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Cine

COPYING BEETHOVEN NOMINADA A LOS GOYA EN LA CATEGORÍA DE MEJOR PELÍCULA EUROPEA

escrito por Jose Escribano 18 de diciembre de 2006
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COPYING BEETHOVEN se estrenó el 20 de octubre, y dos meses después todavía se puede ver en las pantallas de nuestro país. El filme ha obtenido muy buena respuesta del público y de la crítica y ganó el Premio a la Mejor Película del CEC (Circulo de Escritores Cinematográficos) en el Festival de San Sebastián y el Premio al Mejor Película a competición en el II Festival Internacional de Cine Histórico de La Laguna


Anna Holtz (Diane Kruger), de 23 años, es una aspirante a compositora con pocos medios que intenta encontrar inspiración y prosperar en la capital mundial de la música, Viena. Anna, que estudia en el conservatorio de música, consigue una recomendación para trabajar en una reconocida editorial y, tras una serie de acontecimientos inesperados, se las ingenia para conseguir la oportunidad de trabajar junto al mayor y más voluble artista vivo: Ludwig van Beethoven (Ed Harris). Cuando, improvisadamente, el escéptico Beethoven la pone a prueba, Anna demuestra sus dotes y su especial valía para la música. El maestro decide aceptarla como copista, lo que da comienzo a una extraordinaria relación que cambiará la vida de ambos.

COPYING BEETHOVEN, es una película dónde Ed Harris encarna con maestría al célebre compositor y Kruger (“Troya”, “La búsqueda”) y hace un trabajo memorable, se centra en los últimos días de la vida de Beethoven: un periodo turbulento en la vida del genio. Su lucha contra la sordera, la soledad y los traumas familiares le sirvieron de inspiración para su Novena Sinfonía, que puede considerarse la más grandiosa jamás compuesta.

ACERCA DE LA HISTORIA

1824. Es la víspera del estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven y las partes aún no están listas. El editor musical Wenzel Schlemmer (Ralph Riach) necesita encontrar urgentemente a un copista que termine el trabajo, y la joven Anna Holtz ofrece una ventaja: está libre. Aún sabiendo que Beethoven, enfermo y cascarrabias, detesta trabajar con mujeres, Schlemmer no tiene más remedio que contratarla. Anna, que considera la situación como una oportunidad que Dios le ha dado de mostrar su trabajo al famoso compositor, acepta entusiasmada.


«En aquella época muy pocas mujeres desarrollaban una profesión, así que dejar a su familia y su ciudad para estudiar composición musical es una decisión muy valiente por parte de Anna», explica Diane Kruger. «Ella no tiene miedo de lo que Beethoven piense de ella, aunque, naturalmente, se siente intimidada por lo que él representa.»
En uno de sus primeros encuentros, al enterarse de las expectativas de Anna respecto a la música, Beethoven intenta intimidar a la entusiasta alumna diciendo: «Una mujer compositora es como un perro que camina con las patas traseras: nunca lo hace bien, pero uno se sorprende de que sea capaz de hacerlo».
Anna se adentra con valentía en el fascinante mundo de Beethoven, ayudándole en sus frenéticos esfuerzos por llegar a los más profundos recovecos de su talento. Esta experiencia influye enormemente en Anna y en su destino.


«Beethoven es de esos personajes extraordinarios de los que todo lo que se haya podido oír es cierto, o al menos la mayoría», explica Agnieszka Holland, directora de la película. «él cambió el concepto mismo de música, acabó con las reglas, las convenciones (y la paciencia de algunos de los que trabajaron con él).»
Grandilocuente, brillante, generoso, implacable y a la vez bondadoso, Beethoven dominó el panorama cultural europeo del primer cuarto del siglo xix. A diferencia de sus antecesores, como Mozart, Beethoven gozó de una gran reputación durante su vida.

«Beethoven fue el primer músico independiente de la historia», señala el guionista Christopher Wilkinson. «Componía según sus normas, no dependía de nadie, como era costumbre hasta entonces, no dependía de un trabajo a sueldo para la iglesia o la familia real. Creía que el talento debía valorarse por encima de los linajes y los títulos, un pensamiento muy radical para aquella época.»

Una conocida cita del musicólogo Harold C. Shoenberg en su libro Lives of the Great Composers («Vidas de los grandes compositores») dice que mientras que Mozart orbitaba alrededor de la aristocracia, «Beethoven abría las puertas a patadas, irrumpía y se ponía cómodo».

