Nadie ha visto jamás un trilobita vivo. El último de estos animalitos feos y de caparazón duro murió hace doscientos cuarenticinco millones de años en la gran extinción Pérmica que diezmó alrededor del 90 por ciento de todas las especies. Pero a pesar de su prolongada ausencia del escenario de la vida, los trilobitas son una de las formas orgánicas extintas más exhaustivamente estudiadas de todas .
Los trilobitas aparecieron por primera vez aproximadamente hace quinientos setenta millones de años, durante la Explosión Cámbrica y fueron de los primeros organismos complejos. Por ser de caparazón duro, mientras la mayoría de los animales que vivían alrededor de ellos eran de cuerpo blando, los trilobitas se fosilizaron con mucha más facilidad que sus vecinos. Solamente bajo las circunstancias más raras llegaría intacto el tejido de una medusa al fondo del mar, se cubriría de depósitos sedimentarios y se volvería fósil. Pero los fósiles de los trilobitas se encuentran en grandes cantidades en todos los continentes.
El ‘xito mundial de los trilobitas tambi’n se puede atribuir a la ventaja de ser el primer animal en poseer un caparaz¢n externo duro. El caparaz¢n los proteg¡a de los primeros carn¡voras del mundo – los gusanos que hab¡an abandonado la corro_a por la cacer¡a – y les prove¡a de un esqueleto exterior para el soporte corporal y la adhesi¢n muscular. Los trilobitas fueron los primeros artr¢podos, los ancestros de los modernos cangrejos, los insectos y las langostas. A lo largo de trescientos veinticinco millones de a_os, 10,000 especies de trilobitas distintas evolucionaron, prosperaron y desaparecieron.
Debido a que eran tan prol¡ficos y por fosilizarse tan f cilmente, los trilobitas durante mucho tiempo han sido un tema favorito de los paleont¢logos. Niles Eldredge, uno de los expertos actuales de trilobitas m s destacados, era un estudiante de posgrado en la Universidad de Columbia a finales de los sesentas cuando se interes¢ por primera vez en ellos. Cuando le tocaba escoger un tema para su tesis doctoral, Eldredge opt¢ por una especie de trilobita norteamericano, Phacops rana , como el enfoque de su estudio sobre la evoluci¢n de los invertebrados.
Eldredge, ahora Director de Invertebrados en el Museo Norteamericano de Historia Natural en Nueva York, simplemente quer¡a reconfirmar el axioma de Darwin de que el cambio org nico ocurre cuando una especie, en respuesta a las presiones ambientales cambiantes, gradualmente se convierte en una especie nueva. Este ‘nfasis en el car cter gradual de la modificaci¢n de las especies hab¡a dominado el pensamiento evolutivo desde la publicaci¢n de Del origen de las especies en 1859. Pero a lo largo de m s de cien a_os de investigaciones, los paleont¢logos hab¡an fracasado en sus intentos de descubrir cualquier evidencia en forma de f¢siles para validar el gradualismo de Darwin.
Aun Thomas Huxley, el partidario m s convencido de Darwin, se hab¡a preocupado profundamente por la falta de cualquier f¢sil que mostrara una transici¢n paulatina de una especies padre a una especie hija. Aunque estaba totalmente comprometido con la teor¡a de Darwin, le resultaba sumamente penoso la incapacidad de los paleont¢logos de excavar cualquier f¢sil que comprobara el cambio gradual. Hasta la muerte de Huxley en 1895, cada ejemplo en las crecientes colecciones de f¢siles en el mundo mostraba lo mismo: Grandes diferencias f¡sicas exist¡an entre una especie padre encontrada en una capa de piedra y la especie hija incrustrada en la capa inmediatamente superior. Ni una pizca de evidencia cuadraba con la insistencia de Darwin sobre el cambio gradual. El fantasma del Bar¢n Cuvier se hubiera alegrado much¡simo.
