Olivera no es un represor retirado cualquiera. No ha optado por irse «a cuarteles de invierno», sino que por el contrario, ha tenido una profusa actividad en la reivindicación del terrorismo de estado.
Olivera dejó el uniforme en el placard para vestirse el traje de patrocinador del genocidio argentino. De un execrable integrante de un grupo de tareas, Olivera se metamorfoseó en un elegante abogado de la causa militar. Primero, y aún con jinetas, como «carapintada». Después, ya letrado, como defensor de Suárez Mason, y Erik Priebke.
Pero fundamentalmente Olivera es o ha sido parte exponencial de la avanzada ideológica castrense. Una avanzada que ha tendido a disputar la lucha de los organismos de DD HH en el campo de las ideas. Con el panegírico castrense por mascarón y con la herramienta jurídica como baluarte, Olivera «inventó» acciones contra el Estado, poniendo en un pie de igualdad a las víctimas de la represión con las víctimas de la «subversión».
Armó en su bufete marcial una «remake» de FAMUS con la venia de la copula verde oliva.
-«Las Fuerzas Armadas ven¡an siendo, desde hace a_os, objeto de una gran degradaci¢n», asegur¢ al diario antiescrache.
A las indemnizaciones que correspond¡an a familiares de asesinados por las fuerzas armadas, de seguridad y los paramilitares, por ley 24.411, Olivera contrapuso las acciones resarcitorias de los familiares de muertos por Montoneros y ERP. Para Olivera y su hermen’utica jur¡dica, la guerrilla es equiparable a la Triple A y los guerrilleros ratas que hab¡a que eliminar de cualquier manera. Present¢ 123 causas de este tenor present¢ a los tribunales en el mes de junio.
Tambi’n quiso empardar los juicios de la verdad. Mientras que los familiares de detenidos desaparecidos bregan por saber qu’ sucedi¢ con los suyos, Olivera les contrapes¢ con «juicios de la verdad» de la gran familia militar, en los que no dud¢ en utilizar la jurisprudencia de la causa iniciada por los familiares de Santucho y Urteaga con el mismo manique¡smo usado por Videla cuando, justamente en esa causa, se ampar¢ en convenios internacionales de DD HH para negarse a declarar.
Por eso, no debemos quedarnos extasiados simplemente con los alcances de la justicia francesa. No debemos limitarnos a festejar la detenci¢n de un torturador y genocida del pasado. Debemos ir m s lejos y advertir que la ofensiva militar ha sufrido una importante «baja», en t’rminos guerreros.
Olivera no era un ordinario represor. Olivera no es el turco Juli n.
Es un «cuadro de la derecha» que ha dise_ado una estrategia que reivindica el genocidio, y coloca a los militares en posici¢n de v¡ctimas, retornando otra vez a controvertir y a debilitar el armaz¢n ideol¢gico de los derechos humanos.
Olivera piensa como sus camaradas que los militares ganaron la guerra contra la insurgencia, pero perdieron la guerra ideol¢gica. El objetivo de su accionar pensante era lograr revancha en ese campo de Marte de las ideas. M s que un pe¢n cay¢ un alfil, y m s que un mayor, un coronel. M s que alegrarse porque cay¢ un torturador y asesino del pasado, debemos alegrarnos porque cay¢ un ide¢logo del presente, casi tan peligroso con la pluma como con la picana.
Daniel A. Strag
CORREPI (Coordinadora contra la Represi¢n Policial e Institucional)