Ed Harris dice: «Es el músico más grande que haya pisado el planeta. Una fuerza fluía a través de él, y sufría tormentos inimaginables para poder escribirla de la manera en que la sentía, de una manera abierta y franca».

La película introduce al espectador en la silenciosa soledad de la vida de Beethoven a través de los ojos de Anna Holtz, un personaje ficticio basado en personas reales de la vida de Beethoven o del panorama musical europeo de la época.

Stephen Rivele, guionista y productor, comenta: «El mayor reto de crear una historia sobre los últimos años de la vida de Beethoven ha sido que realmente no tenía a nadie con quien hablar: padecía una sordera profunda que dificultaba sus relaciones. Anna nos abre la puerta de su mundo».


Rivele explica que entre las personas reales en que está inspirado el personaje de Anna se encuentran dos estudiantes de música austriacos que trabajaron con el copista que Beethoven había tenido toda la vida. Christopher Wilkinson menciona también a otras dos personas que sirvieron de inspiración: una compositora asentada en Francia, Lorenc Ferenz, que estuvo muy influenciada por la música de Beethoven, y otra mujer que protagonizó un sencillo acto de devoción que pasó a la historia.

«Al comenzar a documentarme me llamó la atención la famosa historia de una mujer que subió al escenario y dio la vuelta a Beethoven para que viera de frente el clamoroso aplauso del público al concluir la Novena Sinfonía», nos explica Wilkinson. Algunos expertos afirman que aquella mujer fue Caroline Unger, una de las cantantes. «Eso nos dio la idea de tratar la historia desde la perspectiva imaginaria de una persona muy cercana a Beethoven.»

La música de Beethoven arrastra a Anna cada vez más dentro de la mente de su creador, revelando el torbellino de ingenio que alberga. Aunque Beethoven era una persona de naturaleza gregaria y sociable, su creciente sordera y las angustias lo llevaron a aislarse cada vez más. La música que compuso durante aquella época, reflejo de su estado de ánimo, fue considerada como demasiado seria por el público vienés, que prefería la frivolidad de la ópera italiana.


«Cuando estaba a punto de estrenar su Novena Sinfonía, Beethoven ya no gozaba del favor del público de Viena», explica el asesor musical de la película, Piotr Kaminski. «Habían pasado años desde su última sinfonía, y el público ya no estaba tan interesado en la música instrumental. Beethoven tuvo la audacia de añadir voces a la sinfonía, lo que supuso un escándalo y a la vez sirvió de reclamo para el público. La Novena supuso uno de los regresos más apoteósicos que jamás haya hecho una estrella.»

Tras el éxito del estreno, con Viena de nuevo a sus pies, Beethoven empezó a escribir los últimos cuartetos de cuerda, un sonido nuevo y sorprendente que describió como un puente hacia una forma totalmente nueva de música. En una de las escenas más reveladoras de la película, Beethoven explica a Anna que Dios no vive en las mentes ni en las almas de los hombres, sino en sus entrañas.

«Su último periodo fue tan intenso, se adentró en tales profundidades que su salud se resintió», explica Agnieszka Holland. «De los momentos más agónicos de su vida surgió la música más compleja y bella. Hemos querido ser fieles a su biografía en el guión, pero al mismo tiempo utilizar las licencias artísticas que fueran necesarias. El guión tiene resonancias trágicas y cómicas a la vez, igual que la huella que Beethoven dejó y la manera en que cambió el concepto de genio, y la relación entre los compositores y la sociedad.»

Ed Harris, declara: «Tenía una fortaleza impresionante. Estaba enfermo, sordo y terriblemente solo, y aún así sentía que tenía que sacar fuera su música, y lo hizo hasta el fin de sus días».

Una de las principales motivaciones de Rivele y Wilkinson al escribir el guión fue descubrir a un público nuevo los últimos cuartetos de cuerda de Beethoven. Ambos querían, ya desde principios de los noventa, escribir un guión sobre el legendario compositor que se centrara en sus últimos años (una película anterior sobre Beethoven, “Amor inmortal”, de Bertrand Rose, se centraba sobre todo en su relación sentimental con una mujer desconocida en una primera etapa de su vida).


