Me impresionó mucho la cara que se le puso a mi interlocutor cuando le comenté que me parecía imposible que el personal de su fábrica tuviera un rendimiento aceptable con el gran nivel de contaminación acústica del que estaban rodeados, al principio, pensé que no me había escuchado bien, pues el ruido era infernal, pero después me di cuenta que lo que pasaba es que en su trastornada cabeza, no se computaba el ruido como contaminación.
Recapacitando mas tarde, comencé a darle vueltas al asunto, y finalmente me decidí a escribir algo sobre este tema, por si puede ayudar a alguien a entender algo tan grave y tan olvidado por los gobiernos mediterráneos como es la contaminación acústica, aunque dudo que este tema le interese a mucha gente.
Y es que creo firmemente que el ruido forma parte de nuestra cultura, pues es muy cierto, que los mediterráneos, asociamos la algarabía y el follón, con la vida y la alegría, de igual modo que asociamos el silencio y el recogimiento con la muerte y la tristeza.
No obstante, esto no es una vacuna contra los efectos secundarios que la exposición al ruido lleva consigo, dependiendo del tipo de ruido, de la intensidad, y del tiempo de exposición, el ruido puede llevarnos a estados de estrés, disfunciones digestivas, taquicardias, aumento de la presión arterial, graves alteraciones en el sistema inmunológico, una anormal secreción de ciertas hormonas, perturbaciones del sueño, resistencia al aprendizaje y la cognición, incitación a la violencia, comportamientos compulsivos, perdida progresiva de la capacidad auditiva, y un suma y sigue que podríamos extender hasta la saciedad.
Aunque pueda parecer que todo este rosario de patologías queda fuera de nuestra vida diaria, nada mas lejos de la realidad, en la comunidad de Madrid (por poner un ejemplo), el nivel «medio» de ruido esta en torno a los 65,7 decibelios, cuando el máximo recomendado por la OMS para una ciudad ruidosa es de 60 decibelios. Directamente se deteriora la capacidad auditiva cuando se superan los 75 db (decibelios), y está comprobado que la media en una oficina está en torno a 70 db, mientras que en una fábrica ronda los 80 db.
Esta falta de preocupación por la contaminación acústica, que nace de la inocencia del propio individuo, tiene una continuidad socio cultural, tras la que se oculta una falta de inversiones en medios y maneras de evitar el crecimiento del ruido a nuestro alrededor. Pues si bien es cierto que la gente de a pie no da importancia a este tema, no es menos cierto que la sociedad médica, los responsables de la salud pública, los sindicatos y los empresarios, no desconocen o no deberían desconocer los riesgos de las actividades ruidosas, la mayoría de las veces evitables con materiales en buen estado o de mejor calidad, como es el caso de fábricas con máquinas que se pueden insonorizar, o de oficinas con impresoras ruidosas, mas baratas que las impresoras silenciosas.
Deberíamos ser mas conscientes de lo agotador que resulta estar sometido al ruido, hacernos a la idea, de que podemos evitar una luz molesta cerrando los ojos, un olor fétido tapándonos la nariz, pero es del todo imposible «dejar de oír» de una forma voluntaria, por lo tanto debemos cuidar al máximo lo que nos entra por los oídos.
Cuantas veces, estamos en un bar, intentando hablar con alguien, al igual que el resto de los clientes del bar, todos gritando para poder entendernos, y la televisión, que nadie la está mirando, chillando a todo lo que da. Esto es un perfecto ejemplo de contaminación acústica gratuita, que a lo único que conduce es a la segregación de grandes cantidades de adrenalina, y su correspondiente contribución a una de las patologías anteriormente expuestas.
Deberíamos ser un poco mas educados con nosotros mismos, y exigir un mínimo de cordialidad acústica, empezando por los ayuntamientos, que parecen tener este tema como algo marginal, como una de esas partidas en las que «nos podemos ahorrar un dinerillo», sin embargo, en la urbanización donde viven alcaldes y políticos ruidosos, por lo general solo se escucha el canto de los pájaros (25db), sus mercedes oficiales tiene un motor afinado en «Fa» que prácticamente no se oye (40db), y en sus despachos, el aislamiento acústico a base de maderas nobles es la norma (5db), ¿será casualidad?.
JCV(1999)