Si lo llamáramos post-folk, «Arde» inicia su singladura con un formato fronterizo («Primera parada», «El caballo del malo») que poco a poco va entrando en el argumento (narraciones, instrumentales, fragmentos fílmicos, colaboraciones, caos controlado) global, donde todo colisiona y choca. Si fuera post-rock, «Arde» sería un caldo de cultivo propenso a acunar cualquier foco de infección, un alimento que sorben para sí otros estilos, la llama del folk, el pop desenfocado, la canción tradicional más lastimera y tantos otros. Y contemplando el viaje desde el inicio, con «Diciembre 3am» y «Así Duele Un Verano» como etapas pasadas y superadas, «Arde» es un disco igual de austero si lo miramos desde su perspectiva más clásica, pero cada vez más ambiguo, más absorbente, más magnético y extraño. Es un movimiento constante, como la trayectoria de MIGALA, en el que existen pocas paradas para subirse (esos momentos que la memoria asocia al formato canci¢n: «Suburbia empty movie theatre») y ninguna para bajarse. Como un and’n sin estaci¢n de destino. Por Jesos Castillo
MIGALA
198