Rivele explica: «Los últimos trabajos son los más sublimes e inaccesibles de su música, son un idioma que inventó para expresar las experiencias espirituales que estaba viviendo en aquel momento de su vida. Hemos querido crear una historia que permitiera acercar al público esta extraordinaria música de modo que pudiera apreciarla en toda su grandeza».
Aunque en un principio no logra comprender del todo ese nuevo idioma musical, la obsesión de Anna con Beethoven consume su vida, amenazando con consumir también su relación con su adinerado pretendiente, Martin Bauer (Matthew Goode).

Martin, arquitecto, ingeniero y científico en ciernes, desconfía de Beethoven y ve con cierto recelo el deseo de Anna de adentrarse en el mundo de la composición, un mundo de hombres.

«Anna y mi personaje tienen química, porque los opuestos se atraen, pero él es un hombre muy de su época, en una sociedad patriarcal, y quiere que ella cumpla con la tradicional función de ama de casa», explica Matthew Goode. «Beethoven se refiere a él con el apodo de “El hombre de hierro”, insinuando que no tiene corazón. Martin sirve para exponer el conflicto no sólo entre Beethoven y Anna, sino entre ciencia y arte.»

La noche del estreno, Martin no puede evitar sentirse contagiado por la euforia de la Novena, al tiempo que se da cuenta de que el impresionante efecto que produce en Anna la acercará más a Beethoven, y la alejará de él.

«Beethoven ha alimentado sus ambiciones y deseos», dice Diane Kruger de Anna, «y ella empieza a preguntarse si podrá estar con alguien que no aprecia del todo el arte y la música, por no hablar de su vocación y talento.»

«Esta historia es un testimonio de cómo la esperanza y la ilusión pueden surgir del caos», dice Stephen Rivele. «Tras burlarse de sus ilusiones, Beethoven pide a Anna que lo ayude con sus últimos cuartetos de cuerda (su legado para la música del futuro). Ella aprende el más profundo sentido de la música, y encuentra el coraje para transformarse en una artista».

ACERCA DE LA PRODUCCIóN

«Veo a Beethoven ahí de pie» dijo el guionista y productor Christopher Wilkinson el primer día de rodaje, «pero, ¿qué habéis hecho con Ed Harris?»


Al igual que para otras magníficas interpretaciones, en películas como “Pollock: la vida de un creador” y “Las horas”, el actor Ed Harris, cuatro veces candidato a los Oscar, se introdujo, física y mentalmente, en un papel artísticamente arduo, esta vez el de uno de los personajes más conocidos de la historia. Haciendo honor a su fama de actor meticuloso, Harris dedicó muchos meses a practicar piano y violín, estudiar dirección musical y leer ávidamente libros sobre la vida y obra de su personaje. Todo ello para, como él dice, «intentar imaginar de dónde sale, espiritual e intelectualmente, la música de Beethoven».

La directora Agnieszka Holland afirma: «Ed es uno de los pocos actores de su generación con la profundidad, la inteligencia y el valor necesarios para pasar por una experiencia tan difícil. El personaje requería toda su entrega y su talento».

Lo mismo puede decirse de Diane Kruger. Según Wilkinson, «ver a Diane interpretar una escena me ayudó a comprender, exactamente y por primera vez, el guión que Stephen y yo habíamos escrito».

Al igual que Harris, Kruger estudió música y dirección musical, y conocía las obras de Beethoven por haber crecido en Alemania, un país en el que se familiariza a los jóvenes con la música del compositor desde temprana edad.

Kruger recuerda: «Ed, Agnieszka y yo nos conocimos en Los ángeles justo un año antes de que empezara el rodaje. Estuvimos un mes leyendo, ensayando y puliendo detalles, así que cuando llegamos a Budapest ya teníamos una idea bastante clara de lo que queríamos», y añade: «Beethoven tuvo una vida muy interesante y llena de estímulos. Creo que el guión lo retrata como persona, no como mito».

El productor y guionista Stephen Rivele explica: «No tuve que investigar demasiado sobre Beethoven, ya que había vivido con él durante 30 años de mi vida. Lo descubrí a los 13 años, cuando mi madre trajo a casa un disco de la Quinta Sinfonía. Desde entonces me apasiona, y para mí es tan real como cualquiera de las personas que conozco».


El rodaje de COPYING BEETHOVEN comenzó el 5 de abril de 2005, en un bosque a las afueras de Budapest, Hungría, con una intensa escena en la que Beethoven, Anna y otras dos personas se dirigen a toda prisa en un carruaje al encuentro de Karl van Beethoven. Karl, interpretado por el joven actor Joe Anderson, es un alma atormentada, abrumada por las expectativas que tiene su tío de que siga, a pesar de que es imposible, sus pasos.

