El marido está en paro desde hace años, está cercano a los sesenta y encima, estando enfermo desde hace dos y medio, ha tenido que llevar a la Seguridad Social a los tribunales, ya que este organismo le niega la pensión a la que tiene derecho en aplicación de la estrategia del gobierno del PP para equilibrar las cuentas del ente, y la esposa trabaja por un sueldo más bien escaso. Con eso van tirando. Una vez pagado el alquiler y los servicios, les queda dinero para comer y poca cosa más. En estas condiciones no hace falta aclarar que les pone el presupuesto patas arriba cualquier gasto de carácter más o menos extraordinario. Hace unos días cuando se encontraron con que tenían que hacer frente a la compra de los libros y pago del material escolar de sus dos hijos menores, que asisten a una escuela que dicen que es pública, obligatoria y gratuita (esto último lo es cada año un poco menos), se dispusieron a maniobrar para poderlo afrontar. Ella acudió a la institución de crédito donde tiene domiciliada la totalidad de sus ingresos y la mayor parte de sus gastos, y les pidi¢ el favor de que le anticiparan el dinero que hacienda la tiene que devolver de la renta del a_o pasado, para poder as¡ atender este desembolso. En el banco no pudieron atenderla mejor. Pusieron a su disposici¢n inmediatamente lo que le hiciera falta, pero tambi’n le suministraron una informaci¢n y un consejo. La una fue que para estas contingencias existen becas, precisamente por el hecho que, siendo la escuela obligatoria como lo es, si el pago de los libros y materiales no es asumido por la administraci¢n ser¡a en realidad un impuesto general encubierto, y el consejo, que solicitara una.
Dicho y hecho. Acudi¢ a la escuela donde el director con toda amabilidad le facilit¢ los formularios correspondientes. Tambi’n le dijo que como la concesi¢n de la beca iba a tardar unos meses, le suger¡a recurrir al ayuntamiento, que le constaba que la podr¡an ayudar por lo menos a resolver los pagos que ten¡a que realizar de forma inmediata. Los servicios municipales, desde la asistenta social hasta la mism¡sima alcald¡a, actuaron como un reloj, y en menos de veinticuatro horas se hab¡an puesto en contacto con el ente que suministraba los libros escolares y resuelto la cuesti¢n con eficacia. Y ellos pensaron que hab¡a sido positivo haber podido comprobar como la solidaridad de las entidades y las instituciones aun funciona en casos como ‘ste.
Al d¡a siguiente al de estos oltimos hechos, los dos hijos menores a los que concern¡a el problema, acudieron al lugar donde su madre trabaja y le comentaron que hab¡an encontrado en el suelo de la acera, unos pocos metros m s all , un billete de dos mil pesetas y lo hab¡an dejado donde estaba para que quien lo hubiera perdido lo pudiese encontrar. No hace falta a_adir que los padres estuvieron m s que orgullosos, yo creo que con toda la raz¢n del mundo, del comportamiento de sus hijos, fruto sin duda de las ense_anzas que en materia de ‘tica les han ido inculcando ellos mismos. Cre¡an as¡ que hab¡an cerrado la semana de forma harto satisfactoria en m s de un sentido.
Pero unos d¡as despu’s recibieron una llamada de una instituci¢n del mbito escolar, la que antes se llamaba APA, y que ahora en el lenguaje remilgado «pol¡ticamente correcto», agarr ndosela con un papel de fumar, llaman AMPA, reclam ndoles la cuota del curso del mismo ente. Les dijeron que hab¡an solicitado el pago a los servicios municipales argumentando no s’ qu’ de la ilegalidad de entes como el suyo para vender los libros escolares a quien no est’ asociado, y que se les hab¡a dicho que la cuant¡a de la cuota era asumible por la familia en cuesti¢n. Uno cree como m s exacto que por tratarse de una cuota derivada por definici¢n de una adscripci¢n voluntaria de unas personas a una entidad, no puede ser considerada en ningon caso como parte del precio de los libros, que era el compromiso adquirido por el ayuntamiento. Pero les dej¢ boquiabiertos que todo el mundo, desde el banco hasta las administraciones poblicas que hab¡an intervenido, les hab¡a ayudado, y que un ente en teor¡a m s pr¢ximo, la asociaci¢n de padres, el lugar de interesarse si acaso por su situaci¢n, les reclamara el importe de una cuota por su misma naturaleza voluntaria, convertida por la tal AMPA en obligatoria a trav’s de una argumentaci¢n de cariz dudosamente legalista (porque las facturas de venta de los libros no las ha extendido la asociaci¢n, sino una importante librer¡a de la comarca y por tanto no parece nada clara la tesis de la prohibici¢n de venta, argumentada por quien aparece s¢lo como mero intermediario).
Se lo he comentado a alguien y me ha dicho que esto le recordaba la figura de aquel «impuesto» que se recaudaba por las malas, llamado si no me equivoco «racket», y ha mencionado como de pasada que quiz s es que se han olvidado la hache.
Por Jordi Portell
