En el actual entramado de agricultura productivista resulta obvio que una medida tal como la sustitución de los insecticidas convencionales (pesticidas sintéticos) por especies devoradoras de insectos no permitiría, por sí sola, mantener el nivel de renta de los campesinos (sobre todo en el mundo industrializado), pero desde luego sí que podríamos dar el paso hacia una producción agraria integrada en la que se fueran reduciendo paulatinamente los insecticidas sintéticos más potentes para ceder a la introducción en el agroecosistema de especies insectívoras tradicionales en el mismo.
Con la llegada de la primavera al Hemisferio Norte retornan a los ecosistemas septentrionales aves migratorias que han pasado el invierno al sur del Trópico de Capricornio. En el caso europeo, estos son los abejarucos, herrerillos, zorzales y otros pajarillos de gran voracidad y que basan su dieta en insectos, especialmente alados. En el continente americano la presencia de especies homologables a las aves insectívoras europeas no es tan estacional. En la mayoría de países de allende el Atlántico, -tropicales todos ellos-, la actividad de estas aves se extiende a lo largo de todo el año.
Especies como el herrerillo común (del tamaño de un gorrión) son capaces de consumir en menos de un día el equivalente a la cuarta parte de su peso vivo. El abejaruco bate este récord pues no sólo consume insectos sino que emplea la caza de bichitos voladores como técnica de adiestramiento para sus crías.
Convenios internacionales establecen que estas especies deben estar protegidas. La mayoría efectivamente lo están por ley, pero incluso en países tan supuestamente desarrollados, como España muy pocos cazadores conocen exactamente las particularidades de estas aves y menos aún los agricultores. El motivo, es la desidia de los gobiernos, cuando no, los potentes intereses que impiden que se dé a conocer las ventajas medioambientales y económicas derivadas de la protección de estos animales.
Hoy por hoy los cazadores legales no son una amenaza para estas aves. Ningún cazador con licencia y buena ética dispararía contra un pajarillo, que por su tamaño se diferencia bien de los trofeos permitidos durante la temporada de caza.
No obstante, se dan casos de furtivismo contra algunos insectívoros algo más estilizados (de poco más de un palmo de envergadura) que son utilizados como piezas de consumo doméstico en determinadas culturas, sobre todo cuando los seres humanos de estas poblaciones autóctonas sufren situaciones extremas desde el punto de vista económico.
Al margen de este hecho, lo que fundamentalmente ocurre es que los insectívoros mueren por efecto de pesticidas, bien porque su uso frecuente contamina el ecosistema y hasta provoca infertilidad u otros problemas reproductivos en la fase de incubación o de cría de los polluelos; bien porque se empleen dosis no adecuadas y se llegue a contaminar hasta el aire provocando la asfixia o envenenamiento de los pajarillos y de otras especies.
La propia reducción de la plaga por efecto de un veneno químico implica la muerte de otros insectos que también pueden ser depredadores del que es considerado plaga, y que en cualquier caso podrían haber servido de alimento a las aves insectívoras (que hayan sobrevivido al efecto directo del pesticida) y que se encuentran ante la falta de comida, con otro problema para su reproducción como individuos y como comunidades.
La muerte de un animal doméstico, ya sea una mascota o un animal de producción en granja, es objeto de sanción por cualquier código penal y ésta viene definida, ante todo por una indemnización derivada del daño económico y/o moral provocado al propietario del animal muerto.
Pero +quién es el dueño de los animales salvajes? +A quién se debe culpar como autor de sus muertes en el caso de envenenamiento por pesticidas? +A quién cuándo lo que se provoque sea infertilidad o se fuerce a las comunidades de estos animales a abandonar su hábitats tradicionales?
Desde el punto de vista del Derecho Positivo, los animales salvajes son propiedad del Estado, y en el caso de las especies protegidas son los ministerios de Agricultura, Medio Ambiente o Interior, los encargados de su protección y de la búsqueda de responsabilidades en caso de que éstos sufran daños.
