El periódico Granma, órgano del PCC, el único cotidiano al cual los desdichados cubanos tienen acceso, se apresuró a demostrar su complacencia, dando destaque a la condena papal .
No es la primera vez que fieles católicos cubanos en el exilio se ven en la dolorosa necesidad de manifestar públicamente su perplejidad con las reiteradas y enfáticas condenas de la Santa Sede al embargo externo norteamericano en relación al nefasto régimen comunista de Cuba, por la manera parcial en que han sido hechas y por el contexto en que han sido formuladas. En primer lugar se presenta implícitamente al embargo económico como si fuese un tipo de sanciones en sí mismo ilegítimo y censurable. Que me conste, la única excepción a esa regla fue la de monseñor James Reinert, miembro de la delegación vaticana ante la ONU, quien en octubre de 1998, después de censurar esas medidas norteamericanas, reconocía en nombre de la Santa Sede que existen «razones legítimas» por las cuales «la comunidad internacional puede recurrir a sanciones» . As¡ como esa medida coercitiva es en tesis leg¡tima, me permito a_adir que en el caso concreto del embargo a Cuba, es enteramente l¡cito a un cat¢lico defender el embargo, discrepando de la interpretaci¢n de la Santa Sede.
En segundo lugar, pr cticamente nunca esas condenas vaticanas al embargo externo han sido acompa_adas por una proporcionada censura a la causa verdadera y profunda de los males de Cuba, el embargo interno impuesto por el comunismo a 12 millones de nuestros compatriotas despojados de todos sus bienes por la implantaci¢n de un r’gimen antinatural que niega la propiedad privada y la libre iniciativa, un r’gimen cuya ideolog¡a es diametralmente contraria a los Mandamientos de la Ley de Dios y por ello fue definida por S.S. Pio XI como «intr¡nsecamente perversa». En la ausencia de esa censura, los cat¢licos cubanos quedamos con la sensaci¢n de que la Santa Sede incurre en una incre¡ble parcialidad.
No s¢lo la proporcionada condena ha estado ausente, sino que en muchos casos lisa y llanamente se ha optado por la omisi¢n. Un ejemplo notorio de esto fue la intervenci¢n de monse_or Renato Martino, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, durante la 55a. sesi¢n de la Asamblea General, en octubre de 2000. Despu’s de referirse al embargo norteamericano en los t’rminos cr¡ticos habituales, el diplom tico vaticano no hizo la m s m¡nima referencia al embargo interno comunista, que a sangre y fuego asfixia todas las libertades y mutila todos los derechos. De esa manera, tal como mostr¢ el ex preso pol¡tico cubano Armando Valladares, monse_or Martino contribuy¢ con el peso del prestigio de la Santa Sede a inocentar, a absolver y, por ende, a favorecer a la dictadura castrista (cfr. Armando F. Valladares, «ONU: representante vaticano favorece dictadura castrista», DIARIO LAS AMRICAS, Miami, Oct. 26, 2000).
El Santo Padre, en el reciente discurso a los obispos cubanos, al que me refer¡ al comienzo de este art¡culo, inmediatamente despu’s de aludir severamente a las medidas econ¢micas norteamericanas, reiterando, como ya vimos, que ‘stas ser¡an «injustas y ‘ticamente inaceptables», a_ade que «con esa misma claridad» desea recordar que «el hombre ha sido creado libre y, al defender esa libertad, la Iglesia lo hace en nombre de Jesos, que vino a liberar la persona de toda clase de opresi¢n».
Estas oltimas palabras sobre el papel que la Iglesia deber¡a tener en la defensa del reba_o, son sin duda reconfortantes. Pero aon as¡, con el debido respeto y veneraci¢n, no consigo ver en ellas la «misma claridad», o al menos an loga, en la condena: las palabras del Santo Padre est n lejos de referirse al sistema comunista cubano siquiera como «injusta y ‘ticamente inaceptable». Sistema comunista cubano que, por su perversidad intr¡nseca y por los cr¡menes que ha cometido -responsable por m s de 100.000 muertes en Cuba y Am’rica Latina, segon el «Libro Negro del comunismo cubano», monumental obra del Dr. Armando Lago, en preparaci¢n- merece los m s duros calificativos. Con esa disparidad, el embargo, que es un efecto y no la causa del problema, una vez m s lleva la peor parte.
Tampoco consigo ver c¢mo se corresponde con la verdad hist¢rica de Cuba la alusi¢n papal a que los obispos cat¢licos cubanos reclamar¡an «justicia» y «libertad» en favor de los cat¢licos. De hecho, ya se ha probado en documentados libros y art¡culos la omisi¢n del episcopado cubano en la «defensa del reba_o» cubano a que el Santo Padre alude. M s aon, importantes textos episcopales como el emanado del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), de 1986, dejan en evidencia la voluntad de los obispos cubanos de colaborar con el r’gimen comunista, llegando a manifestar una «coincidencia» en objetivos fundamentales del r’gimen.
