Se acaba de publicar un informe que prevé, para la población española del año 2.050, una disminución de diez millones de habitantes y un alarmante envejecimiento. Curiosamente, se nos viene diciendo que la principal solución discurre por la línea de realizar una política de inmigración bien orientada. Y no se alude apenas a la raíz del problema, que es la crisis de la institución matrimonial en Occidente, ni al más importante de sus remedios, la estabilidad de las parejas: pues quien convive sexualmente sin proyecto de estabilidad tenderá a tener el menor número posible de hijos y, cuando su convivencia se haya roto, tampoco estará en condiciones de hacerse cargo de sus ancianos.
No digo que no haya que atender la cuestión inmigratoria. Pero pienso que es urgente también afrontar sensatamente la disparatada situación en que hoy se encuentra en nuestro país el matrimonio. Sensatamente, es decir, dejando al margen prejuicios ideológicos para darle a cada tipo de pareja sexual el tratamiento legal que se corresponda con las aportaciones y los perjuicios sociales que produzcan los distintos tipos de convivencia sexual: los matrimonios de por vida, los matrimonios disolubles y las parejas de hecho.
Equiparar estas situaciones me parece suicida, aparte de injusto.
Jos’ G. Gonz lez S nchez
DISPARATADO ESTATUS DEL MATRIMONIO
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