En contra del consejo de Huxley, Darwin subray¢ que las especies se modificaban muy lentamente mientras los peque_os cambios increm’ntales se acumulaban de generaci¢n en generaci¢n. En Del origen , Darwin escribi¢: «Ya que la selecci¢n natural actoa onicamente por medio de acumular variaciones peque_as, sucesivas y favorables, no puede producir ninguna modificaci¢n grande o repentina; solamente puede actuar mediante pasos muy lentos y cortos. Por lo tanto la norma: ‘Natura non facit saltum’ [ La naturaleza no brinca ]’ «.
Para Darwin, igual que pare Lamarck antes, las especies no eran entidades estables. Eran gotitas, congeladas en forma de f¢sil, de la corriente de la vida. Durante la mayor parte del siglo veinte, debido a que los f¢siles recopilados no corroboraban el punto de vista de Darwin, y puesto que los evolucionistas no iban a abandonar a Darwin, a la paleontolog¡a – la onica fuente de hechos tangibles sobre la historia de la vida – se le hac¡a cada vez menos caso.
En su lugar el nuevo campo de la gen’tica, desconocida en la ‘poca de Darwin, se convirti¢ en el mejor cazadero de los evolucionistas que buscaban hechos para apoyar la creencia de Darwin en el cambio gradual. Pero la gen’tica tampoco supo proporcionar pruebas claras del gradualismo. Mientras el conocimiento sobre la gen’tica se acumulaba, la fe en el gradualismo de Darwin aumentaba y disminu¡a . Unos cuantos herejes aon llegaban a argumentar que las «macromutaciones» – los cambios mayores en los genes – causaban transformaciones radicales de las especies de una generaci¢n a la siguiente.
Aunque los proponentes de las macromutaciones provocaban de nuevo la controversia sobre la cuesti¢n de «repentino o gradual», su punto de vista nunca lleg¢ a tener un amplio apoyo. Y para los 1940 un nuevo consenso hab¡a surgido entre los evolucionistas. Conocido como la «S¡ntesis moderna», interpretaba los descubrimientos de la gen’tica para fortalecer el punto de vista de Darwin que todas las especies se modificaban en forma constante mientras la selecci¢n natural afinaba los organismos para sus ambientes cambiantes . Pero la S¡ntesis moderna no era un consenso cient¡fico acogido por todos. Aon no cab¡an los f¢siles inconvenientes de los paleont¢logos.
Finalmente en los sesentas, una nueva generaci¢n de paleont¢logos, incluyendo a Niles Eldredge y Stephen Jay Gould (un profesor de biolog¡a y geolog¡a en Harvard y una mundialmente famosa autoridad de la evoluci¢n), empezaba a subir por la escalera acad’mica. Su meta era clara: quer¡a hacer la paleontolog¡a de nuevo relevante regres ndola al redil de la biolog¡a. Para hacer esto necesitaba encontrar las pruebas f¢siles que faltaban y que apoyar¡an la S¡ntesis moderna.
En pos de esta meta Eldredge se decidi¢ examinar muestras de la especie trilobita Phacops rana , una especie que vivi¢ durante ocho millones de a_os en un vasto y bajo mar interior que cubr¡a el este de la Am’rica del Norte hace aproximadamente trescientos ochenta millones de a_os. A trav’s de un estudio meticulosamente detallado de este trilobita, Eldredge esperaba identificar los cambios evolutivos minosculos de los que los paleont¢logos anteriores no se hab¡an percatado.
Para recopilar ejemplos para su estudio Eldredge pas¢ meses manejando por Nueva York, Ohio, Michigan, Illinois, Indiana, e Iowa. De pedreras peque_as, arroyos, riberas de lagos y cortes del ferrocarril excavaba y catalogaba cientos de espec¡menes de P. rana . Utilizando los estudios existentes de la geolog¡a local, identificaba la edad de cada capa de piedra examinada y cada f¢sil recopilado. Mientras sub¡a verticalmente por una cara de la piedra, se adelantaba en el tiempo. Ningon sitio en particular conten¡a los espec¡menes que cubr¡an toda la extensi¢n de ocho millones de a_os de la historia de P. Rana , pero al coordinar las capas de f¢siles de varios sitios, Eldredge pudo juntar una colecci¢n que cubri¢ toda la gama de la especie por el tiempo y el espacio.
