He leído con mucho interés un escrito del argentino don Sergio Ortiz en el n. 152 de «La Liberación», en que presenta a Juan Pablo II como el mayor hipócrita de nuestro tiempo. Con un interés similar al que pone un psiquiatra cuando se encuentra una paranoia coherente, aunque irreal. Y similar, porque la interpretación que don Sergio nos ofrece de las actuaciones de este Papa, aunque está más o menos bien trabada, adolece de dos pequeños defectos: una parcialidad que produce verg³enza ajena y una ignorancia casi enciclopédica en cuestiones religiosas.
Al señor Ortiz, a quien al menos hay que reconocerle la valentía de confesarse comunista después de todo lo sucedido, se le ve el plumero -como decimos acá- al criticar el proceder del Papa al visitar Chile en tiempos de Pinochet y bendecir que siguiera esa misma conducta en la Cuba de su camarada Fidel; al lamentar los muertos que provocó Hitler en la U.R.S.S. y obviar el número incomparablemente mayor que ocasionó ésta y no en una guerra sino en purgas internas; al denotar que el Papa no apoyara los intereses sovi’ticos en la guerra de los Balcanes, o que contribuyera moralmente a la ca¡da del muro y al desmoronamiento de la U.R.S.S.; y al presentarnos el mundo sovi’tico como el para¡so del empleo, la sanidad y la riqueza, y a los comunistas como promotores del derecho a la vida: +no eran promotores del aborto y del terrorismo?
Don Sergio, aunque se declara ateo, me parece m s bien alguien que no es capaz de entender lo cristiano sino en clave pol¡tica. Por eso no comprende que Juan Pablo II pida clemencia, como cada vez que se va a aplicar la pena de muerte. Y no le importa que P¡o XII salvara a 800.000 jud¡os y que muchos rabinos europeos hayan testimoniado a su favor en su causa de beatificaci¢n. Y no reconoce que este Papa es el portavoz de los m s pobres e indefensos. Y no se quedar satisfecho por muchas autocr¡ticas que hagan los obispos argentinos. Y se considera tan competente en asuntos internos cat¢licos como para decidir qui’n debe ser o no beatificado y si Jesucristo dio o no a su Iglesia el poder de ordenar mujeres. Desde luego, el se_or Ortiz podr ser comunista pero como ateo no le veo muy convencido, pues los aut’nticos ni siquiera se interesan de este tipo de cuestiones.
Mar¡a V. L¢pez Serrano