Cuando se daña a un animal (doméstico o salvaje) por uso incorrecto de un pesticida se deberían aplicar los principios de responsabilidad en cadena y subsidiariedad, según cada situación. Lo primero que conviene saber es si la legislación del territorio donde se ha producido la muerte del animal exige al fabricante de plaguicidas incluir en el etiquetado del envase del veneno el grado de peligrosidad para la fauna. Este es el caso de España y de todos los países de la Unión Europea, luego el principal responsable sería el fabricante si omite datos a este respecto o miente sobre ellos.
En caso de que el veneno esté correctamente etiquetado pero la dosis indicada no sea la que aplicó el agricultor sino que la haya superado o haya manipulado el producto incorrectamente y algunas de éstas sea la causa imputable por la muerte del animal, la responsabilidad será principalmente del agricultor.
Si la etiqueta era correcta y la dosis aplicada también, entonces el máximo responsable es el Estado u órgano administrativo que haya autorizado semejante etiquetado e indicaciones de dosis, o que no haya previsto la situación ecológica que desencadenó la muerte del animal.
Por supuesto que puede haber atenuantes como incidentes accidentales y por descontado, también, que cuando hablamos de "principal responsable", no estamos hablando de eximir de responsabilidad al resto de actores necesarios en la cadena que provocó la muerte del animal.
En cualquier caso esta breve explicación no debiera extenderse más, porque a efectos prácticos, tanto en España como, sobre todo, en Latinoamérica rarísima vez se abren procesos por la muerte de animales a consecuencia de pesticidas. En el caso de los animales domésticos, salvo accidente, es difícil de demostrar y en el caso de animales salvajes mucho más, y en estos últimos casos sólo los grupos de defensores de la Naturaleza (por lo general con pocos recursos económicos y humanos) son los únicos que denuncian. El propio Estado se suele inhibir cuando no, es el mismo, el responsable de los envenenamientos, según los principios de subsidiariedad descritos.
La Cumbre de Río de Janeiro supuso un brindis al sol por parte de prácticamente todas las naciones del planeta que se comprometieron "firmemente" a proteger la biodiversidad, aunque ni siquiera la presencia de esta defensa en la legislación nacional garantiza nada.
Las campañas publicitarias de los gobiernos para fomentar la protección de insectos devoradores de otros insectos, de aves insectívoras y de otros animales que contribuyen a reducir las plagas del campo se reducen a lo más ínfimamente testimonial en los países más desarrollados, y a nada en los menos favorecidos económicamente.
Cada vez son más frecuentes las noticias de plagas agrícolas o forestales en los informativos de radio y televisión, así como en los diarios de información general ¨De qué nos quieren convencer? Siempre ha habido plagas. Precisamente hoy día no debería de haberlas ni ser tan virulentas si como supuestamente dice la propaganda de pesticidas industriales, éstos son fulminantes y efectivos.
Los insectos son seres vivos y mutan genéticamente ante situaciones adversas, por ello los supervivientes a un plaguicida (aunque sean escasos) se hacen resistentes al mismo y al cabo de una o pocas generaciones aparecen una raza de insecto casi o totalmente inmune al veneno que se convierte entonces en inútil, pero en ese momento la industria habrá creado un nuevo veneno más potente y seguramente más caro, y así sucesivamente…
Los depredadores de insectos también mutan cuando mutan sus presas y ello ha permitido a la naturaleza permanecer en equilibrio durante millones de años. La ciencia humana lo sabe y lo demuestra, y nuestros conocimientos sobre Biología nos pueden permitir una mínima intervención a favor de especies de nuestro interés (como los cultivos agrícolas) o los animales que contribuyen a su protección. ¨Por qué no se hace?
Los misterios de la vida han sido ya prácticamente desvelados y los postulados que los explican son de una efectividad tal que el avance de los conocimientos y aplicaciones en este sentido camina a pasos agigantados, sin embargo lo que se ha conseguido en Biología o Paleontología no es equiparable a las ciencias sociales, aún estamos manejando dogmas comerciales y sociales, basados en la Economía y las Ciencias Políticas decimonónicas. Algo así como si quisiéramos explicar la Naturaleza viva con los conocimientos anteriores a Mendel y a Darwin.