En 1992 las denuncias de los ecologistas obtuvieron como respuesta de Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG) que "esos caudales de agua eran necesarios para mantener el nivel higiénico del curso fluvial", lo cierto es que la sequía persistió después y tras la clausura de la ExpoÆ92 ya no bajó más agua, bien fuera porque los ingenieros de la CHG dijeran la pura verdad, bien porque ya no quedaba agua almacenada en los embalses Guadalquivir arriba.
Lo cierto y verdad, es que este año la historia se ha vuelto a repetir, y que al mismo tiempo que "se mantiene el nivel higiénico", según la versión oficial, desde las mismas instancias se pide a la población "responsabilidad y ahorro" para evitar las inexorables restricciones que se avecinan en ciudades como Jaén y Córdoba, donde parece inminente el corte de agua, algunas horas al día a partir de este mes.
Sospechas administrativas aparte no es menos significativo un hecho evidente: que no llueve; y que no llueve después de sucesivos inviernos de lluvias torrenciales que desbordaron el mismo Guadalquivir, amén de otros ríos españoles.
+No es esto lo que los meteorólogos predijeron como el cambio climático?: Pertinaces sequías a las que suceden períodos de lluvias torrenciales que arrasan la escasa vegetación y favorecen en círculo vicioso el avance del desierto.
Malgastada o no el agua, de lo que no cabe duda es de que estamos derrochando la atmósfera. Sí, la atmósfera que es de donde procede el agua de los ríos, la que nos da de beber, la que nos sirve para regar campos que nos dan de comer, y la que mueve las industrias que…, que en última instancia son las generadoras de contaminantes que alteran el equilibrio atmosférico.
DERROCHAR LUZ ELECTRICA DAñA MAS QUE MALGASTAR AGUA
Probablemente hace más daño climático, una luz encendida en una habitación cerrada que un grifo abierto en una bañera solitaria con el tapón levantado. Porque mientras en el último caso, el recurso almacenado se devuelve tontamente a su ciclo; en el segundo, lo que se provoca es precisamente la ruptura del ciclo.
La bombilla se alimenta de electricidad que probablemente se genera en una central térmica que emite gases tan tóxicos como los NHx o los SOx, que a su vez generan lluvia ácida que defolia vegetación generadora de agua evaporada, que es la que alimenta las nubes. Asimismo esa misma termoeléctrica está causando un calentamiento y unas emisiones de CO2 que produce el efecto invernadero, que impide que salga el calor interno de la tierra y favorece, la ausencia de lluvia o la súbita y torrencial caída de la misma.
Y como ya hemos dicho antes, esos torrentes arrasan la escasa vegetación que queda tras lluvia ácida, sequía y calentamiento, y de esta manera se reproduce el ciclo infernal ad libitum o hasta que el ecosistema no dé más de sí.
En efecto, el derroche energético; el consumo compulsivo de productos industriales; el desinterés de empresarios, autoridades y sobre todo, de consumidores por las condiciones medioambientales en las que se producen los bienes originados por las industrias son los auténticos causantes del cambio climático.
Cuando, en condiciones normales, derrochamos agua perdemos el líquido elemento almacenado ese año y que de funcionar correctamente el ciclo natural, volverá, no obstante, antes de un año; pero cuando alteramos la estructura de la atmósfera el agua se va y no vuelve. El proceso y el daño son irreversibles.
Esto es tan evidente como que sin agua podemos vivir varios días en condiciones constantes de presión y temperatura, pero sin aire apenas podemos resistir unos pocos minutos por muy favorables que sean las condiciones de ausencia de este gas, elemental para la vida.
A pesar de ello, el despilfarro de agua resulta en esta época que nos ha tocado vivir un acto de irresponsabilidad y de incivismo mayor que nunca., puesto que casi podemos asegurar que el agua que perdamos este año no va a volver el próximo sino más bien al contrario. Por primera vez, en la historia de la Humanidad, el ciclo universal del agua está alterado por la acción de la llamada civilización industrial.
TODOS NOSOTROS SOMOS LOS JINETES DEL AUTENTICO APOCALIPSIS
No se trata de sequías locales, tampoco de fenómenos tormentosos aislados, ni de desiertos puntuales. La desertificación avanza por todo el planeta; el fenómeno de El Niño es un hecho, de mayor o menor intensidad, en todo el globo terráqueo, y el agua ya es motivo de conflictos fronterizos entre naciones y entre pueblos.
Como ha dicho algún historiador, "si a finales del siglo XX las guerras se hicieron por el petróleo, en el siglo XXI los pueblos se matarán mutuamente por el agua".
Petróleo y agua parecen binomios condenados a no entenderse. En general, todos los combustibles fosiles, desde el humilde carbón, son causantes de alteraciones atmosféricas cuyos diabólicos resultados estamos viviendo.
Pero no sólo las centrales termoelécticas, también las industrias químicas, los CFCs teóricamente en recesión desde la Cumbre de Río (pero que en la de Kioto se revelaron en progresión), son los causantes de este apocalipsis real por evidente.
Agujeros de ozono, ciclones, pertinaces sequías, plagas agrícolas, epidemias latentes que ahora se manifiestan (como el ébola), cáncer de piel en aumento, xeroftalmia (ceguera nocturna), enfermedades cardiorrespiratorias en progresión, hambre son los signos de un fin del mundo que no ha sido predicho por ningún profeta sino por los más insignes científicos de la tierra, a petición misma, de los poderosos, de los Gobernantes de las Naciones.
Estos sabios tan certeros en sus predicciones también recomendaron remedios, pero mientras acertaban en sus agoreras previsiones, no tenían el mismo éxito en la obtención de atención a sus consejos para evitar las catástrofes presentes y futuras. ¥Claro, se toparon con un sistema que si poco tiene de científico y de lógico, menos tiene de respetuoso con el medio ambiente y con el género humano!
La última palabra, como siempre, la tiene la base del sistema: el consumidor. Es decir, nosotros. ¨Hasta que punto tememos el fin? +En qué medida preferimos disfrutar lo que nos quede de vida y luego ya veremos? +A cuánto somos capaces de renunciar con tal de que nuestros hijos crezcan sanos y lleguen a viejos?
La respuesta a todos estos interrogantes quizá esté en los derroches municipales, comerciales y domésticos de las próximas fiestas navideñas, que quizá coincidan con un nuevo huracán en el Tercer Mundo o con un invierno extremadamente seco, aquí a la puerta de casa. +Esperaremos a la Navidad y a esas catástrofes para ser buenos? o +gozaremos cual césares despóticos viendo el sórdido espectáculo de la destrucción del ciclo del agua?