En homenaje al 40¦ aniversario del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y con motivo de la celebración de la IX Cumbre de los Jefes de Estado y de Gobierno, la Casa de América de Madrid ha presentado el ciclo Memorias del cine cubano.
Una muy breve mirada a los antecedentes de la actividad cinematográfica en Cuba a comienzos de 1959 nos revela que no existía industria de cine y solamente escasos referentes de verdadero interés artístico. La posibilidad de acometer un cine nacional, dentro de las normas y condicionamiento de la sociedad cubana de la época, o la ilusión de sentar las bases que permitieran el desarrollo de una industria cinematográfica culturalmente coherente, no pasaban de ser sueños imposibles.
En alguna medida esta situación se repetía en casi todos los países del continente americano. En 1959 mediante un decreto ley que establece que ôel cine es un arteö, se funda el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), para organizar y dirigir la actividad cinematogr fica en su conjunto. A partir de este momento se realizaron las inversiones que sentaron las bases materiales y tecnol¢gicas para la existencia y desarrollo de una industria que estabiliz¢ una producci¢n anual, que aunque modesta, era dif¡cil de concebir en otro pa¡s con el nivel econ¢mico de Cuba.
Sin duda, un privilegio otorgado a los cineastas cubanos, una ventaja sobre los creadores del resto de la Am’rica Latina. Los fundadores del ICAIC eran conscientes de la dimensi¢n de la labor que ten¡an por delante, prueba de ello son las palabras expresadas en 1960 por su fundador y actual presidente, Alfredo Guevara: «est’tica y financieramente el cine cubano surge en medio de un complejo de circunstancias de orden hist¢rico, econ¢mico y psicol¢gico que condicionan sus primeros pasos y obligan a tomar en consideraci¢n elementos y caracteres que no tienen igual significaci¢n para otras cinematograf¡as».
No tardar¡a mucho el cine cubano en afianzarse y desarrollarse como una s¢lida y atractiva cinematograf¡a. Sus primeras obras, originadas en los inicios de la producci¢n del ICAIC y durante la fase de formaci¢n del cine cubano, que se enmarca entre 1959 y 1965, sobresalen fundamentalmente por su inter’s socio-cultural. Muchas de ellas se producen en los a_os de mayores enfrentamientos y definiciones pol¡ticas en defensa de las posiciones revolucionarias. Otras sin llegar a ser obras mayores, tienen la expresa voluntad de alejarse de los esquemas y reducciones propias del mal llamado «cine revolucionario». Aunque ninguna sobresale por sus excelencias t’cnicas, se evidencia el cuidado formal con el que est n realizadas; y su m’rito mayor reside en que se acercan a realidades muy complejas, controvertidas, que aunque seguramente hoy podr¡an ser reflejadas con otra lectura, conmueven por el punto de vista por el que apuestan en ese momento, que se sitoa siempre al lado del ser humano, obviando al h’roe positivo. En los conflictos que les mueven, marcados por la ‘poca que les ha tocado vivir, interviene y siempre est presente la condici¢n humana.
Los acontecimientos m s relevantes, las transformaciones que permanentemente ten¡an lugar dentro del proceso revolucionario, eran registrados por las c maras, fundamentalmente por el cine documental y el Noticiero ICAIC Latinoamericano dirigido por Santiago Alvarez, que en su primera etapa sorprende por su audacia, por la renovaci¢n del g’nero. Entre 1959 y 1969 se produce la eclosi¢n del cine documental y empiezan a manifestarse ya la personalidad y el talento de algunos de los autores m s notables.
De esta etapa sobresalen: Muerte al invasor (Tom s Guti’rrez Alea, Santiago Alvarez), El ring y Vaqueros del Cauto (Oscar Vald’s), Por primera vez (Octavio Cort zar), Historia de una batalla y La primera carga del machete (Manuel Octavio G¢mez). Menci¢n aparte merece la figura de Santiago Alvarez que muy pronto ocupa un lugar relevante dentro del cine documental. En 1960 con Historia de la Revoluci¢n (Guti’rrez Alea) y Cuba baila (Espinosa), comienza el cine de ficci¢n. En 1966 Guti’rrez Alea realiza una brillante e incisiva comedia de humor negro titulada La muerte de un bur¢crata, y con la realizaci¢n de la excepcional Manuela de Humberto Sol s, el cine cubano toma un nuevo vuelo. Al final de la d’cada ser n estos mismos creadores quienes produzcan los dos grandes cl sicos de esta cinematograf¡a: Luc¡a y Memorias del subdesarrollo. Ambas nos invitan al an lisis, a escudri_ar los comportamientos humanos.
Una lo hace visceralmente, pero no exenta de lucidez. En el cine de Sol s se dan la mano la pasi¢n, la ‘tica, la traici¢n pol¡tica, el oportunismo, la condici¢n femenina. La otra lo hace mediante la reflexi¢n serena, la distancia que no permite superponer la emoci¢n, la cr¡tica dolorosa, ese sentido filos¢fico que te deja al final una lecci¢n de sabidur¡a, de honestidad. Tanto Alea como Sol s, sitoan en el centro de su inter’s al individuo, el comportamiento y condici¢n humanas en relaci¢n a su entorno social y pol¡tico, lo que siempre confiere universalidad a sus obras.