Armada insiste en que, aunque la guerra de Bosnia estuvo muy bien cubierta por los medios de comunicación, no tuvo ni consecuencias directas ni demasiada influencia en la política internacional, en los planes de la OTAN o en las estrategias de la ONU. Sin embargo, despertó una consciencia nacionalista en la población autóctona que la llevó al odio más visceral por su vecino. Le recuerda mucho, afirma, a lo que ocurrió en la Guerra Civil española, aunque no la vivió, porque los dramas personales adquieren una dimensión excepcional.
Aunque el periodista siempre intenta que la crónica sea valiosa y cuidarla para que se pueda leer en el futuro como una obra literaria, “Sarajevo” no está basada en las crónicas que Armada enviaba al diario, sino en sus propios diarios personales. En esas crónicas íntimas y secretas que al final del día se escriben para no olvidar ni un detalle pero que, inconscientemente, siempre esperan ser leídas.
“Un horizonte de grajos, cuervos, urracas y pájaros sin nombre desmenuza el horizonte con sus picos de hierro colado y sus gargantas afiladas por el frío. Nevó ayer, pero ni los almiares ni la hierba de Kiseljak conservan un rastro indeleble de la nieve. El frío es todavía un asunto tolerable. El boletín de las siete de la mañana en la BBC dice que el mundo, a pesar de todo, sigue su orden inútil. Nos levantamos como para corregir la deriva de los continentes, pero toda la tarea acaba siendo mucho más modesta”. Era lunes 7 de diciembre de 1992 cuando Alfonso Armada escribía este pensamiento en su diario. Al fin y al cabo al finalizar el día podría estar muerto.
Pero lo curioso es que, según el autor, lo primero que se pierde cuando se viven intensamente conflictos fratricidas como la guerra de Bosnia es eso mismo, el miedo, para sustituirlo por indignación, rabia o, a veces, desesperación. “¿De qué escribir contra el mal? ¿Contra el mal de qué escribir? ¿Con qué escribo el mal? ¿Con qué clase de hastío escribo la desesperación y con qué clase de tinta la tristeza, el dolor, el cansancio del cansancio y el cansancio de la desesperación y el cansancio de la esperanza? Otro cañonazo, otro minuto, otro bosnio que desaparece…” escribía Armada el miércoles 14 de julio de 1993. Y es que, según él, siempre hay culpables. No es cierta esa falacia de que en estos conflictos no hay culpables.
Tras esta entrevista que les ofrecemos en formato de vídeo/TV, le pedí a Alfonso Armada que me dedicara su libro. “Con el deseo de que estas memorias de una guerra que me dejó una huella imborrable no te dejen indiferente”, dice en su dedicatoria. No Alfonso; la lectura de tu libro no me ha dejado indiferente.
Escuchen, en esta entrevista, lo que un periodista de oficio piensa sobre el tiempo en qué vivimos.
Gema Castellano
@GemaCastellano