Por cierto, la Cancillería con
la rapidez a que nos tiene acostumbrados, ha reaccionado 60 ó más días
después y las declaraciones son las de siempre: formales, epidérmicas,
«diplomáticas». Es decir, nada de nada. Como decía Manuel González Prada en
una de sus pícaras letrillas: ¡Lo que son las malas lenguas! Hablan siempre
verdades.
¿Por causa de qué no damos vuelta a la tortilla? ¿No hay en el Perú miles de
millones de dólares invertidos por firmas chilenas en servicios, en la
minería, en diversos rubros? ¿Qué se está esperando para decirles a estos
señores que lo mínimo a que aspira el Perú como Estado es que a sus hijos se
les brinde la misma oportunidad que aquí se les da a los chilenos? ¿Falta de
pantalones? ¿Nada de solidaridad?
El racismo desembozado que ya ni se oculta detrás de todas esas expresiones
chilenas en contra de peruanos básicos y sencillos, es anti-histórico.
Gustan mucho los del sur, de hablar de la raza chilena, como si existiera
alguna raza rusa u otra raza norteamericana o arubana. Con Hitler y su
fallido Reich de 1000 años, su imperialismo racista y la imbecilidad de la
superioridad aria, se acabaron los dislates de esa clase. Sin embargo,
Mandela se pasó 40 años preso para arribar en el nadir de su vida a la
presidencia de Sudáfrica. La ridiculez de la raza chilena trasunta un
desprecio para con los más débiles. En este caso, los hombres y mujeres
peruanos que viven en Chile, merced a su anémica preparación intelectual o
histórica, son pasto de fieras que basan su supuesta superioridad en el
color de la piel, en un color blanco que es importado porque el pasado
chileno es de pobrísima recordación, siendo que el pasado imperial peruano
por enorme y constructor, opacó y siempre tuvo en menos a los de Chile.
El gobierno de transición del especialista en hacerse homenajes, Valentín
Paniagua, «demócrata» según algunos, no hizo nada cuando la prepotencia
judicial chilena le hizo la vida a cuadritos a Aerocontinente. Esta empresa
de peruanos logró remontar el intríngulis y superar de alguna manera las
trabas a que fueron sometidos. Pero como el Estado peruano está en falta,
tiene la oportunidad, merced a una inteligente presión, de hacer que cesen,
de inmediato y ya mismo, los incordios contra nuestros connacionales.
Recordemos, y lo saben bien los chilenos que viven en el Perú, que ellos son
miles y son millones los invertidos en esta tierra. Y tampoco están muy
limpios que digamos, por ejemplo, Lucchetti tiene mucho que contar y sus
relaciones peligrosas con Vladimiro Montesinos aún no han sido narradas en
su íntegra versión.
¿Se ponen en peligro las relaciones entre nuestros países? Por boba que
parezca la respuesta, ¿no es eso lo que están haciendo en Chile con los
peruanos? ¿Todos los peruanos que están en Chile son delincuentes o
ladrones? ¡De ninguna manera! Hacen trabajos humildes, forman parte de la
cadena productiva. Que tengan un color más oscuro no es un impedimento para
trabajar y progresar. Sólo en el cerebro de imbéciles puede el color ser una
medida que deba ser aplicada para tasar la valía laboral de la gente.
¿Cuántos millones de wet backs (espaldas mojadas) mexicanos hay en Estados
Unidos? Por lo menos más de 10 millones y ¿no es México parte del tratado
con Canadá y Estados Unidos? Ellos necesitan a los mexicanos, tanto como
éstos requieren de los norteamericanos. Entonces, ¿porqué no pensar
imaginativamente que hay que cantarles a los chilenos un poco de esta
tonada? Y la solución no es muy difícil, se trata que los diplomáticos dejen
de planear soluciones en escritorios y visiten a los funcionarios chilenos
en su embajada y consulado y les digan ¡cómo son las cosas! Otro tema es que
falten pantalones y que en nombre de una supuesta globalización se dejen las
cosas como están y como están, están muy malas.
¿Alguna empresa podría resistirse a trabajar sin dificultades si éstas
empiezan a aparecer porque no hay reciprocidad? ¿O las autoridades
policiales, diestras en perseguir a delincuentes de poca monta, son
incapaces de auscultar cargas indebidas o permisos vencidos de muchos
chilenos irregulares en el Perú? ¡Aquí al Perú llegaron miles de chilenos
huyendo como ratas del gobierno de Pinochet! ¡Muchos de ellos se quedaron y
ya tienen hijos peruanos y aprendieron a querer esta tierra, hollada por sus
antepasados, dignos descendientes de hunos modernos y Atilas redivivos!
¿Ausencia de hormonas y de pechos broncos para gritar fuerte y en nuestra
tierra por los nuestros lejos de los lares nacionales?
Digan lo que quieran esos consejeros brutos; exclamen cuanto les venga en
gana, esos diplomáticos ociosos y militares gallinas, es hora de poner los
puntos sobre las íes y nunca como hoy la situación fue más fácil, porque
tenemos a muchos chilenos en el Perú y no es mala idea, aplicar un
torniquete cuando hay peligro de hemorragia. Entonces, todo vuelve a la
normalidad y felices como perdices quienes debemos, como hermanos
latinoamericanos, darnos la mano y forjar lo que debía ser una gran
Comunidad de Naciones.
La raza chilena, su concepto auto-bombo de país desarrollado, son bagatelas
de afiebrados. ¡A otro perro con ese cuento! ¡Que aquí vemos la película muy
clara y no tenemos porqué tragarnos sapos y monsergas o embustes
envenenados! Bárbaros fueron los Lynch y todos esos salvajes, pero aquí
Cáceres y los breñeros les hicieron la vida imposible, demostrando que
cuando hay un ápice de valentía todo un pueblo se une para demostrar
dignidad, valentía y amor propio. ¿Qué esperamos para poner en marcha
algunas pocas medidas para ayudar a nuestros compatricios en el sur?
Herbert Mujica