Tambi’n, figuras eclesi sticas como el Cardenal Jaime Ortega y monse_or Carlos Manuel de C’spedes han recomendado a los fieles cat¢licos el ingreso al Partido Comunista de Cuba (PCC) (cfr. «Dos d’cadas de progresivo acercamiento comuno-cat¢lico en la isla-presidio del Caribe», Cubanos Desterrados, Miami, 1990, parte III, cap. 5).
Sobre la omisi¢n en relaci¢n al drama del reba_o cat¢lico cubano por parte de episcopados de las Am’ricas e inclusive de altas figuras vaticanas, el propio Valladares ha tenido ocasi¢n de dedicar art¡culos a este delicado problema (cfr. Armando Valladares, «El pedido de perd¢n que no hubo: la colaboraci¢n eclesi stica con el comunismo», DIARIO LAS AMRICAS, Marzo 22, 2000; «Reuni¢n Interamericana de Obispos en La Habana: los Pastores fueron al encuentro del Lobo…», DIARIO LAS AMRICAS, Miami, Febr. 26, 1999). Mucho m s habr¡a para decir sobre estos temas, pero ello extender¡a demasiado los l¡mites de este art¡culo.
De cualquier manera, deseo a_adir que mi extra_eza sobre el enfoque de las autoridades de la Iglesia en relaci¢n al embargo econ¢mico es compartida desde hace d’cadas por innumerables cubanos del destierro y de la isla, provocando en ‘stos no pocos sufrimientos. Esa extra_eza remonta a la primera vez que un pronunciamiento de esta ¡ndole se produjo, el 20 de abril de 1969, con un comunicado de la Conferencia Episcopal de Cuba. Tal como narra el periodista cubano exiliado Pablo Alfonso en su libro «Cuba, Castro y los cat¢licos» (Hispamerican Books, Miami, 1985), el comunicado con la primera cr¡tica eclesi stica al bloqueo norteamericano fue redactado por los prelados cubanos m s identificados con el entonces encargado de la nunciatura, monse_or Cesare Zacchi, iniciador de la nefasta pol¡tica de acercamiento de la Iglesia con el r’gimen comunista. Sobre las repercusiones de dicho texto eclesial entre los cat¢licos cubanos, afirma Alfonso: «Ciertamente, el comunicado recibi¢ un notable rechazo por parte de la Iglesia. Muchos sacerdotes ni siquiera lo leyeron a sus feligreses. Otros se permitieron expresar sus opiniones contrarias una vez terminada su lectura. (…) Las protestas por parte de los laicos que integraban el Apostolado Seglar Organizado, fueron igualmente mayoritarias (…). Desde todas las prisiones del pa¡s, los obispos recibieron un aluvi¢n de cartas condenatorias. En el exilio, como era de esperar, las protestas alcanzaron todos los matices».
A este respecto, una pregunta que se impone es si la insistencia eclesi stica en condenar el embargo, con las parcialidades ya descriptas, no constituir actualmente una de las mayores causas de consternaci¢n, asombro y dolor entre los fieles cat¢licos cubanos. En relaci¢n a pronunciamientos de S.S. Juan Pablo II sobre Cuba, otras respetuosas extra_ezas e interrogaciones podr¡an ser a_adidas. En el vuelo que lo conduc¡a a Cuba, segon versi¢n oficial entregada por el Vatican Information Service (Enero 21, 1998), el Santo Padre lleg¢ a afirmar sobre el sanguinario guerrillero cubano-argentino Ernesto «Che» Guevara, que como se sabe se dedic¢ a esparcir la subversi¢n comunista por el continente americano, que estaba «convencido» de que ‘ste «quer¡a servir a los pobres». Y a_adi¢ estar igualmente «convencido» de que en Cuba comunista hab¡a progresos en materia de «escolarizaci¢n» y «sistema sanitario» , siendo que precisamente la salud y la educaci¢n son los dos principales instrumentos del r’gimen comunista para el control ideol¢gico y mental de los desdichados cubanos. Sobre estos y otros aspectos de los discursos papales en Cuba, recomiendo el libro «Cuba comunista despu’s de la visita papal – Temas candentes de la actualidad religiosa y pol¡tica de la isla-c rcel» (Comisi¢n de Estudios por la Libertad de Cuba, Miami, 1998).
No es la primera vez que fieles cat¢licos cubanos se sienten en la obligaci¢n moral de abordar temas de esta naturaleza. A este respecto, me permito recordar el derecho de un cat¢lico de manifestar filialmente sus puntos de vista sobre asuntos tan delicados porque como ya ha sido dicho en el destierro la Iglesia nunca fue, la Iglesia no es, la Iglesia jam s ser una c rcel para las conciencias de sus hijos; en particular, para fieles que se basan en la ense_anza tradicional de la Iglesia que condena al comunismo como un ‘sat nico azote’, ‘intr¡nsecamente perverso ‘ y considera ‘inadmisible la colaboraci¢n con ‘l en cualquier terreno’ (Pio XI, Divini Redemptoris)».
Dr. Humberto A. Pujals
Exiliado cubano
Fue profesor de la Universidad de Georgetown, Washington (DC)
E-mail: DoctorPujals@yahoo.com