En la medida en que su colecci¢n crec¡a, Eldredge se volv¡a m s y m s preocupado. No obstante su antig_edad o su ubicaci¢n, todos los f¢siles se ve¡an iguales. Hab¡a de distintos tama_os porque los animales individuales mor¡an a distintas edades, y algunos mostraban se_ales de heridas y enfermedades, pero el patr¢n anticipado de caracter¡sticas que cambiaban en forma gradual simplemente no exist¡a. Desesperadamente preocupado de que no ten¡a resultados dignos de incluir en su tesis, Eldredge midi¢ cientos de espec¡menes bajo el microscopio. Registr¢ 50 dimensiones distintas por cada muestra: longitud de la cabeza, distancia entre los ojos, altura de los ojos, longitud de la cola, etc’tera. Proces¢ los datos por computadora, pero el an lisis estad¡stico no mostr¢ patr¢n de cambio alguno.
Seguro de que hab¡a descuidado algon indicio de cambio, Eldredge volvi¢ a estudiar su colecci¢n. En esta ocasi¢n se concentr¢ en los ojos de sus espec¡menes. Como los insectos modernos que descend¡an de ellos, los trilobitas ten¡an ojos compuestos . Unas filas de lentes peque_os tra¡an la luz al nervio ¢ptico donde el cerebro la convert¡a en imagen visual. No sabiendo que otra cosa hacer, Eldredge empez¢ a contar las filas de lentes de cada esp’cimen. Todos los trilobitas ten¡an 17 filas de lentes, con excepci¢n de uno de una pedrera de Ohio, que contaba con 18.
Habiendo por fin detectado una pizca de evidencia de cambio evolutivo, Eldredge examin¢ las filas de lentes del resto de su colecci¢n. Lo que encontraba era poco alentador. La variedad de 18 filas, un subtipo de P. rana llamado Phacops milleri , se encontraba solamente en capas bajas en Ohio y Ontario. La versi¢n de 17 filas se presentaba en todos los otros sitios y en todas las capas. Y lo m s preocupante de todo, aun donde se encontraba la variedad de 18 filas, las capas del tipo de 17 filas aparec¡a en el nivel inmediatamente superior. En breve, no hab¡a ninguna evidencia del cambio gradual, s¢lo un salto repentino de 18 a 17 filas en Ohio y Ontario.
A pesar de su dedicaci¢n extraordinaria Eldredge se encontr¢ frente al mismo enigma que hab¡a obstaculizado a todos los estudiosos sofisticados del registro de f¢siles. La explicaci¢n del patr¢n de estabilidad-salto-estabilidad, propuesta hac¡a 150 a_os por el Bar¢n Cuvier durante su enojado y agrio debate con Lamarck, afirmaba que las inundaciones catastr¢ficas arrastraban con las viejas especies de cuando en cuando y los sobrevivientes de otras regiones inmigraban para remplazarlas una vez que la situaci¢n se calmaba. El argumento de Cuvier ten¡a sentido hasta cierto punto, pero nunca explicaba c¢mo se formaban las nuevas especies de reemplazo. Puesto que Cuvier no cre¡a que las nuevas especies surg¡an de las viejas por modificaci¢n, ten¡a que concluir que los reemplazos eran sobrevivientes de las especies surtidas sobre la tierra en el momento de la Creaci¢n. L¢gicamente, la larga serie de desastres deber¡a haber reducido a la naturaleza de unas pocas especies para los tiempos modernos, pero la incre¡ble diversidad de la vida refutaba esta explicaci¢n.
En Del origen Darwin hab¡a asumido un punto de vista totalmente distinto. En el oltimo p rrafo de un cap¡tulo titulado «Sobre la imperfecci¢n del registro geol¢gico», resum¡a su explicaci¢n de los obvios saltos del registro de f¢siles y la correspondiente falta de pruebas del cambio constante y gradual:
Considero el registro natural geol¢gico como una historia imperfectamente mantenida del mundo, y redactada en un dialecto inconstante. De esta historia solamente tenemos el oltimo volumen, correspondiente a s¢lo dos o tres pa¡ses. De este volumen onicamente por aqu¡ y por all se ha conservado un cap¡tulo corto, y de cada p gina s¢lo unos cuantos renglones.
