La calificación de macartysta proviene del apellido del senador norteamericano Mc Carthy que en la década del æ50 desató una feroz campaña anticomunista en su país que terminó con algunos ejecutados, muchos exiliados y millares de cesanteados y encarcelados en EE.UU. Pero el método y su esencia son anteriores. En la Argentina del siglo XIX se usó contra indios y gauchos para acompañar su sometimiento y exterminio. Se repitió a principios del siglo XX en las campañas antiobreras encubiertas de lucha contra los extranjeros, habida cuenta que los fundadores de nuestro movimiento obrero organizado eran inmigrantes.
Conservadores y radicales lo instrumentaron contra anarquistas, socialistas y comunistas. Fue retomado por el peronismo a partir del æ45, pero desde el æ55, el propio peronismo fue su víctima a manos del gorilismo antiperonista. Dentro de la izquierda fue usado por socialistas contra comunistas y por el stalinismo contra los trotskystas en los años æ30 a los æ60 y después contra el guevarismo en los a_os del auge revolucionario con apelativos de «puchistas», «peque_o-burgueses desesperados» o de «agentes de los servicios o de la CIA», a los que en su momento se sumaron «trostskystas» de las vertientes ramista y morenista. En esos a_os, el macartysmo fue una feroz arma contra el activismo sindical y las corrientes pol¡ticas revolucionarias en todos sus matices, en manos de las burocracias. Los calificativos de «zurdo» e «infiltrado» en la ‘poca del reinado de L¢pez Rega (73-75) eran casi una sentencia de muerte, como ocurri¢ en la masacre de Ezeiza o con la serie de cr¡menes iniciada con el asesinato del diputado peronista revolucionario Rodolfo Ortega Pe_a. Fue tristemente c’lebre la admonici¢n de Per¢n aquel 1¡ de mayo de 1974 contra la JP y Montoneros, tild ndolos de «imberbes» e «infiltrados». El calificativo de «subversivo» y «violento» es una constante hist¢rica de las Fuerzas Armadas desde Roca y Uriburu hasta Ongan¡a y Videla. La instituci¢n que desde la Organizaci¢n Nacional arras¢ peri¢dicamente la Constituci¢n y es la responsable de los genocidios tiene larga tradici¢n y experiencia en este terreno. Nuestra historia pol¡tica y cultural est impregnada de este c ncer cuyas prolongaciones han contaminado incluso a los movimientos populares. Por eso, su erradicaci¢n es tan necesaria como la misma explotaci¢n.
En estos d¡as de agudizaci¢n de la crisis y un renacer incipiente de ideas y activismo revolucionario que empiezan a tener eco dentro de movimientos obreros y populares, el Secretario de Seguridad Enrique Mathov y la Ministra de Trabajo Patricia Bullrich, han puesto al macartysmo a la orden del d¡a.
De golpe y porrazo, aparece en los medios de comunicaci¢n una proclama pol¡tica de Mario Firmenich criticando al gobierno y al «modelo», dando su respaldo a las movilizaciones de los piqueteros en nombre de un renovado Peronismo Montonero. Inmediatamente, Luis D’El¡a, concejal del Frente para el Cambio (del Frente Grande hasta hace poco) directivo de la CTA y de su Federaci¢n de Tierra y Vivienda, sali¢ a denostarlo, afirmando que dentro de los piqueteros no hay ningon montonero, insinuando una nueva maniobra de «los servicios» para asociar la protesta popular a la violencia.
