Implantar sistemáticamente un modelo de relaciones con el medio ambiente y con la sociedad como las contenidas en estas dos fórmulas de actividad agraria y comercial son las ideales y precisamente por ideales realmente ajenas al orden establecido y a la ética imperante en eso que llamamos "cultura global" o proceso de mundialización de la economía.
La ética comercial, queramos o no reconocerlo, forma parte de nuestra vida cotidiana en tanto que individuos. Los gastos que no nos reportan beneficio son gastos inútiles y todo dinero invertido ha de revertirnos el mayor interés. No hace falta ser un gran empresario ni un destacado gobernante, cualquier ciudadano medio se mueve hoy por esta "ética" y relega al "pasado legendario", términos como solidaridad o justicia social.
La ley de la oferta y de la demanda sustituye a los preceptos de las religiones, a las consignas humanistas de movimientos políticos surgidos en el siglo XIX así como a tradiciones filosóficas anteriores al imperio del mercado que gobierna el mundo actual.
Pueden quedar y de hecho quedan arrebatos solidarios ante catástrofes de gran magnitud o los últimos reductos de tendencias humanistícas que se orientan en forma de donativos hacia beneficencias religiosas o laicas, que se traducen en forma de limosnas más o menos generosas y permiten deshacerse de pesos de conciencia, que aún anidan en algunos espíritus indecisos ante el hecho comercial.
El sistema acepta y asume estas "debilidades del alma", como parte de la condición humana, aunque representen, por lo general, graves faltas a la "ética comercial", aunque no afecten al comercio en sí.
!Qué más da soltar un uno por ciento mensual de nuestro salario de ciudadanos del Occidente industrializado a favor de una cuota para mantener vivos a niños hambrientos del Tercer Mundo!
Si esto nos da igual e incluso nos calma algún problemilla de conciencia, menos nos va a preocupar cuál será el destino de nuestro óbolo. Y no siempre es el más adecuado para salvar al niño…, o al menos para prevenir la muerte del mayor número posible de niños.
Pero si en los reductos humanistas de nuestro espíritu habita aún algo de la sagrada rebeldía decimonónica, quizá le demos una oportunidad al sueño en "un mundo mejor" y es entonces cuando empezaremos a preocuparnos no tanto por el hecho de dar dinero, o del volumen de la cantidad que entreguemos, sino, sobre todo y ante todo, de la finalidad y utilidad de nuestra entrega. Y es que no hay mayor rebeldía que la responsabilidad individual…
El Comercio Justo exige al consumidor plena responsabilidad en sus compras
El comercio justo se basa precisamente en esa premisa. Se trata de superar el concepto de ayuda al desarrollo mediante relaciones comerciales equitativas. Pero incluso, ambas no bastan. Deben cambiar las estructuras del comercio internacional y favorecer un intercambio más justo entre el Sur y el Norte. Comprar productos del Comercio Justo nos permite además tener una participación individual responsable y solidaria con el Sur.
Se trata en resumen de ser consciente de lo que se compra, de estar seguro de si realmente se necesita y de preocuparse siempre por saber cómo fue producido.
Cuando se trata de productos alimentarios o de origen agrario esta última respuesta se relaciona con la agricultura ecológica en cualquiera de sus formas.
La agricultura ecológica es un método de obtención de productos del campo basada en una relación de colaboración con el medio natural, a partir de la utilización en la actividad agraria de procesos naturales y productos orgánicos. La filosofía de todo sistema agroecológico se basa en reducir insumos a costa, si es preciso, de contentarse con menos producción pero compensando esta reducción con un aumento de la calidad del producto resultante que habrá de ser considerada por el consumidor como un valor añadido.
Si además esa producción se ha obtenido por parte de colectivos laborales de países del Sur que sufren pobreza, discriminación, restricciones comerciales y otro tipo de opresiones sociales, pero que están comprometidos en proyectos sociales o de transformación socioeconómica de su territorio, entonces estamos ante un caso clarísimo de comercio justo.