En esencia la explicaci¢n de Darwin fue: Hay muchas lagunas en el registro de f¢siles y mucho de lo que las piedras aparentan mostrar es enga_oso.
Pero mediante la recopilaci¢n meticulosa de espec¡menes de casi todos los sitios y todas las edades dentro del rango geogr fico y la existencia de ocho millones de a_os de un trilobita en particular, Eldredge pr cticamente hab¡a eliminado el problema de las «hojas faltantes» del registro de f¢siles. Aon as¡ el registro mostraba una absoluta estabilidad interrumpida por un salto innegable de 18 a 17 filas de lentes. La explicaci¢n de Cuvier era inotil, y la apolog¡a de Darwin por lo incompleto del registro de f¢siles victoriano no se aplicaba a la colecci¢n de Eldredge de P. rana. Deber¡a haber alguna manera sensata de reconciliar los datos contradictorios respecto a la evoluci¢n gradual versus la repentina.
La onica alternativa realmente otil fue sugerida en 1942 por Ernest Mayr, ahora profesor jubilado de Harvard y una de las grandes eminencias de la evoluci¢n del siglo veinte. El argument¢ que un grupo peque_o – como una bandada de aves que hab¡an anidado en una isla a orillas de una poblaci¢n grande – podr¡a aislarse del grupo principal. Por conveniencia, si no por otra cosa, es posible que tender¡an a reproducirse entre ellos mismos en lugar de mezclarse entre el grupo principal. Los genes alterados, copias errantes del ADN, que aparecer¡an en este peque_o grupo tendr¡an un impacto mayor en sus descendientes que si las mutaciones se diluyeran en el fondo de genes de la poblaci¢n principal.
Mayr tambi’n afirmaba que ya que las condiciones ambientales en el terreno de este grupo aislado probablemente ser¡an distintas a las del territorio base de la poblaci¢n principal, la selecci¢n natural podr¡a impulsar la evoluci¢n del grupo peque_o a un ritmo m s r pido del que Darwin se hab¡a planteado. Una forma de cambio evolutivo acelerado – aon el producto de la interacci¢n darwiniana de la variaci¢n y la selecci¢n natural – se concentrar¡a en grupos peque_os que hab¡an brotado de las poblaciones principales. El problema de su teor¡a, Mayr aceptaba, era que ser¡a casi imposible encontrar pruebas f¢siles de transiciones r pidas en las peque_as poblaciones aisladas. Y de acuerdo con las reglas de la ciencia, una teor¡a que no se puede comprobar con hechos s¢lidos ni vale la pena proponerse.
Pero por una combinaci¢n de la persistencia terca y la suerte ciega, Eldredge encontr¢ tales f¢siles transicionales y raros. Las «hojas faltantes» de esta historia de trilobitas – espec¡menes transicionales que ten¡an entre 17 y 18 filas completas de lentes – se descubrieron en una pedrera de grava para caminos excavada en un cerro de una pastura en las afueras de Morrisville, Nueva York. Toda la serie transicional estaba incrustrada en una capa de un grueso de 10.68 metros de dep¢sitos sedimentarios ubicada en lo que hab¡a sido el borde extremo noreste del mar interno antiguo. Los dep¢sitos sedimentarios se hab¡a formado en menos de 10,000 a_os, durante los primeros d¡as de la existencia de ocho millones de a_os de P. rana .
Armado con estas nuevas pruebas, Eldredge plante¢ una explicaci¢n cre¡ble de la evoluci¢n de P. rana . Argument¢ que la versi¢n de 18 filas – la especie padre original – viv¡a en la parte occidental del mar interno, en lo que actualmente es el medio oeste de los Estados Unidos. Luego, se difundieron hacia el este a lo que ahora es Nueva York. Como Mayr suger¡a, las mutaciones que surg¡an en esta poblaci¢n perif’rica condujeron a los trilobitas de Nueva York a perder una fila de lentes ¢pticos a lo largo de 10,000 a_os – suficiente tiempo para que pasaran miles de generaciones de trilobitas, pero solamente un breve momento dentro de la inmensidad del tiempo evolutivo.
