Einstein, para muchos considerado el gran científico del siglo XX, hubiese preferido llamar «teoría del Invariante» a su famosa y certera «Teoría de la Relatividad». Y se cansó de afirmar que su teoría no tenía nada que ver con el relativismo ético. El pontificar el dogma de que todo es relativo ya supone negar que todo sea relativo. Es una contradicción interna. Nos ha tocado vivir en una sociedad irrracional que celebra el inicio del milenio un año antes de que comience. Y una característica más es ese relativismo, ese progresismo. El hombre del siglo XX es superior al del siglo XIX como este es superior al del siglo XVII. Hay libertad de mercado y libertad sexual y poco más. La solidaridad es global, pero no personal que para eso están los organismos, ONG y gobiernos metidos a ONG.
La sociedad es cientista y la ciencia y la tecnología no se pueden ceñir a normas morales que las coarten, aunque el sueño de la razón engendre monstruos. La sociedad es internacionalista por que la globalizaci¢n del mundo es imparable. El mundo cambia en virtud de unas fuerzas ciegas, pero no lo cambia el hombre.
Por todo esto el progresismo es fatalismo: Y es triste esta mentalidad de ahora que tan pocas opciones deja al ser humano.
Tal vez haya que buscar alternativas a este fatalismo que haga que las personas sean ellas y sus circuntancas y lo que son capaces de hacer de estas circunstancias. Que cada cual aon tiene mucho que hacer, granos de arena que aportar en los peque_os y grandes mbitos de nuestra vida cotidiana.
Por Marcos Guti’rrez Sanju n