Estoy de acuerdo con quienes discrepan de lo realizado por un grupo de gays y lesbianas. Que un colectivo de gays y lesbianas publique un folleto para hacer aceptable la homosexualidad es de esperar; que lo haga con fondos públicos es una discriminación, en este caso a su favor; que lo edite el Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid y que se distribuya en colegios públicos que no lo han pedido es francamente abusivo. Esto es lo que ha ocurrido con el folleto «25 cuestiones sobre la orientación sexual», preparado por el Colectivo de Lesbianas y Gays de Madrid (COGAM). Su fin propagandístico se disfraza de «unidad didáctica», con la que los docentes puedan «desmontar los prejuicios» sobre la conducta homosexual.
El Defensor del Menor, que ha tenido actuaciones más felices que esta, debería explicar por qué se utilizan dinero y medios públicos para una iniciativa tan interesada y parcial. ¿Qué se hubiera dicho si, en el caso del aborto, el Defensor del Menor editara un folleto sobre el derecho del feto a la vida, y lo enviara a los colegios poblicos?
El t¡tulo del folleto es ya de por s¡ enga_oso, porque la onica orientaci¢n sexual de la que se habla es la homosexual. Y el modo como se habla excluye cualquier postura que considere criticable o problem tica la conducta homosexual. Con un lenguaje sin estridencias, el estilo del folleto es el propio del adoctrinamiento. No se ofrecen argumentos, ni materiales para el debate, ni se presenta la postura contraria. El rechazo de la conducta homosexual se atribuye exclusivamente a prejuicios.
No es de extra_ar que se descalifique tambi’n a los padres como interlocutores de los hijos que en su despertar sexual puedan sentirse diferentes a la mayor¡a o al menos experimentar dudas. «La familia, por el momento, no suele ser terreno id¢neo para clarificar esas dudas». Por lo visto, hay que defender a los menores de sus propios padres.
Segon este folleto, el onico modo de ayudar al adolescente que pueda experimentar duda y angustia al sentir cierta atracci¢n por personas del mismo sexo, es decirle que en su caso eso es natural e inevitable. «Nunca debe dec¡rsele que los sentimientos que experimenta son algo pasajero». La orientaci¢n sexual «no es elegida por el individuo, no es modificable», «se puede disimular, nunca transformarla». Pero si en la educaci¢n se trata de ayudar a una persona a ser libre, +se le ayuda de algon modo dici’ndole que eso que siente en esa etapa de dudas es un destino inmodificable? Hoy d¡a, cuando se recurre a la terapia en tantos asuntos para recuperar el equilibrio psicol¢gico, +por qu’ silenciar que tambi’n un adolescente en esta situaci¢n puede recibir tratamiento?
Claro est que para el COGAM lo onico peligroso es la desaprobaci¢n de la homosexualidad. Esto supone estar afectado por la terrible «homofobia», que combina la intolerancia con la patolog¡a. Aunque el t’rmino no exista en el l’xico cl¡nico, el folleto asegura que «algunos psic¢logos la han definido como el miedo irracional y persistente a la homosexualidad». De modo que los mismos que aseguran que la homosexualidad no es un trastorno, se inventan una patolog¡a que afectar¡a a los que creen lo contrario. Sin embargo, debe de ser una enfermedad muy extendida, ya que el folleto se queja una y otra vez de que la sociedad margina, discrimina y silencia a los homosexuales. Pero es inevitable que el uso ideol¢gico del t’rmino haga de la «homofobia» una epidemia, ya que es hom¢fobo todo el que no comparta el punto de vista del movimiento gay.
En realidad, tachar de «fobia» a la postura contraria es un modo intolerante de zanjar un debate. Por la misma raz¢n, podr¡a acu_arse el t’rmino «adulterofobia», para descalificar de entrada cualquier intento de cuestionar la orientaci¢n sexual de los inclinados al adulterio.
Como se_ala Juan Dominguez:: Ciertamente, un homosexual goza de los derechos que le corresponden como ciudadano y merece ser tratado con el respeto que se debe a toda persona. Pero no tiene derecho a exigir que los dem s renuncien a sus convicciones sobre ‘tica sexual para que no sufra su autoestima. Una cosa es «salir del armario» y otra pretender encerrar en el armario a los que desaprueban su conducta.
Mar¡a A. Gonz lez Jim’nez