+ste, aparte de extremadamente importante, es un término de una amplitud extraordinaria, porque no hay una sola clase de cultura, sino muchas y muy diversas, y eso de la diversidad no lo menciono en ningún sentido antropológico, que es al que solemos referirnos comúnmente cuando mencionamos esa pluralidad. Existe, por ejemplo, la cultura llamémosla oficial. Se supone que es culta aquella persona que posee una serie de conocimientos que son tildados oficialmente de cultos, y se da por remachado el clavo de esa consideración si tiene colgado en la pared (o aunque lo tenga en un cajón o archivador cualquiera) un papel que certifica que ha conseguido un grado oficial en aquella materia concreta. Más aun, ese dichoso papel viene a dar la sensación de que su titular a buen seguro dispone de una gama polivalente de conocimientos, amplia, más allá de la disciplina concreta que se supone que acredita, y digo que se supone porque no es la primera vez û supongo que quien más quien menos he tenido esa experiencia û que detr s del papel¡n de marras no haya gran cosa. M s de una vez cuesta incluso de entender que su titular lo haya conseguido en buena ley. Este concepto de cultura tiene un elevado contenido elitista, de tal forma que se ha inducido a una buena parte de la gente que no dispone de ninguno de esos papelitos para colgarlos en la pared, a creer de ella misma que, culturalmente hablando, no cuenta para nada. Conste que soy moderado y lo limito s¢lo al tema cultural, cuando es m s bien un hecho que aquello que se pretende es que la gente crea que no es s¢lo culturalmente que se es inferior si no se tienen los correspondientes papelitos. Una vez m s quien m s quien menos, de alguna forma entramos en el juego y tampoco acabamos de salir de ‘l a no ser que, como ocurre de tanto en tanto, se nos restriegue por las narices la enorme inexactitud de esta clase de concepciones.
As¡ pues, uno queda perplejo cuando est explicando algo quiz s un poco enrevesado a una persona y, de golpe y porrazo, ve como se le ilumina la cara, empiezan a brillarle los ojos y te suelta: «¥Te entiendo! ¥Te entiendo perfectamente! ¨Sabes que lo estoy entendiendo todo, eso que me est s explicando?». Uno se queda de piedra, porque le consta que est hablando con alguien muy inteligente, dotada de una amplia cultura sobre un verdadero mont¢n de cosas, aunque quiz s muchas de ellas sean de aquellas que no acaban de ser reconocidas por la cultura oficial como los hechos culturales que son en realidad. Y eso no es todo, porque, adem s, sabe de primera mano que tambi’n lo est de una elevada dosis de sentido comon, caracter¡stica valiosa como pocas. Dec¡a que uno queda at¢nito, porque se da cuenta que aquella persona, a falta del papel que mencionaba antes repetidamente, o quiz s de una gama de conocimientos de aquellos que s¡ valora de forma espec¡fica la culturilla oficial, ha entrado tanto en el juego de aquella que ha terminado crey’ndose eso de que es poco culta, y de ah¡ su sorpresa cuando se encuentra que habla con alguien a quien tiene por uno de esos seres tocados por la mano oficial y entiende sin ninguna clase de problema todo lo que ‘ste le explica. El hecho me hizo positivamente da_o, y pens’ que val¡a la pena glosar la barbaridad social que representa este tipo de cosas.
Pues claro que me parece meritorio que alguien quiera adquirir algunos conocimientos m s sobre cualquier materia, aunque no sea necesariamente una de ‘stas que la sociedad consagra para el lucimiento de algunas ‘lites, sino una cualquiera entre todas, desde cuanto tiene que estar un conejo en la nevera macer ndose en ajo, hasta el estudio de un manual de introducci¢n al estudio de la historia; desde que tipo de ejercicios es saludable para el espinazo, hasta la lectura de poes¡a; desde cual es la mejor ‘poca para trasplantar un geranio, pasando por cuatro nociones de macroeconom¡a, hasta saber llevar una tienda de forma adecuada. Pero sin creerse uno mismo que si una de esas cosas oficiales se te resiste un poco es una se_al de que no eres lo bastante bueno; sabiendo, en definitiva, que a veces los papelitos s¢lo sirven para ser echados a pu_ados por encima del personal en las juergas, las mascaradas y los carnavales, mezclados muchas veces con serpentinas.
Jordi Portell
