La decisión de los países desarrollados de perdonar una parte de la deuda externa de los Países Pobres Altamente Endeudados parece una medida más de maquillaje. Esta medida está dirigida a la opinión pública, antes que a buscar resultados eficaces.
Movimientos sociales y organizaciones no gubernamentales, iglesias y sindicatos, periodistas y millones de personas en todo el mundo reclaman la extinción de la deuda de los países en desarrollo. Piden también un orden mundial más justo y más solidario.
Los 42 países más empobrecidos acumulan una deuda total superior a los 210 mil millones de dólares. Uno de esos países es Mozambique, donde la esperanza de vida no pasa de los 46 años, y cuyo gobierno gasta más en devolver préstamos a las instituciones financieras que en dar servicios sanitarios a sus ciudadanos.
Los economistas del Fondo Monetario Internacional replican que estos países, en su mayoría de -frica subsahariana, no son pobres por sus deudas. Culpan de la pobreza a la corrupci¢n, al excesivo gasto militar y a la mala utilizaci¢n de los pr’stamos recibidos.
Pero lo cierto es que son los gobiernos de los pa¡ses ricos quienes controlan los organismos internacionales, conceden los pr’stamos, venden las armas y auxilian o hunden gobernantes.
Estados Unidos, por ejemplo, tiene una cuota del 18 por ciento en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial. Eso le otorga un poder de voto en ambas instituciones, poder que supera al de Am’rica Latina, sur de Asia y Africa subsahariana, en conjunto.
El anuncio de esta «generosidad», m s aparente que real, no soluciona la situaci¢n de los pa¡ses empobrecidos, en donde 3 mil millones de personas sobreviven en el planeta con menos de dos d¢lares diarios.
En el mundo en desarrollo hay 100 millones de personas m s en situaci¢n de miseria. Este grupo ha visto empeorar su situaci¢n el los oltimos 10 a_os y vive con menos de un d¢lar diario. (Al/QR/Ong-Oi/Pp-Pe/ap)
Carlos Laquinandi