D’El¡a no se refiri¢ para nada al contenido de la propuesta pol¡tico-program tica de Firmenich, con quien comparte un mismo origen (Firmenich fue miembro de la Juventud Universitaria Cat¢lica y D’El¡a se autodefine como socialcristiano). Porque si lo hubiese hecho, deber¡a admitir muchas coincidencias ideol¢gico-program ticas, por ejemplo, entre La Propuesta de la CTA (agosto 2000) y el trabajo de Firmenich «De los paradigmas ca¡dos a la Eutop¡a», que sostiene:
» …en los oltimos 20 a_os se derrumbaron los paradigmas ideol¢gico-program ticos que alimentaban las pol¡ticas econ¢micas de los movimientos populares del mundo, ya sea que se expresaran como movimientos nacionalistas revolucionarios, como movimientos populistas, como partidos de izquierda comunista, o como partidos de centroizquierda socialdem¢cratas. Con el surgimiento del fen¢meno de la estanflaci¢n (estancamiento con inflaci¢n) en los a_os 70, se pusieron en crisis las pol¡ticas econ¢micas keynesianas y, en consecuencia, la posibilidad de administrar eficientemente el Estado de Bienestar. Con la ca¡da del muro de Berl¡n en noviembre de 1989 y el desmoronamiento de la URSS en 1991 se desmoron¢ tambi’n el modelo de econom¡a centralmente planificada y, por ende, la completa estatizaci¢n de la propiedad».
Posteriormente, Firmenich critica el advenimiento del neoliberalismo y a Fukuyama y sintetiza su propuesta en «reconstruir un modelo factible de progreso econ¢mico y justicia social» con «bases cient¡ficas y t’cnicas s¢lidas y diferentes a las prevalecientes» para lo cual «debemos asumir el desaf¡o te¢rico, pol¡tico-t’cnico y ‘tico de dise_ar la Eutop¡a«.
Es muy claro que Firmenich no toma para nada en cuenta la vigencia de la concepci¢n marxista y una propuesta de transici¢n al socialismo, sino que, al igual que todas las variantes del progresismo contempor neo, plantea un capitalismo no neoliberal, keynesiano, que en nuestro punto de vista es precisamente ut¢pico y no eut¢pico.
D’El¡a, como no puede diferenciarse ideol¢gica ni program ticamente, no est en condiciones de criticarlo, porque difunde una plataforma capitalista-redistributiva similar. Entonces, lo macartea y enloda a toda la militancia montonera, y de paso a toda la militancia de los ’70. Y lo hace, porque la propuesta de Firmenich, aunque no surge de ningon movimiento pol¡tico concreto, se puede convertir en competidora de su aparato, habida cuenta de la crisis del peronismo.
Pero el concejal no se detuvo ah¡ en sus bravatas de calumnias. Cuando estaba en marcha la primera jornada del Plan de Lucha, los desocupados de Florencio Varela enrolados en el Movimiento Teresa Rodr¡guez v¡ctimas de una abrupta «quita» de Planes Barrios Bonaerenses, ocuparon el Banco de la localidad reclamando su m¡sero sustento. Ah¡ D’El¡a los empez¢ a acusar de «violentos», de ser «servicios» y de trabajar para el gobierno. Tama_a bajeza lo pinta de cuerpo entero, a ‘l, que durante a_os trabaj¢ para que este gobierno asuma y ahora «descubre» que lo «traiciona». +l, que ayud¢ conscientemente a entronizar el recambio aliancista por el menemismo y jam s pidi¢ perd¢n, lo habr traicionado. Porque los millones de desempleados no estaban ni est n en el concreto plan de la Alianza, que no por casualidad debut¢ reprimiendo a los piqueteros correntinos la primer semana de su gobierno. La bajeza de la calumnia es mayor aon cuando el ahora concejal «opositor», critica la «violencia» de los hambreados en vez de repudiar al gobierno de Ruckauf (el macartysta que «acusaba» de «marxista»… ¥a Graciela Fern ndez Meijide!). Para D’El¡a, los del MTR que entran a un banco estatal o a un ministerio en forma masiva son «violentos», pero ‘l mismo alardea de cuando tomaba tierras con vecinos de La Matanza. Su buchoneada tuvo efecto r pido. Esos compa_eros fueron al Ministerio de Trabajo de Ruckauf a reclamar, negociaron directamente con el ministro An¡bal Fern ndez y al salir, fueron rodeados, apaleados y encarcelados. Ahora D’El¡a est acorralado ‘l mismo por las macarteadas de la Bullrich. Bien le vale lo que d¡as antes le advirti¢ el periodista Miguel Bonasso (P gina 12, 3/8/01):
«Franz Fanon dec¡a, en Los condenados de la tierra, que uno de los triunfos m s importantes del colonizador suele ser que los colonizados se vean como enemigos entre s¡ y copien el lenguaje del opresor. No me parece que D’El¡a haya le¡do a Fanon. En todo caso no lo aplica. Al hacer macartysmo antimontonero copia en rigor los c¢digos del general Ricardo Brinzoni que es quien, en una eventual Semana Tr gica, ser¡a el llamado a reprimir con violencia el conflicto social, como ya ocurri¢ en el segundo gobierno radical del siglo pasado. Si el general fuera llamado a reprimir, ojal que no, distinguir poco entre piqueteros y presuntos montoneros».