Despu’s de terminar la fase de transici¢n, la nueva versi¢n de 17 filas prosper¢ por el este, extendi’ndose desde Nueva York a la regi¢n Apalache, mientras la especie padre de 18 filas segu¡a prosperando en el medio oeste. Por tres millones de a_os las dos especies conviv¡an como vecinos. Entonces el mar que cubr¡a el medio oeste se sec¢ y extermin¢ a la especie padre de 18 filas, dejando solamente la especie hija de 17 filas en las aguas que todav¡a cubr¡an el este.
Despu’s de un mill¢n de a_os m s, el mar inund¢ el medio oeste de nuevo. Con la variedad padre de 18 filas extinta y el nicho vacante del trilobita en el ecosistema, la especie hija de 17 filas se extendi¢ al medio oeste. Debido a que hab¡a ocurrido muy poca sedimentaci¢n durante la sequ¡a, los caparazones de los primeros inmigrantes de 17 filas se depositaban directamente encima de los oltimos de sus ancestros de 18 filas. El «salto» de 18 a 17 filas encontrado en Ohio y Ontario no era un evento evolutivo en absoluto. Era una pista enga_osa dejada por la extinci¢n de una especie padre y la subsecuente in -migraci¢n de una especie hija descendiente.
En 1972 poco despu’s de que la historia de los trilobitas llegara a tener sentido, Eldredge y Stephen Jay Gould se unieron para publicar un trabajo cient¡fico que presentaba esta explicaci¢n del cambio evolutivo. Gould hab¡a llegado a unas conclusiones similares despu’s de estudiar una especie extinta de caracol que hab¡a vivido en Bermuda. Para describir el proceso de la evoluci¢n como largos per¡odos de estabilidad de las especies intermitentemente perturbados por estallidos de creaciones de nuevas especies, Gould invent¢ la expresi¢n del equilibrio intermitente. Y aunque no todos los bi¢logos aceptan la versi¢n de la evoluci¢n basada en el equilibrio intermitente, muchos se han convertido en las oltimas dos d’cadas.
Como todas las teor¡as poderosas el equilibrio intermitente explica muchas cosas en una forma muy sencilla. No se requiere de una creencia en las transformaciones radicales de una generaci¢n a otra. Y no insiste, como lo hizo Darwin, que una especie entera se modifique a un ritmo incre¡blemente lento – un ritmo que resulta demasiado lento para explicar la evoluci¢n de la vida moderna aun durante los cuatro millones seiscientos mil a_os de la historia de la tierra.
Esencialmente, el equilibrio intermitente dice que el cambio evolutivo no ocurre ni de la noche a la ma_ana ni a lo largo de los millones de a_os, sino en estallidos que se extienden a unos cientos o unos miles de a_os. Es la evoluci¢n intermitente, una oleada de cambio relativamente r pido seguido por un largo per¡odo de estabilidad o equilibrio. El equilibrio intermitente afirma que una vez establecida una especie no cambia. Mientras cabe dentro de su nicho ecol¢gico no hay motivo de cambio. Si el ambiente cambia la especie migrar en un intento de recuperar el entorno ecol¢gico que necesita. Si el cambio ambiental es demasiado extremo y la migraci¢n fracasa, la especie se vuelve extinta.
Pero mucho antes de que una especie se extinga en el transcurso normal de los sucesos, peque_os grupos se alejar n de la poblaci¢n principal, o por perderse durante una migraci¢n anual o simplemente por alejarse en busca de mejores condiciones, sobrevivir en el aislamiento reproductivo. A lo largo de varias generaciones, las mutaciones modificar n las caracter¡sticas f¡sicas del grupo, transformando la especie padre en una nueva especie hija.
Mientras el ambiente sigua cambiando, una especie hija puede encontrar un nicho no ocupado en el ecosistema, abandonado por la extinci¢n de la especie padre. En tales casos, la especie hija llena un vac¡o ecol¢gico. En otros casos, donde este proceso evolutivo otorga a una especie hija ventajas f¡sicas sobre una especie padre que aon no est extinta, es posible que la especie hija no espere que la especie padre desaparezca. Podr¡a invadir el territorio de base de la especie padre y competir con ella agresivamente hasta que deje de existir.
