La victoria de Ricardo Lagos, candidato de la «Concertación de Partidos por la Democracia» en la segunda vuelta electoral chilena el domingo pasado, tiene un valor político particular.
En marzo próximo Lagos llegará al histórico Palacio de la Moneda, lugar donde cayó combatiendo en 1973 el Presidente Salvador Allende, un experimentado militante del Partido Socialista. La Concertación que incluye a la centrista Democracia Cristiana y otros grupos menores, gobierna ya desde hace 10 años el país.
Por una corta diferencia del 3 por ciento de los votos, Lagos dejó atrás a Joaquín Lavín, quien es una «creación política» del pinochetismo y representa a la extrema derecha y los sectores más conservadores del país. Este grupo además es el defensor disciplinado del neoliberalismo. Hasta aquí la cosa es clara . Sin embargo , en política, y sobretodo en un convulsivo continente latinoamericano, nada es simple ni lineal. Un sector de la opinión pública internacional se apresuró a presentar, el mismo lunes a la ma_ana, a Ricardo Lagos como la reencarnaci¢n de Salvador Allende.
Allende fue un l¡der carism tico de la Unidad Popular, derrocado el 11 de setiembre de 1973 por el dictador Augusto Pinochet, a 3 a_os de haber iniciado una experiencia socialista en Chile. Antes de establecer cualquier comparaci¢n entre ayer y hoy, es esencial, por respeto a la memoria hist¢rica, recordar r pidamente algunos de los ejes de lo que fue la propuesta de la Unidad Popular encabezada por Allende.
Uno de dichos ejes fue la nacionalizaci¢n de las explotaciones de cobre, el principal producto de exportaci¢n chilena y de unas 200 empresas ubicadas en sectores estrat’gicos. Otro acierto de Allende fue la nacionalizaci¢n de la banca privada y del comercio exterior, el impulso decidido a la reforma agraria, estimulando formas colectivas de producci¢n y creando un «sector social» de la econom¡a.
Cabe mencionar tambi’n la defensa de las conquistas b sicas para la poblaci¢n, desde el vaso de leche diario para la infancia en las escuelas, hasta la salud y educaci¢n poblicas y gratuitas. Al mismo tiempo, estimul¢ incansablemente a la organizaci¢n y movilizaci¢n popular, por barrios, centros productivos y sectores.
Al observar el programa de gobierno de Ricardo Lagos y, m s aon, lo hecho en estos dos lustros por la «Concertaci¢n», muy poco se puede comparar a lo realizado por Allende y su Unidad Popular.
La historia cambia, es cierto, y no es justo siempre intentar comparaciones. Por eso se equivocan los que intentan hoy igualar etapas y figuras. Simplemente Lagos no es Allende. No s¢lo porque la historia lo demuestre sino , y sobretodo, porque el mismo Lagos no quiere serlo.
Tal como lo repiti¢ durante la campa_a electoral, m s que el segundo Presidente socialista de la historia de Chile, Lagos se siente mucho m s, como el tercer Presidente de la Concertaci¢n de centro. (Cl/QR/Au-Ppg/Pp/ap)
Sergio Ferrari