«Era el primer día de rodaje y yo tenía que interpretar la escena más emotiva de mi personaje», explica Anderson. «Y no había rodeo posible.»

Lo mismo puede decirse de Harris y Kruger, quienes tuvieron que pasar varias horas de una calurosa tarde de primavera corriendo por el bosque vestidos con prendas de lana muy pesadas.

Al día siguiente, el equipo de rodaje se desplazó a los estudios de Mal Film Studios en Budapest para rodar durante más de tres semanas en el decorado del apartamento de Viena en el que vivía Beethoven.

«La estructura de la historia recuerda a una obra de teatro, pues los personajes se mueven activamente por el apartamento», explica la directora, Agnieszka Holland.


Para que los actores pudieran moverse y crear un entorno que permitiera diferentes planos con cada ángulo de cámara, la directora artística, Caroline Amies, diseñó una «estructura de laberinto para poder trucar un poco la realidad y crear así un espacio en el que los personajes pudieran hacer pequeños trayectos. No queríamos que la habitación, ni la película, parecieran la estancia de un museo, sino que reflejara el espíritu del tiempo y el color. Creamos una paleta muy rigurosa, rica y tenue, utilizando sólo materiales de la época (nada de vinilo o plástico), y buscamos artesanos expertos que supieran trabajarlos».

El apartamento, de cuatro habitaciones, está atestado de platos sin lavar, papeles desperdigados, instrumentos, dos pianos y muchos otros objetos fuera de sitio.

«Beethoven era muy desordenado (él siempre estaba pensando en la música, no en limpiar, y tuvo muchas amas de llaves diferentes).», explica Amies. «Me sorprendió enterarme de que vivió nada menos que en cincuenta apartamentos diferentes en Viena. Muchas veces se mudaba para escapar de las amas de llaves, que no le inspiraban ninguna confianza. Siempre comprobaba las cuentas minuciosamente, porque sospechaba que le engañaban.»

Amies esbozó por primera vez lo que sería el apartamento de Beethoven en el reverso de la tarjeta del hotel de Viena en el que se alojaba mientras investigaba sobre el compositor, y se la envió por fax a Agnieszka Holland. Durante su investigación visitó archivos y museos, pudo ver partituras de Beethoven (como ella misma exclamó: «¡escritas de su puño y letra!») y estuvo en dos de los apartamentos que el compositor alquiló. Incluso paseó por una de las calles en las que vivió (una de las pocas de aquella época que siguen intactas).


«Empecé a enamorarme de él al descubrir más cosas sobre su vida», explica Amies. «Tenía una rutina muy organizada, se levantaba a la misma hora, se hacía siempre el café con sesenta granos exactamente, seguía el mismo horario de trabajo, comía siempre en el mismo sitio y a la misma hora, y solía acostarse a las nueve para leer a Goethe o a Schiller. Le gustaba tomar un poco de vino tinto y salía de vez en cuando, pero su sordera le obligó a refugiarse en sí mismo cada vez más, y quizás por eso su música es tan especial: no estaba influido por lo que pasaba a su alrededor.»

Uno de los artilugios más curiosos que abarrotan el apartamento del maestro es un aparato de metal que se ataba alrededor de la cabeza para dirigir el sonido hacia sus oídos. «No existe un registro exacto de todos los aparatos que probó para amplificar el sonido», explica Amies, «pero se sabe que modificó algunos instrumentos para aumentar su audición. »

La sordera del compositor es evidente en las escenas rodadas en el hermoso Museo Etnográfico de Budapest, lugar en el que se rodó durante dos días la escena del ensayo de la innovadora Gran Fuga de Beethoven. En dicha escena, el Archiduque (Nicholas Jones) termina preguntándose si el grandioso genio ha perdido definitivamente los papeles. También se rodó en este museo la intensa confrontación entre Beethoven y Martin Bauer, a la que Anna asiste horrorizada. Al igual que en el caso de Joe Anderson, la escena más intensa de Matthew Goode se rodó el primer día, y fue ésta.