Cuando el ir y venir de la evoluci¢n se ve como un corte cuadriculado dentro de las piedras sedimentarias, el traslape de las capas f¢siles la hace aparecer como si el cambio fuera repentino, aunque no lo haya sido. Al recalcar la importancia del cambio dentro de poblaciones peque_as y geogr ficamente aisladas, la teor¡a del equilibrio intermitente hace que estos patrones confusos de f¢siles se vuelvan l¢gicos e infunda el concepto de la evoluci¢n con mucho m s poder explicativo que pose¡a cuando Darwin la propuso por primera vez. Recurre al conocimiento acumulado en el oltimo siglo para refinar y fortalecer su trabajo monumental.
A diferencia de la teor¡a de Lamarck de las «caracter¡sticas adquiridas», el catastrofismo de Cuvier o el gradualismo de Darwin, el equilibrio intermitente no necesita hacer caso omiso de los hechos contrarios. Edificado sobre dos siglos de investigaciones rigurosas y a veces discusiones virulentas, el equilibrio intermitente desecha elegantemente los dilemas m s preocupantes de la evoluci¢n. En breve, esta teor¡a ofrece la m s comprensiva y sensata explicaci¢n de cambio org nico desarrollada hasta la fecha.
Aon as¡ el equilibrio intermitente no resuelve todas las preguntas sobre la manera en que el cambio org nico funciona. Es dudoso que cualquier concepto claramente expresado lo haga jam s. La evoluci¢n de la vida es un tema demasiado inmenso y complejo. Sin embargo, en los oltimos a_os la teor¡a les ha ayudado a los bi¢logos a comprender mejor evidencias como la de los trilobitas de Eldredge, que no concordaban con las teor¡as anteriores.
A lo largo de los a_os desde que se propuso el equilibrio intermitente se ha presentado un conjunto de pruebas relacionadas. David Raup de la Universidad de Chicago analiz¢ las extinciones de los animales marinos a trav’s de los oltimos doscientos cincuenta millones de a_os. Raup descubri¢ un patr¢n regular de extinciones en masa – una cada veintis’is millones de a_os – entremezcladas con extinciones espor dicas de poder menos mortal.
Se han propuesto varias teor¡as rivales para explicar los cataclismos globales peri¢dicos. Una de ellas sugiere que un enorme cometa gira alrededor del sol una vez cada veintis’is millones de a_os, haciendo que una tormenta de asteroides choque con la tierra cada vez que pasa. Otros cient¡ficos creen que las nubes de polvo de intensos per¡odos de actividad volc nica regularmente opacan el sol , causando la muerte generalizada. Lo que haya causado estas extinciones, ninguna de ellas lleg¢ a eliminar la vida totalmente. Despu’s de cada cat strofe, con el comienzo de vida casi nueva, un conjunto refulgente de especies nuevas estall¢ de las pocas que lograron sobrevivir.
El mejor ejemplo de este fen¢meno de destrucci¢n y renacimiento se constata en la historia de la amonita, un espiral, una criatura parecida al caracol de los mares antiguos. Como los trilobitas, se fosilizaron con facilidad y sobrevivieron por m s de trescientos millones de a_os. En cada ‘poca de su larga historia un grupo diferente de especies dominaba la vida de los amonitas. Y cada gran extinci¢n global eliminaba la gran mayor¡a de las especies de esa familia.
De las pocas que lograban sobrevivir cada gran perecimiento, una familia de amonitas totalmente nueva brotar¡a con muchas especies subsidiarias. Una vez establecidas estas nuevas especies sobreviv¡an sin modificaciones durante millones de a_os – hasta que se aniquilaban tambi’n. Este patr¢n se repet¡a hasta la extinci¢n cret cea de hace sesenticinco millones de a_os, el desastre que acab¢ con los dinosaurios junto con los oltimos de los amonitas.
