Tengo poquito más de medio siglo de vida y el discurso revivió en mí a ese chiquillo de 11 años que andaba, en esa época «beatnik» (El hippismo promocionado por la CIA, fue mucho después) con el «Contrato Social» de Rousseau en uno de los bolsillos traseros de su blue jean como manifestación de desafío; revivió en mí a ese adolescente que digirió «El ser y la nada» de Sartre a los 14 años, a ese joven que gritó con Rudy el Rojo en mayo del 68 que la imaginación debía llegar al poder, que entendió por qué Mao pleno de estirpe taoísta, repudió el confuncionismo de los cuadros que se habían enquistado alrededor y los envió a sembrar nabos cerca del desierto de Gobi; revivió en mí la extraordinaria muerte de San Ernesto Ché (como lo llaman en el sitio donde lo asesinaron en Bolivia); trajo en mí esa extraordinaria entrevista de Hildebrandt a Juan Sin Miedo donde traicionado y abandonado, el admirable militar peruano le dijo que su defecto había sido ser honesto. ¿Puede ser un cincuent¢n joven?
Hab¡ame, toda mi vida, desagradado la figura de Bol¡var. El era a quien yo culpaba de haber castrado la posibilidad de resurgimiento andino desmembrando al centro fundamental, Pero, haci’ndose Dictador Vitalicio. Ch vez me hizo conocer a otro Bol¡var, al que deb¡a conocer, pues ningon gran hombre en la Historia tiene intereses mezquinos. Ese Bol¡var traicionado, ese del discurso en Angostura, todav¡a vigente y, especialmente, todav¡a pendiente…
Es que Ayacucho, supuesta batalla final, se sigue luchando en el inconsciente colectivo de esta Am’rica . Sendero Luminoso, pleno de cristiana inspiraci¢n apocal¡ptica, como Koresh en Waco ,Texas, o tantos subproductos de ese menjunje de amor-odio que es el cristianismo quisieron apoderarse del inconsciente colectivo y fallaron. Ch vez plantea como bandera el «Poder Moral» Bolivariano, una alternativa a la moralidad cristiana. Analizando en el lenguaje de la ‘poca y llev ndolo a los conceptos actuales, ese «Poder moral» no es otra cosa que la lealtad a la especie a la cual pertenecemos, la especie humana. No se rige en conceptos religiosos de «bueno» o «malo», que son relativos a los tiempos y los lugares, sino solamente -como tambi’n lo dijera Hemingway- a que es moral todo aquello que le hace bien a la especie e inmoral todo lo contrario a ella.
Ch vez tiene la misi¢n y la posibilidad de ampliar la frase de Bol¡var «Nuestra patria es Am’rica» a «Nuestra patria es la especie». Su humanismo, despu’s de escucharlo, es fundamental, va a las ra¡ces mismas del origen del hombre humano (Aquel que la filosof¡a andina llama «Runa»). El hombre humano es aquel que supera la etapa de la creencia en el camino al conocimiento. Este camino no est hecho de frialdades cientificoides ni exquisiteces intelectuales, es un camino de acci¢n, apasionado y carism tico.
Ch vez plantea su pol¡tica como una operaci¢n militar y en eso tenemos que estar de acuerdo todos los que sufrimos esa aguda injusticia del derecho. No hay nada que negociar, son tiempos de guerra. . «Est prohibido fallar» es su sentencia fundamental. Ch vez es la mejor apuesta que se presenta a Latinoam’rica desde Fidel Castro. En una retrospectiva si todo Latinoam’rica fuera como Cuba hoy, valiente, generosa, educada, atl’tica, moral … no habr¡an las angustias que d¡a a d¡a pasamos. Castro tambi’n lo hubiera hecho mejor…lo har¡a mejor ahora.
Es que toda revoluci¢n tiene el ingrediente de una Ira Santa, aquella de Vivekananda que es una Ira de la condici¢n humana frente a aquello que impide la realizaci¢n de la humanidad en los hombres. Es una Ira sin odio, es una Ira fundamental, del mismo tipo que aquella que empuj¢ a Bol¡var, como antes lo hiciera con Nevsky, Tupa Yupanqui, Napole¢n o Alejandro Magno. La Ira es de dioses y los dioses son humanos. La Ira construye cuando esta es fundamental pues revela el instinto b sico, aquel de la supervivencia de toda especie y todo instinto por definici¢n es generoso y conveniente.
En Bol¡var, en Ch vez, en nosotros est tambi’n la venganza acumulada que es el objetivo de la Ira Santa. Para los musulmanes, llega un momento donde «La venganza es un deber». No era otra cosa que aquella que le inst¢ a Bol¡var a decir…
As¡ pues, la justicia exige la vindicta, y la necesidad nos obliga a tomarla. Que desaparezcan para siempre del suelo colombiano los monstruos que lo infestan y han cubierto de sangre; que su escarmiento sea igual a la enormidad de su perfidia, para lavar de este modo la mancha de nuestra ignominia, y mostrar a las naciones del universo, que no se ofende impunemente a los hijos de Am’rica.
Tiene Usted Presidente Ch vez la posta que dejaron los valientes. Una posta que es incomprensible culturalmente para aquellos que provenientes de culturas cerradas en el exterior, mantuvieron su cerradez al migrar a estas tierras de Am’rica, que creen que lo «pragm tico» es lo ins¡pido y servil , pues nunca se liberaron de sus bloqueos inconscientes. Hay que comprenderlos, pero eso no significa aceptarlos. La sangre y el coraje vienen del abrazo cordillerano de estos Andes, del calor homedo y generoso de la amazon¡a y de la alegr¡a del Caribe.
¥Somos apasionados y qu’!
P¢ngale mosica compa_ero y los hombres justos y bailaremos con Usted.