«Creo que fue bueno para la historia tener que lidiar por primera vez con la intimidante imagen artística de Ed Harris al mismo tiempo que mi personaje se enfrentara a Beethoven», explica Goode. «Ed es un hombre generoso y considerado, bastante afable, de verdad, pero cuando se te acerca con paso decidido desde la otra punta de la habitación y te mira desde dentro de su papel, resulta fácil olvidarse de todo eso y que surja cierto nerviosismo.»

Tras rodar las escenas en el museo, el equipo se trasladó a un castillo antiguo en el distrito de Zichy, en la zona de Buda, a la orilla derecha del Danubio, donde se construyeron los decorados de la imprenta y la oficina de Schlemmer, así como de la taberna Kresnski (la favorita de Beethoven).

«El castillo estaba abandonado, y hubo una época en que se utilizó de cuartel militar», explica Caroline Amies. «En la oficina privada de Schlemmer hay un sofá cama rodeado de instrumentos musicales, entre ellos una reproducción de una espineta y un piano de mesa de época que él toca en una escena con Anna.»

En dicha escena, Schlemmer recuerda con nostalgia las hermosas melodías que Beethoven solía componer y expresa su desconcierto ante los tonos disonantes que está utilizando en sus últimas composiciones.

Diane Kruger explica: «Anna, a su vez, tampoco logra entender los nuevos trabajos de Beethoven hasta que una noche, volviendo a Viena tras visitar a su padre enfermo, la música encaja de repente en su cabeza. Pone voz a todos los sentimientos y emociones que ella está experimentando».


Junto a la oficina de Schlemmer hay un taller lleno de imprentas y prensas originales y reproducidas. Amies dice: «En aquella época, Viena estaba plagada de compositores, y hacían falta personas que pudieran copiar a mano las partituras originales, que muchas veces eran confusas y estaban escritas sin cuidado. Esas copias hechas a mano se grababan y se imprimían, y luego se cosían juntas y se prensaban».

Como cada instrumento requería su propia partitura, una orquesta podía necesitar hasta cien partituras para cada actuación.

«Tuve que aprender todo el proceso de impresión con planchas de cobre, en el que se utilizan ácidos, barniz de cera de abeja, tiza y rejillas calientes», explica Amies. «El proceso ha permanecido igual hasta nuestros días.»

El barrio medieval de la ciudad húngara de Sopron ha servido para rodar los exteriores de una de las escenas más complicadas de la película, en la que participan cientos de extras y en la que se ve a Anna deambulando por las concurridas calles de Viena.

«Esta ciudad pasa perfectamente por Viena debido a su arquitectura similar y a la proximidad e influencia de Austria», comenta Agnieszka Holland. «Como mitades del Imperio Austrohúngaro, Austria y Hungría comparten una historia y una cultura comunes.»

Otros decorados creados en la ciudad de Sopron son el apartamento de Martin Bauer y el exterior del Teatro de la Corte Imperial de Viena, donde Beethoven recibe una calurosa acogida tras el estreno de la Novena Sinfonía. No obstante, la monumental tarea de rodar los fragmentos de la sinfonía tuvo lugar en la ciudad de Kecskemet, Hungría, en el Teatro Katona Jozsef.


Allí, durante cuatro días, Ed Harris y Diane Kruger dirigieron la Orquesta Sinfónica de Kecskemet, compuesta por 55 músicos, y el prestigioso Coro de Kecskemet, de 60 miembros, en cuatro partes diferentes de la sinfonía (que cubren aproximadamente diez minutos de película). Aunque la música que aparece en la película pertenece a una grabación del año 1996 de la discográfica Decca, la orquesta y el coro de Kecskemet interpretaron en directo algunas partes para acompañar el sonido grabado. Tenían que interpretar exactamente con el mismo ritmo de la grabación, y a Ed Harris le costó mucho marcarlo aunque, según el asesor musical Piotr Kaminski, lo hizo muy bien.

«Me impresionó mucho (por lo que vi y lo que oí comentar a los músicos) la habilidad de Ed para dirigir la orquesta en todas aquellas partes. Estuvo increíble, muy convincente, igual que Diane, que tenía que dirigir desde una posición bastante difícil en el foso de orquesta.»

Ed Harris dice: «Tras cierta inquietud inicial, el coro y la orquesta se dieron cuenta de que tenía idea de lo que estaba haciendo y de que había hecho los deberes, y cuantas más tomas hacíamos, más libres y cómodos se sentían. Hubo un momento en que, justo antes del final, Agnieszka gritó: “¡Corten!”, pero no podíamos parar. Yo seguí dirigiendo, y ellos siguieron tocando hasta el final. Cuando acabamos, el teatro estalló en aplausos. Fue un momento muy gratificante».