La historia de los amonitas muestra que la tragedia de la extinci¢n en masa tambi’n es precursora de la nueva vida. Al limpiar la tierra y los mares de la mayor¡a de sus habitantes, las extinciones crean oportunidades totalmente abiertas para las pocas especies suficientemente afortunadas para sobrevivir. Liberadas de sus rivales tenaces encuentran m s que suficiente comida y espacio. Algunas de las mutaciones que hubieran sido eliminadas r pidamente en un ambiente m s competitivo sobreviven y se reproducen.
Es como si las extinciones temporalmente suspendieran la presi¢n estabilizadora de la selecci¢n natural, permitiendo que la naturaleza experimente con nuevas versiones de vida. Al explotar su oportunidad evolucionar¡a, estas descendencias se reubican poblando los rincones y escondrijos del vac¡o de la tierra. Mientras lo hacen peque_os grupos de la periferia de cada poblaci¢n de descendientes, surge una variedad de nuevas especies.
En el pasado muchos se imaginaban la evoluci¢n como una progresi¢n tipo escalera de las formas primitivas a las modernas. Pero bajo el equilibrio intermitente, particularmente bajo la influencia de las extinciones intermitentes, la historia de la vida se parece m s a un arbusto que se ha podado severamente de vez en cuando. Despu’s de cada poda unas pocas ramas sobreviven. Ya no tapadas por la sombra de la energ¡a vital del sol o apretadas por las ramas vecinas, se propagan nuevas ramas en cada direcci¢n. Cuando el arbusto vuelve a su plenitud, la competencia vigorosa para los alimentos y el espacio comienza de nuevo. El crecimiento se torna m s lento y las oportunidades para el desarrollo de nuevas ramas se disminuye marcadamente. La estabilidad madura caracteriza al arbusto de la vida evolucionada hasta que la pr¢xima gran muerte lo poda otra vez y se arranca otra vez el ciclo de la innovaci¢n org nica.
Aunque el arbusto puede ser una mejor met fora de la estructura evolutiva de la vida que la escalera, algunos datos sugieren que una podada severa no se tiene que anteponer a cada nueva forma de vida. En ciertos casos, un cambio modesto del ambiente basta para crear una nueva oportunidad ecol¢gica. Uno de los mejores ejemplos de la creaci¢n oportunista de las especies – cuando la evoluci¢n de la especie no es precedida por un holocausto – ocurri¢ en el Lago Victoria del este de Africa. El lago tiene solamente 750,000 a_os, pero es el hogar de 170 especies de peces no encontrados en ninguna otra parte del mundo. Todas las especies son miembros del g’nero de los c¡clidos. Algunas especies solo comen insectos, otras solo comen larvas de pez; algunas se especializan en moluscos, otras se limitan a comer plantas acu ticas y algunas subsisten exclusivamente en las escamas de otros peces. Cada especie de c¡clido tiene una boca y un sistema digestivo optimizado para su fuente alimenticia.
La especie de c¡clido ancestral todav¡a prospera hoy. Es un tipo no especializado con dientes sencillos que ha vivido sin cambios en los r¡os del Africa por millones de a_os. Aparentemente los movimientos de la tierra formaron presas en algunos de estos r¡os y formaron el Lago Victoria, uno de los cuerpos de agua dulce m s grandes del planeta. Bastante repentinamente, un ambiente vasto y deshabitado de agua dulce apareci¢ de la nada. Librados de la competencia los c¡clidos ancestrales se desarrollaron a trav’s del Lago Victoria y se vieron favorecidos por la oportunidad ecol¢gica completamente abierta.
Los grupos se volvieron reproductivamente aislados en este inmenso cuerpo de agua, y las mutaciones gen’ticas interactuaron con las condiciones distintas de h bitat en varias partes del lago para crear un conjunto de distintas especies nuevas. Una vez que los nichos potenciales del c¡clido del Lago Victoria se llenaban, la selecci¢n natural se fortalec¡a, y la evoluci¢n de la nueva especie disminu¡a se restableci¢ la estabilidad ecol¢gica. El repentino florecimiento de la innovaci¢n fue una respuesta natural a la oportunidad.