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Pop electrónico obsesivo, de rítmica infectada, guitarras saturadas y mala leche en general («High pitch needs»). Si Kraftwerk chocaran con Stereolab en plena ebullición de Chernobil, seguro que sonarían parecidos a «Telstar recovery», un tirabuzón ardiente de alcance peligroso. Así es la música de ECHOBOY: un elemento que levanta pasiones porque es crudo y directo, huye de lo maleable y no deja sitio a las nimiedades. Electrónica de consumo dosificado, de ingestión controlada, de efectos secundarios seguros e inciertos. Aunque con corazón: «Siobahn».