Las numerosas tomas fueron a la vez agotadoras y estimulantes para el equipo técnico y artístico. Cientos de extras vestidos con trajes de gala de época llenaban el auditorio, donde también se encontraba Matthew Goode, cuyo personaje, Martin Bauer, a pesar de su aversión personal hacia Beethoven, llora de emoción con la música. El propio Goode quedó fascinado por la experiencia.

«Viendo a Ed dirigir se me puso la piel de gallina», dice. «Me sentí como si viajara en el tiempo hasta aquel preciso momento. La toma 50 fue igual de emocionante que la primera.»

Aunque existen más de cien grabaciones distintas de la Novena Sinfonía, el montador musical Andy Glen dice que la grabación de 1996 de la discográfica Decca, con Bernard Haitink dirigiendo la prestigiosa Royal Concertgebouw Orchestra de ámsterdam (formada en 1888), cautivó especialmente a la directora del filme.

«Existen ciertas diferencias en las distintas grabaciones de la Novena, y Agnieszka quería una con un tempo rápido y mucha emoción y brío. Oímos aproximadamente seis grabaciones antes de decidirnos por la versión de Haitink.»


En la banda sonora hay música tocada con instrumentos de principios del siglo xix, que tenían un diseño y unas afinaciones diferentes a los actuales. Los arcos del violín y el chelo, por ejemplo, tenían unas curvaturas características que requieren una técnica diferente a la que se utiliza hoy día. Algunos de esos instrumentos de época aparecen en el escenario del Teatro Katona Jozsef durante el rodaje de la Novena Sinfonía.

Para iluminar el teatro, decorado con madera oscura y colores rojos, se utilizaron 600 velas, y fueron necesarias ocho personas para encenderlas y apagarlas rápidamente entre toma y toma.

De pie frente a la orquesta, Ed Harris está ataviado con lo que la diseñadora de vestuario Jany Temime describe como un traje «chic-raído. Quería que pareciera una estrella del pop avejentada, alguien que aún conserva cierto sentido de la elegancia pero que ya no se preocupa por su aspecto».

Temime fabricó y ajustó más de 650 trajes de época inspirándose en los retratos del maestro francés Ingres (1780-1867). Todos los trajes y tejidos se trajeron de Londres, incluidos cien trajes de noche.

«1824 fue una época de transición en la forma de vestir de las mujeres. Los talles altos empezaron a bajar. Aún así, he decidido mantenerlos altos, porque se identifican más fácilmente con esa época», explica Temime.

Para el personaje de Anna Holtz, Temime diseñó vestidos y abrigos sencillos que «Anna, por ser una mujer trabajadora y sin recursos, se habría hecho a mano. Sólo tenía dos vestidos, que diseñamos a partir de patrones antiguos y luego tratamos y envejecimos con planchas de hierro calientes y jabón».

El vestuario de Matthew Goode, explica Temime, «refleja refinamiento, buena posición y elegancia. Una persona de su posición iría a un buen sastre y se preocuparía mucho por su apariencia».

Tomándose el mismo interés, la directora Agnieszka Holland aplicó por igual «hierro caliente» y un toque de terciopelo en el escenario.

Kruger explica: «Agnieszka es el capitán del barco, y es muy resolutiva. Está muy preparada y trata de maravilla a los actores, incluso cuando nos pide que mejoremos nuestras interpretaciones».

COPYING BEETHOVEN es la tercera colaboración entre Agnieszka Holland y Ed Harris, quien explica: «Agnieszka es una buena amiga, la conozco desde hace veinte años. Sabe lo que se hace. Cada día hay muchísimo rodaje, y ella consigue sacarlo adelante. Yo me maravillo. Estoy muy orgulloso de trabajar con ella».

Por su parte, Agnieszka Holland afirma que ha intentado permanecer fiel al espíritu del gran compositor y al mismo tiempo acercar su música tanto a quienes ya conocían su trabajo como a quienes lo descubren por primera vez.

«En la película, la música no es una ilusión. La estamos utilizando, como hizo Beethoven, para reflejar una época de la historia con un estilo contemporáneo popular. Así era Beethove

Autor

  • JAE
    Jose Escribano

    Responsable de Contenidos en Informativos.Net

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