Los cubanos somos un grupo social disperso en una diversidad física, cognoscitiva, abigarrados entre espacio y tiempo contrapuestos, atomizados mas allá de convenciones sociales. Acusados en nuestra pasión por una libertad irredenta, vulnerados en todas las formas equívocas al margen del Arca Común, hemos sido diezmados por una larga carrera política de más de 40 años, por los personalismos y agendas de retardación: todo eso y más cualesquiera concebible imaginería se pretenda para menoscabarnos; porque, son esos 40 y tantos años de desgaste en que no sólo tiranías se mediatizan, sino todo lo que en materia se produzca bajo el sol y sobre el suelo nómada.
Pero para quien debió vivir bajo el célibe arresto del alma en que se condena a cada cual con desgracia de nacer en la Cuba Castrista à claro que todo ésto y más sorprende en llegando a la libertad, libro de vida no superado por las bibliotecas con que la abulia invita para escape diario de la realidad asfixiante en la isla.
Fuera de aquel horror medieval al fin se puede observar todas las multiplicidades de la manifestaci¢n lib’rrima del hombre. Es un espect culo que anonada siempre y cada d¡a, inacabable ‘xtasis del esp¡ritu en dej ndolo hacer sin prescripciones de farsante dador a_ejado en el Poder de nuestra desidia.
Pero de entre todas las manifestaciones que se han tipificado en nuestro Exilio, no hab¡a modo de suponer que en contraposici¢n a una llamada «industria del mal» -aquella que nos repiten cada ma_ana se forj¢ en el peculado bajo la bandera de nuestras idealidades–; el deshonor y la impudicia pudo hallar flagelo en una «industria de la apostas¡a» . Este el peor legado contra tantos a_os de asumir valores, de escuchar al pie de los s¡mbolos nacionales cu nto han condenado los hombres el crimen de los ap¢statas, es la apolog¡a de la indignidad sufragada por una democracia que fue rescatada de sucesivos despotismos, es el descaro de gastar el dinero de impuestos en la obra de disimular el crimen diario en una isla catapultada en la Edad Media.
La abyecci¢n que se encubre en el manto de denuncias de ladrones y prevaricadores locales en nuestro Exilio, amputa y echa lodo todos los d¡as, en las venas abiertas de una patria que se desangra en la represi¢n pretoriana. En sus fl ccidos sue_os apretujan sus posaderas sobre el anciano asesino, anhelosos de sentar c tedra y signar para que el futuro aceptare su condici¢n de ap¢statas en el sistema de valores humanos; pero por mucho que palean de esa arena, la sangre que chorrea de la isla reverbera como lava. Esa profesi¢n prostituida por los tantos a_os de espera y frustraci¢n no puede ser justificada por sus condenas de los males que nos traemos la comunidad cubana en el Exilio; se sobran hombres que por motivos y razones diversas se acusan entre s¡, de modo que no hay manera que en libertad la «cojioca» y la malversaci¢n queden vedadas al conocimiento poblico. Los mecanismos propios de la democracia preveen, publicitan y cobran en modos inapelables la enga_ifa poblica . As¡ que no hay posibilidades de que el contubernio con el crimen consuetudinario en Cuba, se pueda seguir disimulando erigi’ndose esos homosexuales pol¡ticos en veladores y salvaguarda del bolsillo de los de abajo.
Hay una tercera opci¢n que habr¡a de propon’rseles -ya que los m s no los queremos de «celadores» de nuestros bolsillos– . que existe un tercer modo de vivir, m s all de robar o apostatar para hacer dinero; existe la ataraxia del decoro, la oportunidad de trabajar y vivir ausentes del relajo a que otros pueden; la oportunidad de regalarse uno con lo que ofrece la inefable libertad; que m s all de vivir sin decoro, existe una forma de sobrevivir sin livar de tiranos a cuenta de la envidia contra ladrones a riesgo.
Contra ustedes, turba de lib’lulas, existe una juventud exenta de peculados y raterismos de ese corte, quienes sin compromisos con el pasado ni cargos politicos a qu’ responder en el presente, no les validar n su artera execraci¢n, ni sus sue_os incontinentes con el barbado malnacido apegado al sur de vuestras espaldas.
Napole¢n G¢mez ( CORSO )