El gobierno de Afganistán está emprendiendo una guerra contra las mujeres. La situación está tan mal que un editorial del Times comparó el trato de las mujeres de Afganistán al dado a los judíos durante el pre-holocausto en Polonia.
El régimen fundamentalista de Talibán llegó al poder en 1995. Desde entonces las mujeres empezaron a usar una burcua, un vestido largo con una capucha que esconde la cabeza y que tiene una tela por donde mirar. Son apedreadas en público si no usan el traje formal, o solamente porque no tienen la malla que cubre el frente de los ojos. Una mujer murió porque un grupo de fundamentalistas la atacó por exponer un brazo accidentalmente mientras caminaba. Otra fue apedreada hasta la muerte por haber tratado de dejar el país con un hombre que no era su pariente.
Las mujeres están prohibidas de trabajar y hasta de estar en público sin un pariente masculino. Las profesionales como profesoras, traductoras, doctoras, abogadas, artistas y escritoras fueron despedidas de sus trabajos y consignadas a sus casas. La casa donde vive una mujer tiene que tener las ventanas pintadas para impedir que ellas sean vistas por extra_os. Tienen que usar zapatos silenciosos para nunca ser o¡das. Las mujeres viven con miedo de perder la vida por causa de un leve desliz en el comportamiento que les han impuesto.
Como ellas no pueden trabajar, sus parientes masculinos o maridos, o est n pasando hambre hasta la muerte o est n mendigando en la calle. No hay ninguna instalaci¢n m’dica disponible para las mujeres, y muchos profesionales del rea de salud, en protesta, dejaron el pa¡s llevando medicamentos y otras cosas necesarias para tratar el creciente ¡ndice de depresi¢n entre las mujeres.
Es imposible saber en esta sociedad fundamentalista isl mica la tasa de suicidio con certeza, pero se calcula que la tasa de suicidio entre las mujeres aument¢ significativamente, ya que no pueden hallar un tratamiento para la depresi¢n severa, y no soportan el cambio radical en sus vidas.
En uno de los raros hospitales para mujeres, un reportero encontr¢ cuerpos casi inanimados, inm¢viles encima de las camas, envueltos en burcuas, sin voluntad de hablar, comer, hacer cualquier cosa. Otras enloquecieron y son encontradas en las esquinas, balanceando sus cuerpos o llorando, la mayor¡a con miedo. Un m’dico est considerando, que cuando se termine el poco medicamento que queda, dejar a estas mujeres frente a la residencia del Presidente como una forma de protesta.
Lleg¢ el punto en que el t’rmino violaci¢n de los derechos humanos es desconocido. Los hombres tienen poder de vida o muerte sobre las mujeres, especialmente sus esposas. Pero cualquier hombre tiene el mismo derecho de apedrear o golpear a una mujer, aon cuando sea desconocida, si ella simplemente expone una pulgada de su cuerpo, aunque sea accidentalmente.
Dicen que occidente no deber¡a juzgar el r’gimen fundamentalista de Afganist n porque es una cuesti¢n cultural, pero ni siquiera eso es verdadero. Las mujeres disfrutaban de una libertad relativa para trabajar, generalmente vest¡an como quisieran, caminaban y aparec¡an solas en poblico hasta 1996. La rapidez de esa transici¢n es el principal argumento, para depresi¢n y el suicidio: las mujeres que eran pedagogas o doctoras o simplemente disfrutaban de la libertad b sica para cualquier ser humano ahora son severamente reprimidas y maltratadas en nombre del ala fundamentalista del Islam.
Si la OTAN us¢ su fuerza militar en Kosovo en nombre de los derechos humanos, por causa de la segregaci¢n racial contra los Albaneses, entonces Occidente tambi’n puede expresarse contra la opresi¢n, asesinato e injusticia cometida contra las mujeres por el Talib n.
Los que deseen solidarizarse con esta causa pueden enviar un e-mail a Mary Robinson, webadmin.hchr@unorg.ch y Angela King, daw@undp.org,ambas miembros de la ONU.