Resulta que este juez indigno es tan bueno para el camarada en cuestión que, en un acto de solidaridad con él como si se tratara de una ONG, ha hecho abrir una cuenta corriente en un banco para recaudar por suscripción el importe de la multa que el mismo tribunal ha impuesto a esa gloria de la judicatura. Lo más complicado es aclarar el nexo que pueda haber entre los intereses políticos de la pandilla de amantes de las gaviotas, representados por los parientes en distintos grados del juez prevaricador que han intervenido en el asunto y también por el anónimo, por lo menos de momento, Secretario de Estado que fue quien encargó el informe en que se basó toda la estrategia del juez, y los autistas seguidores de Anguita.
No pretendo decir que teniendo como vértice la aceptación de las sentencias de los tribunales por parte de los políticos, no se hayan producido antes de ahora barrabasadas de todas clases, sólo hace falta recordar aquellas sonadas peregrinaciones de los socialistas a Brians y a Guadalajara cuando las sentencias por los casos Filesa y Marey, y tambi’n las de otra gente sobre decisiones poco favorables a sus intereses partidistas, demostrando en la pr ctica que todo eso del respeto que manifiestan los grupos pol¡ticos por las sentencias de los tribunales se dice casi siempre con la boca peque_a y con dos dedos cruzados a la espalda.
Lo que a mi me ha confundido, bien seguro que porque soy un iluso, son sobre todo dos cuestiones. La primera es que, en los casos que antes he comentado, las sentencias objeto de la contestaci¢n se refer¡an a cualificados militantes de los partidos que demostraban con esos actos la disconformidad con las condenas, cosa que, por lo menos en principio, no ocurre en este caso, a no ser que pongamos en el mismo saco de este tipo de evento el hecho de que el grupo PRISA (El Pa¡s, Canal +, Sogecable, etc.), contra el que se dirig¡an los tiros injustos del juez ahora condenado y sus amigos, no trata con ningon cari_o especial ni a los camaradas del guru ni a los del chafand¡n de La Moncloa y de ah¡ viniera la pataleta de Anguita. La segunda es que todo esto venga a confirmar la pinza PP/IU que, a estas alturas, uno hab¡a dado por gloriosamente fenecida y que, por lo visto, est todav¡a vivita y coleando. No s’ si s¢lo es una mera coincidencia que la situaci¢n pol¡tica por estos andurriales tambi’n haya recibido el mismo tipo de influjo estrat’gico de los m s «vius» (vivos) de la pandilla, aquellos que se mueven bajo el imaginativo lema ideol¢gico «cuanto peor, mejor». Quiz s sea por eso que, para demasiados pol¡ticos de todo el arco parlamentario, sea necesario jalear en algunos casos a jueces que prevarican, en otros a pol¡ticos que han hecho verdaderas filigranas con el dinero de todos y, como no, tambi’n a los presidentes de gobierno que se las ven y se las desean para tratar de cortocircuitar al poder judicial y sus decisiones soberanas. Si no fuera por eso tendr¡a que sorprendernos mucho que, despu’s de que una vez m s los tribunales brit nicos hayan acordado la validez de las tesis en favor de la universalidad de los derechos humanos de los jueces de la Audiencia Nacional, sobre el asunto de los cr¡menes del dictador Pinochet, tanto el fiscal general como sus otros ac¢litos sigan como si tal cosa, insistiendo en sus argumentos ya conocidos y sin dimitir, o sin haber sido cesados por el gobierno.
Se ve que todo eso de la justicia, de los tribunales y los fiscales es algo que los simples mortales no acabamos de entender. Supongo que debe ser porque no hemos sido iluminados por el don de la ciencia infusa. Agradecer’ muy sinceramente el favor a quien sepa explicarme, con argumentos que yo pueda comprender, el valor del servicio poblico real que justifica los gastos del fiscal Starr de cerca de 50 millones de d¢lares (m s o menos 8.000 millones de pesetas) para averiguar que la m s bien fondona becaria Lewinsky le hab¡a hecho una felaci¢n completa a Clinton, con inclusi¢n de la reliquia que remach¢ el clavo del tema, el famoso vestidito azul manchado del producto de las g¢nadas presidenciales que la madre de la eficiente succionante hab¡a guardado como tal, y que a la hora de la verdad no sirvi¢ para gran cosa m s que para hacerse propaganda el fiscal Starr. La que le permite ahora aceptar un jugoso cargo en un bufete privado que le ha ofrecido el oro y el moro.

