Con una cota de desempleo que afecta a unos 5 millones de personas en España, la puesta en escena de las bonanzas y éxitos de una gran empresa no parece un tema muy “popular”; y sin embargo, el presidente de Mercadona saca pecho y muestra su orgullo por un modelo de negocio que ofrece alegrías al capital y agrada incluso a sus trabajadores. Sí. La prospectiva que ha realizado Informativos.Net entre algunos de los empleados de Juan Roig-aleatoriamente- es sorprendentemente positiva. Sólo se quejan, emitiendo una sonrisa, de que trabajan los sábados; pero aseguran que su sueldo lo compensa.
Mercadona, que siempre ha apostado por la reinversión como estrategia para crecer, reinvirtió el pasado año 600 millones de euros en la apertura de 46 nuevas tiendas y generó 6.500 nuevos puestos de trabajo. En la actualidad cuenta con 1.310 establecimientos y una plantilla de 70.000 trabajadores de los cuales, la totalidad tienen un contrato fijo. La perspectiva de crecimiento de Juan Roigpara el próximo año pasa por la internacionalización -podría ser Francia, Belgica, Portugal o Italia- y espera crear este año 2.000 nuevos puestos de trabajo y su intención es la de aumentar las ventas un 7% hasta los 19.100 millones.
Podría parecer que estamos hablando de unos tiempos ya anclados en un pasado de crecimiento sin límite, pero -en este caso- todo es producto de la eficacia y la excelencia empresarial, además de la terquedad y visión global de un empresario poco dado a las bagatelas; que también influye lo suyo. Una eficiencia que, sin embargo, no ha estado exenta de contratiempos.
En 2010 Mercadona sufre un descenso en su volumen de ventas que Roig supera con un estilo muy peculiar y simple de hacer las cosas. Abarata los precios, retira del mercado los productos de menor rotación y se deshace de Manuel de Juan, director general de compras, quién un año después se alía con Eduardo Fernández, Inma Sainz, José Luís Morcuende y Bautista Subies, todos exMercadona, con el objetivo de hacer la competencia a su exjefe; aunque este es otro asunto.
Roig, economista que impulsó su imperio sobre los comercios de ultramarinos que adquirió a su propio padre y el compromiso de la fidelidad mediante trabajadores, proveedores y clientes fijos, consolidó en los ’90 un modelo de comercio de barrio que todavía funciona, gracias a una relación calidad-precio que se mantiene siempre intacta y a la proximidad con el cliente, al que el empresario valenciano llama, significativamente, “el jefe”.
¿Pero qué ocurre cuando un empresario cómo Juan Roig habla?. él, que ha levantado ampollas defendiendo públicamente la reforma laboral impuesta por el gobierno y argumentado, además, su falta de contundencia, cuenta, paradójicamente, con 70.000 trabajadores todos fijos y su perspectiva es la de crear más puestos de trabajo en lugar de eliminarlos. Sus empleados tienen acceso a formación permanente, promoción interna, salario completo durante las bajas laborales y posibilidad de trabajar cerca de su domicilio entre otras prestaciones; pero, quizás, su desafortunada manera dialéctica de recurrir a los ‘bazares chinos’ -para referirse a la necesidad de incentivar la cultura del esfuerzo y ‘desincentivar el paro’- haya proporcionado a algunos los argumentos necesarios para centrar el tema en lo que parece les importa más y de una manera visceral: demonizar, sin excepciones, la figura del empresariado.
A pesar de los pesares, Roig ha dicho más. Se ha mostrado contrario a los recortes sociales, pero también ha criticado el absentismo laboral -una de las lacras de la economía española que, además, pone en evidencia la irresponsabilidad de un sector amplio de trabajadores-; el “despilfarro” -por no llamarlo corrupciones y corruptelas, imagino- de las Administraciones públicas en España, sobre que ha dicho: “lo tenemos de todos los colores y habrá que cortarlo, porque en la medida que se haga, saldremos antes de la crisis” y las subvenciones improductivas, que han consolidado la cultura del absentismo.
Coherente. Si valoramos con sinceridad las declaraciones del presidente de Marcadona deberemos pensar en su coherencia. «La crisis durará el tiempo que se tome todo el mundo en aplicar el cambio radical que necesitamos”, asegura Juan Roig. Todo el mundo. Gobierno, administración pública, empresarios, trabajadores y poder judicial.
Gema Castellano