Mientras exista algo de naturaleza salvaje habrá traficantes de especies amenazadas. La clave de este repugnante negocio es alcanzar el punto «óptimo»: un estadio de los ecosistemas a medio camino hacia la catástrofe ecológica. Es un mercado, como cualquier otro. Eso sí, ilegal, inmoral y peligroso para la salud de nuestros ecosistemas.
Pero los negocios ilegales, inmorales y peligrosos para la salud proliferan tanto como los aparentemente «decentes», por lo que no es de extrañar que éste del tráfico de especies mueva tanto o más dinero que el de armas, la droga, el proxenetismo, la pornografía infantil o cualquier otra lacra de nuestra sociedad, consentida o descontrolada por el sistema socieconómico en el que nos ha tocado vivir. Precisamente porque los artífices de cada una de ellas suelen ser los mismos y en realidad, cada actividad no es más que un capítulo en la diversificación de los holdings del crimen organizado.
En España se hallan las mayores reservas, por no decir las últimas, de águila imperial, buitre negro, y otras especies carroñeras y rapaces, que mantienen la salud de ecosistemas y de humanos, pues de sobra es sabido su efecto beneficioso en el control de plagas y su actividad higiénica en el campo abierto.
La Península Ibérica y las Baleares son, también, paso obligado y núcleo de nidificación del halcón peregrino, del que apenas queda un millar de parejas en territorio español, según datos del Ministerio de Medio Ambiente, que atribuye al tráfico ilegal de especies la principal causa de este descenso, y en menor medida al empleo abusivo de pesticidas y al retroceso de la vegetación natural que servía de hábitat a esta especie.
Por su parte, la organización conservacionista SEO (Sociedad Española de Ornitología) denuncia que la reducción de la población de halcones peregrinos y de otras rapaces se debe mayormente a los pingües beneficios que reporta el expolio de nidos y posterior mercadeo de huevos, pollos y, llegado el caso, halcones adultos, que alcanzan precios astronómicos en el mercado negro, que frecuentan clientes tales como terratenientes coleccionistas o con más frecuencia por millonarios caprichosos, aficionados a la cetrería.
Fuentes de la coordinadora Ecologistas en Acción aseguran que existen bandas perfectamente organizadas que se dedican a tiempo completo a estas actividades delictivas y que, preferentemente, desarrollan su infamante negocio en las Comunidades Autónomas de Madrid y Castilla-La Mancha, precisamente donde más ha descendido la población de halcón peregrino, según datos oficiales.
Las últimas reservas de este ave se hallan en Castilla y León, Aragón y Andalucía, mientras que en el resto de la Península y Baleares, la presencia de halcones peregrinos es poco menos que testimonial, si no lo es ya en sus reductos castellanoleoneses, aragoneses o andaluces.
Ecologistas en Acción, afirma haber detectado el robo de 140 pollos en estas áreas. El SEPRONA (Servicio de Protección de la Naturaleza, de la Guardia Civil) informa que en las subastas ilegales una cría de halcón peregrino puede salir a puja por 150.000 pesetas, doblando fácilmente esa cantidad si el pollo ha sido recogido hace poco tiempo y dependiendo del aspecto que presente.
Las mismas fuentes aseguran que en reservas naturales y zonas protegidas se han llegado a detectar hasta 17 nidos expoliados. Si esto ocurre en áreas dotadas con sistema de vigilancia y seguimiento de especies +qué no sucederá en áreas abiertas como las vastas estepas castellanas, las dehesas manchegas, los secarrales murcianos o las ruinas de los campos riojanos, catalanes o de cualquier otro lugar de España? Estas han sido las áreas de práctica desaparición del halcón peregrino y esa es la causa presumible de su extenuación como especie.
Desde luego, la retirada de cultivos, el retroceso del bosque mediterráneo, el abuso de pesticidas, el avance de polos industriales, autovías, etcétera han acelerado la espantada de la mayoría de especies avícolas a las que se ha hecho imposible la nidificación y la reproducción en general (la mayoría de los pesticidas produce impotencia en las aves, cuando no las mata directamente; y la persistencia de sonidos fuertes impide la reproducción y hasta la vida de la mayoría de los pájaros en una zona).