En el comercio justo no se admiten intermediarios sino que el propio comercializador, una Organización No Gubernamental (ONG) compra directamente al productor y vende el producto al consumidor, cargando una mínima parte a gastos de transporte y distribución, y revirtiendo la mayor parte de las plusvalías en los productores.
Las condiciones de producción han de ser, en el caso de alimentos y otros productos del campo, como mínimo de Agricultura Integrada. Es decir, que no se utilicen pesticidas o herbicidas prohibidos, y que, en ningún caso, se abuse de estas sustancias o de fertilizantes de síntesis, especialmente cuando provoquen pérdidas en la capa vegetal, deforesten, provoquen escasez de agua o deforestación.
Este es el mínimo indispensable pero se tiende a cotas deseables cuales son las de las diferentes fórmulas de Agricultura Ecológica, para prevenir que el cultivo objeto de exportación por canales de comercio justo, pueda por esa "ventaja" llegar a desplazar a otros cultivos o a suelos dedicados a la producción de alimentos para autoabastecimiento de las comunidades circundantes a las de los productores; y por ello siempre se preferirán los cultivos asociados con otros para evitar monocultivos y sus perniciosos efectos sobre el medio ambiente, la economía y las culturas autóctonas.
El modelo de productores a quienes se pretende favorecer con esta fórmula son preferentemente las organizaciones de pequeños productores asociados, especialmente las cooperativas; aunque también se admiten plantaciones privadas o públicas adheridas a los principios y recomendaciones de las Convenciones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre las condiciones de trabajo para los trabajadores agrícolas.
Los criterios básicos de la relación comercial son: que el precio se acuerde mutuamente con los productores para cada ciclo de producción y no se base en altas y bajas del mercado internacional; que se garantice el pago por adelantado, acordado entre las partes antes de llevarse a cabo la transacción; que se produzca un compromiso de librar un volumen garantizado por parte de un abastecedor, preferiblemente por un período de varios años; y en todos los casos, que el productor permita el acceso libre a información técnica y comercial a fin de mejorar la calidad, entrega y variedad; así como el compromiso de garantizar permanentemente la calidad para los volúmenes acordados y el cumplimiento de las fechas de entrega.
Sólo se admiten en Comercio Justo las producciones que respeten la dignidad humana y el medio ambiente
No se admitirá en los circuitos de comercio justo a aquellas entidades productoras que no garanticen un salario digno para los trabajadores, ni a quienes no aseguren ni promuevan la igualdad entre hombre y mujer, o carezcan de un régimen interno de funcionamiento democrático.
Se favorecerá especialmente a aquellos entes productores que promuevan el desarrollo conjunto de la población circundante a su área de producción, a quienes respeten el entorno social y natural, y a quienes persigan el mantenimiento o mejora de la calidad de sus producciones.
En cuanto a los productos se prefieren los que involucren mucha mano de obra y poco capital (cultivos sociales o artesanía), los que agreguen a la materia prima el mayor valor posible en origen (manufacturas), y se rechazan sistemáticamente las producciones que atenten contra los Derechos Humanos, como las mercancías obtenidas a partir de mano de obra esclava o reclusa (trabajos forzados), o producida bajo condiciones de explotación brutal.
Tampoco se admiten los productos que puedan dañar gravemente la salud de los trabajadores (que precisen altas dosis de pesticidas) o de los consumidores (tabaco, cocaína y otras drogas).
La Agricultura Ecológica garantiza precisamente el alto valor saludable de alimentos así obtenidos, e incluso de maderas o fibras textiles empleadas en la manufactura de artesanías.
Conviene diferenciar no obstante entre Agricultura Orgánica, la que prescinde de productos de síntesis (pesticidas, herbicidas, abonos sintéticos, etc.); Permacultura, que es una forma especial de agricultura orgánica en la que se procura labrar lo menos posible o nada; la Agricultura Biodinámica, que introduce elementos esotéricos en las técnicas de cultivo (como consideración de lunaciones, horóscopos y otras); y la ya antes mencionada Agricultura Integrada, que no es propiamente «Ecológica», pero que cumple, al menos, con unos requisitos sine qua non, el producto no sería admitido en circuitos de comercio justo.
