Por primera vez en mucho tiempo, y con gobierno nuevo, Estados Unidos debe enfrentar en su patio trasero latinoamericano-caribeño dos realidades adversas; económica una, política la otra. Aunque parezca mentira, la tradicional hegemonía comercial y económica del país más poderoso del mundo se ha visto erosionada en la segunda mitad de los años noventa por las inversiones de la Unión Europea en la región, que no sólo igualaron sino que sobrepasaron a las estadounidenses.
Mientras los tigres asiáticos, recuperados de sus recientes heridas, miran con cariño las grandes posibilidades de inversión que se abren en Latinoamérica, y ofrecen una tercera vía, mientras en ocho años de gobierno Bill Clinton no se ha convencido él ni convencido al Congreso de impulsar la prometida Area de Libre Comercio de las Américas, de Alaska a la Patagonia, y ûclaro- sin Cuba. Pero hay otro elemento que muchas veces no aparece en los análisis sobre la realidad americana, y es que, sin lugar a dudas Brasil ejerce un creciente liderazgo regional. Brasil se consolida como potencia mundial capaz de competir en toda la zona, promoviendo una pol¡tica que ya demostr¢ sus potencialidades para atraer al resto de los pa¡ses de la regi¢n y ofrecerse como polo competitivo al de Washington.
En un an lisis serio no se puede dejar de considerar que pa¡ses que fueron hasta hace bien poco fieles aliados de Estados Unidos presentan ahora gobiernos menos proclives a someterse a su l¢gica y defender sus intereses, quiz cansados de no obtener las respuestas que esperaron durante a_os.
No se pueden obviar los cambios sucedidos en Chile y Argentina, aon incipientes en la arena internacional, pero que van contribuyendo a fortalecer el nuevo perfil latinoamericano. Los argentinos saben que aquella promesa de pertenecer al primer mundo por una alianza t cita con Washington no fue m s que un oasis. Estados Unidos quiere resaltar el caso venezolano como el m s estridente, y sendos editoriales de los prestigiosos The Washington Post y The New York Times en una misma semana -seguido, ¥oh casualidad! por otro en Le Monde franc’s- alertaban a los pr¢ximos gobernantes sobre el peligro que un gobernante «populista» estuviera al frente del gobierno del pa¡s con las mayores reservas de petr¢leo de Occidente. Pero el proceso venezolano no necesariamente ser el de m s trascendencia a largo plazo.
Sin duda ha sido uno de los principales dolores de cabeza del equipo de Bill Clinton, ya que desde que Hugo Ch vez lleg¢ al gobierno, el precio del crudo se multiplic¢ por tres, en parte como consecuencia de una deliberada pol¡tica de su gobierno, de fortalecer la alica¡da Organizaci¢n de Pa¡ses Exportadores de Petr¢leo (Opep), estrechando las relaciones con sus socios rabes.
Y como si todo eso fuera poco, lanzado un Acuerdo Energ’tico de Caracas en el que se le ofrece petr¢leo con grandes beneficios y facilidades de pago a once pa¡ses centroamericanos y caribe_os, entre ellos Cuba.
Nadie sabe c¢mo cortar la baraja el nuevo gobierno de Washington. Por lo menos Clinton, ante la suma de desaf¡os y la tendencia a largo plazo al decaimiento de su hegemon¡a en la regi¢n, tuvo una respuesta por dem s cl sica, apelar a la intensificaci¢n de la guerra. La misma respuesta que diera en d’cadas pasadas en Centroam’rica. Sin duda este es un campo en el que Estados Unidos conf¡a en aventajar a sus rivales, habida cuenta del enorme desbalance a su favor en ese terreno.
En el oltimo a_o, el despliegue estadounidense ha sido importante y va in crescendo, a pesar de que algunos de los acompa_antes a veces desafinan. Al Plan Colombia debe sum rsele la instalaci¢n de dos bases a’reas en Curazao y Aruba y otra militar, la de Manta en Ecuador. La idea de establecer una base aeroespacial en El Esequibo -territorio en litigio entre Guyana y Venezuela- abort¢ tempranamente por falta de apoyo econ¢mico a la empresa tejana que la impulsaba, lo que la llev¢ a la quiebra.
Estas bases est n llamadas a jugar un papel estrat’gico, no tanto en la guerra colombiana sino en el involucramiento de otros pa¡ses de la regi¢n segon los planes del Pent gono y quiz s hasta Departamento de Estado. (¨Podr hablarse, como en los tiempos de John Kennedy, de «halcones» y «palomas»? ) Y de ah¡ que detener la escalada b’lica, o mejor dicho circunscribirla al territorio del conflicto, el de Colombia -evitando una vietnamizaci¢n-, sea la tarea prioritaria para algunos pa¡ses como Venezuela y Brasil, hecho que qued¢ en claro en la reciente reuni¢n presidencial de Brasilia.
Los presidentes Hugo Ch vez y Fernando Henrique Cardoso -por causas quiz dis¡miles- pretenden contrarrestar la hegemon¡a estadounidense en Latinoam’rica y por ello bien se puede hablar de la conformaci¢n de un eje Brasilia-Caracas en la expresa voluntad de poner coto a los planes de los asesores de Bill Clinton y ofrecer alternativas de integraci¢n regional no subordinadas al capital estadounidense . Hoy, la puja entre dos modelos, el unipolar y el multipolar, amenaza con desestabilizar a toda Latinoam’rica.
Lo que uno, desde este lado del charco (conocido tambi’n como oc’ano Atl ntico) puede recomendar es seguir con atenci¢n las primeras manifestaciones del nuevo gobierno estadounidenses respecto al Plan Colombia y la situaci¢n en Pero. Una salida verdaderamente democr tica al fujimorismo, que significa desmantelar la red de poder-corrupci¢n, podr indicar la direcci¢n en que soplar n los nuevos vientos.
Pero uno no debe dejar de ver un segundo aspecto, y decisivo desde el punto de vista democr tico -que parece que es uno de los temas que sirven para los discursos pero no para los an lisis- y de una integraci¢n regional en pie de igualdad, es el papel que puede llegar a jugar las ciudadan¡as movilizadas -en Brasil, en Venezuela, incluso en Pero, en Bolivia, en Ecuador- que reclaman un lugar y un espacio tras varias d’cadas de marginalizaci¢n, dictatorial primero y neoliberal despu’s.
Aram Ruben Aharonian
Corresponsal Informativos.Net en Am’rica Latina