Hago mención del editorial del diario El País del pasado miércoles donde, bajo el título ôGibraltar, de vueltaö, se hace una glosa a las negociaciones entre los gobiernos español y británico sobre este contencioso histórico, celebrando que tal parezca que se estén buscando soluciones para resolver eso que los nacionalistas españoles nunca han permanecido impasibles ni nunca han dejado escapar ninguna oportunidad de tildarlo de anacronismo. Uno no cree demasiado en eso del ôíGibraltar Español!ö que tanto predicaba la pasada dictadura. Cualquiera que hubiese pasado alguna temporada en el ejército de entonces, bien seguro que aun podría recordar unas estrofas que entonces le hacían cantar a grito pelado y que, entre otras cosas, decía algunas como: ôA mi patria te robaron, tierra esclava del Peñón, ya tus rocas son holladas por la sombra de un extraño pabellónö, dejando olvidado en el tintero que, a principios del siglo XVIII, la España pancastellana lo intercambió con los ingleses û que se limitaron a sacar tajada casi gratis, porque la decisi¢n de abandonar la causa austriacista ya estaba tomada por motivos de alta pol¡tica – como quien cambia cromos «repes», como uno de los diversos precios a pagar para que dejaran de dar su apoyo al otro candidato al trono, es decir, que de eso de «A mi patria te robaron», nada de nada.
La cosa no tendr¡a m s color de la cuenta si no fuera por una frase que dice: «Los gibraltare_os deben comprender que es imposible mantener su actual situaci¢n y que la independencia tampoco es una opci¢n contemplada en el tratado de Utrecht de 1713, por el cual el Reino Unido se qued¢ con Gibraltar. El Pe_¢n s¢lo puede ser brit nico o espa_ol, salvo que ambos pa¡ses negocien un nuevo tratado,» y hace m s adelante algunas reflexiones sobre el problema que puede representarles que Espa_a est’ en el rea del euro y el Reino Unido no. El comentario as¡ expresado, con esta especie de pretensi¢n de ponderaci¢n – incluso reconoce a los brit nicos derecho a estar all¡, de hecho en pie de igualdad a los espa_oles -, es tramposo y falaz. Resulta que en las reas espa_olas m s nacionalistas nadie se corta ni poco ni mucho para tildar el relativo fen¢meno de «situaci¢n colonial anacr¢nica», y hasta donde yo s’ estas situaciones no se rigen por si hay o no, desde hace casi tres siglos, un tratado bilateral entre dos estados, sino por las resoluciones derivadas de la Carta de las Naciones Unidas para lo que se refiere a los diversos procesos de descolonizaci¢n, y que lo deja precisamente a la decisi¢n soberana de los habitantes de cada colonia, recomendando a las metr¢polis respectivas facilitar el proceso. Pero por encima de todas las casu¡sticas que quieran emplearse, siempre quedar el hecho fundamental de que la democracia se ejerce de abajo hacia arriba, desde el ciudadano hasta la creaci¢n del estado como forma de organizaci¢n de un determinado conjunto de esos mismos ciudadanos, que se dotan de una constituci¢n que regule sus relaciones y garantice sus derechos, y no a la inversa, de acuerdo con los preceptos del r’gimen antiguo donde el poder ven¡a de dios, etc. etc.
Pienso que el editorialista ha procurado salirse por la tangente para rehuir la inevitable comparaci¢n con Ceuta y Melilla, que, se pongan algunos como se pongan, es un caso id’ntico, por no hablar de territorios con m s entidad que tambi’n tienen este mismo tipo de problem tica, uno de ellos con una fuerte carga de violencia que se pretende justificada en el conflicto. Claro que tampoco se trata de que Marruecos tenga algon derecho porque simplemente les cae f¡sicamente cerca, sino que tambi’n all¡ es a los ciudadanos a quienes corresponde decidir. Como en cualquier otro lugar, +verdad?
Jordi Portell