Hay más de 3.000 tiendas de Comercio Justo en Europa y sólo en España facturan cada año más de 3,3 millones de dólares
Alemania y España son los países europeos donde más y mejor se distribuyen los productos de comercio justo en Europa. España, donde se facturan cada año cerca de 500 millones de pesetas por este tipo de mercancías.
. Las principales ONG¡s de comercio justo de España se hallan integradas en una Coordinadora Estatal, y al mismo tiempo forman parte de la Asociación Europea de Comercio Justo (que agrupa a 3.000 tiendas solidarias en todo el continente).
En España existen siete grandes importadoras de comercio justo: Intermón (que factura 154 millones de pesetas anuales), Ideas (con unos 130 millones anuales), Alternativa 3 (cerca de 85 millones al año); Equimercado (unos 30 millones), Mercadeco (24 millones anuales) Sodepaz (cerca de 22 millones) y Alternativa Solidaria (algo más de 3 millones al año de facturación), entre las más destacadas.
Las dos ONG¡s de comercio justo más importantes de España, Intermón e Ideas, destacan no sólo por su alto volumen de facturación sino por la singularidad de sus fórmulas comerciales.
La primera revierte buena parte de las subvenciones que obtiene procedentes de fondos públicos o de donativos en proyectos de desarrollo rural en áreas del Tercer Mundo, fundamentalmente en Perú, Chile, Ecuador, Filipinas, Cuba, India, Camerún, Zimbabwe, Ghana y Tailandia, que son precisamente los Estados de donde procede la mayor parte de sus productos de comercio solidario.
Intermón se ha caracterizado por batir récords en la comercialización de textiles y otros productos artesanos, mientras que Ideas lo ha hecho en mayor medida en el sector alimentario, fundamentalmente té, café, cacao, chocolate, ron, frutos secos, muesli, caramelos, barritas, miel, infusiones, legumbres secas, confituras, conservas de frutas…, procedentes de México, Cuba, Ecuador, Perú, Brasil, Nicaragua, Chile, Bolivia, Filipinas, Costa Rica, El Salvador, Ghana, Sierra Leona, Congo, Tanzania, Zimbabwe, Madagascar, Islas Mauricio, Zambia, Kenia, India, Nepal, Bangladesh, Palestina, entre otros países.
Ideas cuenta con la más creciente red de tiendas solidarias de España, gracias a su sistema de franquicias.
El número de tiendas solidarias crece en España y en el mundo lenta pero inexorablemente pero no es suficiente ni para considerar generalizada una ética de la solidaridad ni para mantener a un Tercer Mundo, víctima del hambre y de otras formas de injusticia o de opresión.
La demanda de alimentos orgánicas también crece, a la par que aumenta la superficie dedicada a agricultura ecológica en el Tercer Mundo (según datos de la FAO) pero no en la misma proporción que la agricultura industrial que sigue creando más dependencia a las comunidades agrarias del Sur del planeta.
Los datos hablan de avances, pequeños pero constantes, pero la realidad es sufrimiento y muerte en el Tercer Mundo, algo que la técnica hace siglos que puede resolver pero que lejos de hacerlo garantiza en el tiempo y en el espacio. La solución es entonces ética, pero ésta aún está lejos. +o no?
Entrar en una tienda solidaria con la lista de la compra y llenar el cesto puede ser un poco más caro e incómodo que recorrer los pasillos de una gran superficie comercial, pero sin duda es mucho más humanista. Adquirir un sólo producto de comercio justo puede costarnos más trabajo y más dinero que soltar calderilla como donativo a los damnificados en la última catástrofe del Tercer Mundo, pero es probablemente mucho más útil para paliar la miseria de los habitantes del Sur.
En resumen, si de verdad tuviéramos una ética humanista las tiendas solidarias proliferarían como hongos tras la lluvia, y los alimentos procedentes de la agricultura ecológica serían sus productos estrella. Entonces el mundo sería un poquito mejor y la naturaleza estaría algo más protegida, pero la realidad cotidiana es otra. Todo esto es muy razonable pero de momento no son más que utopías.