Y tambi’n advirti¢ que D’El¡a «comete adem s, uno de los errores que Walsh le reprochaba a Firmenich y la conducci¢n de Montoneros: el creer que la lucha popular es un cine continuado en el que el espect culo comienza cuando usted llega». El concejal tuvo que admitir la injusticia de la detenci¢n de Martino y otros 56 compa_eros cuando tuvo delante de ‘l a los compa_eros del MTR en la televisi¢n y a la vista de millones. Martino cuyas palabras simples y contundentes fueron escuchadas nuevamente, no es un macartysta ni un reci’n llegado: es un veterano luchador. Por su lado, la Bullrich defendi¢ al ministro ruckaufista mintiendo nuevamente sobre su reclamo que culmin¢ en la firma de un acta, calumniando al dirigente del MTR ahora encarcelado.
Las acusaciones de «violento» de Bullrich y D’El¡a a un dirigente obrero que horas antes debati¢ en poblico con Baylac, ahora se convierten en imputaciones judiciales como «coacci¢n agravada». Las mismas que padecen Emilio Al¡ (de la CTA) y Eduardo Castells (del MIJP-CCC), Barraza, Gil y Raineri (del PO), Peinipil y Godoy (MTR), todos encarcelados. Igual que las que sufren los perseguidos como el Perro Santill n y casi 3 mil luchadores sociales.
En el Plenario de movimientos de desocupados y activistas gremiales del 14 de julio en Avellaneda, al tratarse esta cuesti¢n, una ex presa pol¡tica y dirigente sindical, plante¢ con claridad que a todos esos compa_eros hay que caracterizarlos correctamente como lo que son: presos pol¡ticos. Es una contribuci¢n al esclarecimiento de la verdadera realidad tal como se presenta, eludiendo esas trampas del lenguaje de la clase dominante que se lo imponen inconscientemente a los explotados.
Los movimientos sociales y pol¡ticos genuinamente revolucionarios, debemos asumir responsablemente nuestras posturas. Cuando deseamos plantear una diferencia o una cr¡tica, hacerlo precisamente en t’rminos ideol¢gicos y pol¡ticos y no caer en el macartysmo calumniador de Mathov, Baylac, Bullrich, D’El¡a y compa_¡a. La chicana y la difamaci¢n son armas de los explotadores que penetran y destruyen los movimientos populares.
Calumnias desde arriba, calumnias desde el costado. Persecuci¢n y confiscaci¢n masiva de salarios. Trabajadores procesados y encarcelados. Son presos pol¡ticos. Sin ninguna distinci¢n, debemos luchar por su libertad. Y nuestra lucha por la libertad es tambi’n por abolir esa lacra que es el macartysmo, el lenguaje de los explotadores y colonizadores.
Leonel Urbano y Roberto Massino
Partido de Trabajadores (PT)