A falta de medios oficiales que garanticen la protección de estas especies, los grupos ecologistas locales de Almería, Cuenca, Guadalajara, Madrid, Jaén, Mallorca Huesca, Zaragoza y León, han organizado auténticos sistemas de vigilancia paralelos a los oficiales, en áreas de nidifacicón concretas, convirtiéndose así en experimentados detectores y denunciantes de estas bandas de expoliadores.
Los mayores éxitos de estos grupos de jóvenes (y no tan jóvenes de edad, aunque sí de espíritu medioambiental) se los han llevado los ecologistas de Madrid (en los Cortados y Graveras del Jarama; y en las áreas del Alto Lozoya y La Pedriza) y de las provincias de Guadalajara (Alto Tajo) y Cuenca (en las Hoces del Cabril y en la Serranía de Cuenca).
La actividad de estos espontáneos vigilantes ha provocado la detención y desarticulación de bandas de biotraficantes en esas áreas, y lo que es más importante, la recuperación de la población de estas rapaces.
A pesar del éxito obtenido en estas zonas, aún son muchas más las áreas que carecen de protección y mucho más cuando se trata de especies menos emblemáticas que el halcón peregrino. De hecho, hay rapaces, mucho más humildes desde el punto de vista conservacionista, como el ratonero o la lechuza, que son objeto de expolio o caza furtiva con destino a los mercados negros de la taxidermia.
Las pequeñas rapaces diurnas o nocturnas producen tantos o más beneficios medioambientales y a la salud pública, que las vistosas aves de gran envergadura, y sin embargo no están tan protegidas y sí, en cambio, bastante perseguidas por biotraficantes y furtivos.
El ratonero común, un pequeño halcón, parecido al cernícalo, recibe su nombre de su predilección por la caza de micromamíferos, pero quizá lo que muchos ignoren es su adaptación e inclinación a la captura de hembras de roedores. Esta peculiaridad le convierte en el «mejor matarratas» de la naturaleza, mucho más efectivo que cualquier veneno comercial, puesto que su caza selectiva dificulta la reproducción de estas prolíficas especies (en su mayoría perjudiciales para la salud humana o para cultivos y ganados).
El cernícalo y el ratonero cuando ven acosados sus hábitats naturales, se convirten en auténticos todoterreno, toleran mejor que sus primos falconiformes, los abusos humanos, acostumbran a anidar cerca de poblamientos humanos e incluso establecen sus guaridas en campanarios de iglesia, torreones medievales, casas en ruina, cortijos deshabitados, almacenes, etcétera lo que convierte a estas aves tan pacientes en un seguro para la población circundante, para sus animales y para sus cultivos.
Además, muchos cernícalos y ratoneros obtienen sus presas en las inmediaciones de estercoleros, vertederos de basuras y desagües de cloacas, por lo que los hábitats ocupados por la especie humana le son muy favorables, tanto como ellos pueden serlo para el supuesto animal racional.
No es de extrañar encontrar alguna de estas rapaces sobrevolando pueblos y hasta ciudades, y que, aprovechando la ocasión, en esta época veraniega de vacío informativo, algún avezado fotoreportero capte con su cámara algún halcón posado en las cornisas de la Gran Vía madrileña, en las azoteas del Paralelo barcelonés o sobrevolando las naves de algún polo industrial.
Por desgracia, ni se respeta a estas especies que tanto aguantan de los humanos; ni mucho menos a las consideradas superiores ya que por su propio código genético son tan delicadas y precisan tantos «mimos» de una especie tan desalmada como dependiente del equilibrio que éstos y otros animales garantizan.
Ojalá, el presente verano, acerque a humanos y aves algo más que por las cámaras de televisión o el tráfico de especies. Ojalá los calores estivales caldeen nuestro espíritu medioambiental y podamos contribuir con la denuncia o con el medio que tengamos a nuestro alcance a detener la destrucción de un medio sin el cual no es posible nuestra propia vida.