No llevan palos ni piedras, quizás una rama entre las manos. No llevan las escopetas que les sirven para salir de caceria. No llevan tampoco el machete compañero de las jornadas diarias en el monte. Son hombres y mujeres de rostro curtido y el alma grabada con los imborrables altorrelieves del duro trabajo, de la enfermedad no resuelta, de la escuela unidocente con goteras y bancas desvencijadas.
Son hombres y mujeres que dejaron, temporalmente, las lecciones y la preparación de clases, para compartir estos días de lucha con los jóvenes estudiantes y con la niñez de recintos y comunas.
Son artesanos que cambiaron su herramienta de trabajo para asumir el paso y la voz de todos y todas como su camino y su palabra propio. Son gremios profesionales y asociaciones de comerciantes mayoristas y minoristas, de choferes y misioneros, de empleados públicos y privados.
Son hombres y mujeres que brotan, se mueven y llenan las calles y caminos. Con la voz levantada y la mirada mas alla de los árboles de la selva tropical, caminan y se mueven. Exigen ser escuchadas. Caminan bajo el sol tropical amainado por una capa complice de nubes.
Los habitantes de la Amazon¡a ecuatoriana saben que mas de 60 mil millones de d¢lares fueron extraidos de las entra_as de su tierra durante los oltimos treinta a_os. Reconocen, por vez enesima, que esos recursos sirvieron para llenar los bolsillos de las empresas petroleras.
Las mujeres y hombres de la Amazon¡a saben que con esa riqueza se constuyeron autopistas, vias, edificaciones y grandes fortunas de pocos afortunados de las metropolis de la Sierra y el Oriente. Son conscientes de que con ese caudal, tambi’n, los gobiernos ejecutaron planes de desarrollo que excluyeron sistematicamente a los hombres y mujeres, a la juventud y a la ni_ez del oriente ecuatoriano.
La lucha de hoy es decir: BASTA al abandono. Es una forma de comenzar otra p gina en la historia.
La lucha de los pueblos amaz¢nicos envia un claro mensaje al Ecuador: «el petroleo tambien es nuestro…»