El Almirante Jorge Arancibia, cabeza de la Marina chilena, acaba de dar una lección de lucidez política que destaca por contraste con las declaraciones de «conveniencia política» hechas por el Presidente de la República de Chile, su ministro de RREE, J.G. Valdés y otros voceros tanto de gobierno como de derechas.
El Almirante ha dejado en claro que, independiente de las felicitaciones que le merecen las gestiones realizadas por el gobierno de Frei en pro del retorno de Pinochet, no se debe abandonar la preocupación por el resguardo de la plena soberanía chilena. O de cualquier país pequeño frente a los contralores de la convivencia mundial, agrego por mi cuenta.
Para el señor Almirante, lograr el retorno de Pinochet «por razones humanitarias» no restaura el daño hecho a la soberanía chilena ni permite reivindicar el hecho como un triunfo amparado en el concepto «soberanía». Comparto plenamente estos criterios.
Lo esencial es que el regreso de Pinochet por razones humanitarias no restablece nada reivindicativo. Peor aon. Es la consagraci¢n del fracaso de los alegatos chilenos de soberan¡a. S¢lo constituye la consecuci¢n de un objetivo, sin importar los procedimientos. Es una «misi¢n cumplida» a la usanza militar. S¢lo es, en virtud de este oltimo concepto, que la «familia militar» chilena est comenzando a quedar satisfecha.
Surge, aqu¡, una n¡tida diferencia entre los criterios empleados por civiles y militares para procesar los acontecimientos. Ante los intentos civiles por tergiversar hechos, decisiones y resultados, presentando una versi¢n maquillada, la voz militar se encarga de precisar los hechos, diplom tica y escuetamente.
Dado el escenario chileno, dedicado a una segunda vuelta electoral que determinar al pr¢ximo Presidente de la Repoblica, el gobierno actual y la derecha opositora han hecho declaraciones poblicas tratando de presentar el retorno de Pinochet como la «restauraci¢n de la soberan¡a» o el «triunfo de los criterios soberanos de Chile sobre las pretensiones de intromisi¢n de potencias extranjeras en los asuntos internos». El espect culo es penoso puesto que, para todo el resto del mundo pensante, invocar razones humanitarias para salvar a quien jam s tuvo consideraciones de ese tipo para sus v¡ctimas resulta diametralmente opuesto a un «acto soberano». A lo m s, se asemeja a «tirar la toalla» en un match de box para evitar una masacre inminente. Y tambi’n implica, reconocer t citamente, que la pelea se ha perdido.
Frases tales como «la mejor diplomacia es la del silencio» (Gabriel Vald’s, padre), el hermetismo y total falta de transparencia en el proceso de ex menes m’dicos a Pinochet, el apresuramiento de los voceros del gobierno espa_ol manifestando su respaldo a las decisiones del gobierno ingl’s, la filtraci¢n premeditadamente calculada a un espec¡fico sector de la prensa inglesa, anticipando los resultados de los ex menes, acceso a los mismos negado taxativamente a todas las partes beligerantes, con privilegio exclusivo de participaci¢n a personas ligadas al estado de salud real de Pinochet son elementos que permiten incoar leg¡mitas sospechas de una confabulaci¢n al juez Garz¢n.
La Humanidad puede estar iniciando el nuevo milenio con un fraude hist¢rico protagonizado nada menos que por aqu’llos que pretend¡an sentar un precedente para la nueva era de las relaciones humanas. Recu’rdense las palabras de la Reina Isabel al respecto. Despu’s de las manifiestas intenciones declaradas al Mundo por Jack Staw, Inglaterra y Espa_a deben renunciar a toda pretensi¢n de liderar el nuevo esp¡ritu de la Humanidad. Demuestran no tener suficientes reservas ‘ticas y morales para tan presuntuosa postura.
Los gobiernos ingl’s y espa_ol est n adquiriendo un blas¢n que deber n cargar como s¡mbolo de lo que el Mundo debe evitar si estamos intentando mejorar a la Humanidad. Sus intentos de juzgar a qui’n fuera presentado como el oltimo y m s emblem tico s¡mbolo de la barbarie y deshumanizaci¢n del siglo XX fueron experimentando el travestismo t¡pico imperante en los pa¡ses m s atrasados en materia de defensa de los Derechos Humanos. Una fastuosa mascarada financiada con los impuestos a los ciudadanos de tres pa¡ses cuya finalidad, ahora sospechosa de no ser m s que juegos de artificio id’nticos a los organizados para la noche de cambio de milenio, est dejando una huella indeleble para quedar consignada en las primeras p ginas del nuevo tomo de la Historia Humana. Ni siquiera El Vaticano quedar libre del estigma. Una conjura internacional para impedir, por cualquier medio, que los siempre postergados anhelos de Justicia universal, pareja para todos los seres humanos, una vez m s sean burlados. A vista y paciencia de toda la Humanidad burlada.
Felicitaciones, «honorables pr¢ceres y l¡deres espirituales y pol¡ticos» de Inglaterra, Espa_a, Chile y El Vaticano. Su pirotecnia intectual deleznable, plet¢rica de repugnante pragmatismo utilitario es ilustrativa del verdadero estado de las Relaciones Humanas a comienzos del A_o 2000.
Valentin Marchant
LUCIDEZ Y CONVENIENCIA POL-TICA
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