siglos XIV y XV, y están centrados mayoritariamente en la regulación de los derechos de pesca y el comercio.
La técnica empleada en este estudio se ha basado en la extracción de ‘testigos de sedimento’, cilindros perforados del fondo del lago que recogen miles de años de historia ecológica. A diferencia del ADN de peces, que se conserva de forma muy irregular, el de los ectoparásitos permanece más estable y extendido. Así, se han identificado fragmentos pertenecientes a organismos como Ichthyobodo, un protozoo que habita en la piel y branquias de los peces, además de otros géneros como Kinetoplastea, Oomycota, Ichthyosporea y Ciliophora.
Los datos obtenidos, además, se correlacionan con un aumento de la productividad biológica del lago, detectado a través del incremento de pigmentos fotosintéticos preservados en los mismos sedimentos. Según los investigadores, este fenómeno podría deberse a un mayor aporte de nutrientes derivado del pastoreo de ovejas en los alrededores durante la época tardo-romana. La erosión del suelo provocada por el ganado habría favorecido la entrada de nutrientes en el lago, estimulando el crecimiento del fitoplancton.
Estos resultados se ven reforzados por hallazgos arqueológicos en la zona que apuntan a la existencia de asentamientos humanos dedicados al pastoreo en épocas romana y visigoda. La combinación de datos genéticos, ambientales y arqueológicos proporciona un nuevo enfoque para comprender cómo los ecosistemas de alta montaña han sido modificados por la actividad humana a lo largo del tiempo.
“El ADN antiguo de parásitos representa una herramienta valiosa para reconstruir la historia de los ecosistemas y documentar impactos humanos que no dejan rastro documental”, afirma Jordi Catalan, investigador del CSIC en el CREAF y coautor del estudio. Según Catalan, los sedimentos del lago Redon actúan como un “archivo histórico natural” que permite investigar tanto los ecosistemas del pasado como los efectos actuales del cambio climático y la acción humana.
“Hasta ahora, buscar el ADN de peces en los lagos de alta montaña era como buscar un pez en una piscina olímpica, porque depende de dónde haya muerto lo encontrarás o no en el testigo de sedimento. En cambio, los parásitos se expanden por todo el lago, así que son una buena prueba de la presencia de peces”, explica Jordi Catalan. Los parásitos que más fácilmente se detectaron pertenecían al género Ichthyobodo, un protozoo flagelado que vive en la piel y branquias de los peces, aunque también se observaron otros Kinetoplastea y otros grupos como, Oomycota, Ichthyosporea y Ciliophora.
Actualmente, el lago Redon alberga una población de unas 60.000 truchas, utilizadas principalmente para la pesca recreativa. Su altitud y relativo aislamiento han facilitado que este enclave sea un referente para estudios ecológicos de largo plazo. La investigación ha contado también con la participación del Instituto Nacional de Biología de Eslovenia y la Universidad Edith Cowan de Australia.
Artículo de referencia:
Fagín, E., Felip, M., Brancelj, A., Masqué, P., & Catalan, J. (2025). Parasite sedimentary DNA reveals fish introduction into a European high-mountain lake by the seventh century. Nature Communications.
Artículo redactado con asistencia de IA (Ref. APA: OpenAI. (2025). ChatGPT (versión 8 abril). OpenAI)