Pero es que el abanico, dentro de ese deje cadencioso y bello, es muy amplio: el final del movimiento, el otro punto de partida incluso toca a los Saint Etienne más atmosféricos en ôDreams I can¦t controlö. Seguramente que es un disco que encandilará a la primera a cualquier amante del mejor indie-pop, de ese que bendice los discos de Teen Beat, añora a Factory o espera algún día el retorno de Sarah; un disco que es todo un enorme corolario de pop en cada una de sus dieciséis magníficas canciones, con algo de The Magnetic Fields, algo de la Velvet, otro algo de alguna cantautora frágil (ôThe girl from Roanokeö) simulando a Beth Orton. En definitiva, una pequeña maravilla, que siempre es lo mismo que decir que este sí es un gran disco, una brisa fresca para los tiempos que corren.
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