Sí, mi amor, mastúrbate en las esquinas de Los -ngeles y Nueva York. No te reproduzcas. Y cuando yo ya no esté, haz de la masturbación un arte, una filosofía, una forma de vida.
En la tarde fui al gimnasio. Tomé el sauna y luego el vapor. En el cuarto de vapor había varias parejas. Alguien me acarició el trasero y no pude evitar lanzar un grito. Ni te atrevas a pensarlo, so infame.
Me siento como en un sueño o, para ser más precisa, en una pesadilla. Todo ha perdido sentido. Me parece que soy la víctima de una broma de pésimo gusto. Veo a Eros y las Parcas tomados de la mano en una danza grotesca. «Fornicar y morir», van cantando, como desenfadados chiquilines. Veo a Luna (la protagonista que interpreté en un drama musical de gran éxito) y al Tintín unidos en un apasionado abrazo. «La primavera es el invierno», declaman por los espacios de la inmensa noche.
Ahora, todo consiste en encarar la música, día a día. Ahora, lo que cuenta para mí es descubrirme. Despu’s de tantos a_os de traficar con ilusiones, vengo a hacerme las preguntas fundamentales. Preguntas para las que no existen respuestas definitivas. Hay quienes se inventan las respuestas. Otros est n contentos con creerse las invenciones de aqu’llos. Cada vez comprendo mejor a Israel. +l no inventa nada y rechaza todas las invenciones filos¢ficas. No yo. Me he pasado la vida evitando hacer preguntas y cubri’ndome de bellas respuestas. Israel siempre me dec¡a: «Dios te libre de todo aqu’l que tenga las respuestas definitivas. El mundo est lleno de falsos fil¢sofos y falsos profetas».
En el fondo, puedo sobrellevarlo todo; pero Israel es quien m s me preocupa. Estar bebiendo para recordar, para no olvidar que sufre. Me recordar , este preciso momento, radiante de alegr¡a y vitalidad. Me ver enamorarme de ‘l, con ese amor de cada cual que nada tiene que ver con universales. El amor, la belleza, la verdad… son cosa de cada cual, no universales que se aprenden en las escuelas. Me ver crear mi verdad, triunfante, eternamente. Estar ahora mismo reviviendo, como yo, mi primera entrevista: Me preguntaron acerca de lo que m s me gustaba hacer y les dije: «Vivir en pos de la belleza».
Pero en el Tarot de mi vida, la belleza est representada por la carta de la fortuna y tambi’n por la de la muerte.
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¨Saben ustedes que a Anc¢n llegaron muchos espa_oles y portugueses?
Los portugueses desembarcaron en Ballenita.
Uno de esos portugueses, Santillana, amaestr¢ un perro para que le hiciera los mandados. Por la ma_anita, iba el perro con una canastilla en el hocico para recoger el pan y la leche. Luego iba en busca del peri¢dico. Y en las tardes llevaba la carne. Una ocasi¢n, los perros de Checa, que viv¡a en el barrio Otavalo, le dieron una tremenda paliza al pobre perro. Pero con todo y eso, revolcado y sangrante, el bendito perro lleg¢ a la casa con el encargo.
Ya quisiera yo un perro as¡.
Ahora no consigues ni una persona que pueda hacer lo mismo.
Algunos espa_oles se afincaron en Colonche. De ellos descienden los Rosales, los Menoscal, los Gilbert, los…
No_ez…
Calz¢n Sucio.
+Y por qu’ le dec¡an as¡?
¨Sabes que no tengo la menor idea?
Ser¡a porque era medio franc’s.
Y digno hijo de la Madre Patria…
+Y d¢nde dejas a los negros antillanos.
+sa es otra historia. A los negros los trajeron de Jamaica a fines del siglo pasado para trabajar en la construcci¢n de la l¡nea f’rrea Dur n-Riobamba.
Eran los abuelos de los Spencer, los Delhi, los Marshall, los Batten, y compa_¡a…
Fundaron el Club West Indies de Anc¢n.
Pero no hubo muchos libaneses en Anc¢n.
S¢lo el turco Jalil y su familia, due_os de un almac’n.
Pero viv¡an en La Libertad, como el resto de ellos
Los Barek, los Adoum, los Sadi…
Comerciantes de telas, como siempre.
Tampoco hab¡a chinos en Anc¢n.
Se asentaban en La Libertad, con sus chifas y almacenes…
Los Chang, los Young, los Ajoy…
No se olviden de los italianos.
As¡ es. Don Fifo, el italiano, el abuelo materno de todos los Chiriboga de Anc¢n.
Ten¡a un restaurante.
Y el profesor Atlio Bardellini, padre de Atilio el playboy.
Y Rosendo Fabiani, el padre Chal¡, que tambi’n era violinista.
Y los Loffredo.
Bueno, ‘sos vinieron de Guayaquil.
Pero David y sus hermanos nacieron en Anc¢n…
Anc¢n es tierra de grandes valores, como Chal¡ Fabiani.
Aunque ya Anc¢n, como entidad f¡sica, pertenece a los mbitos del recuerdo y hasta de la imaginaci¢n.
De Anc¢n salieron varias generaciones cualitativamente diferentes al resto del pa¡s.
Los ancone_os son muy salsa.
Mucho cach’.
Pero tambi’n tenemos nuestras manzanas podridas.
De ‘sas, mejor no hablar.
Bueno, Chal¡ patea con las dos piernas.
Te equivocas… Chal¡ siempre ha pateado con una sola pierna… Desde que naci¢ ha sido zurdo…
Izquierdoso de nacimiento…
Pero es un fen¢meno.
Un fuera de serie.
¥Qu’ talento!
Yo llegu’ a Anc¢n justo el mismo d¡a del crimen pasional: Cuando la Tusar le peg¢ un tir¢ a De Wing, que era su amante, y luego se meti¢ un tiro ella.
Un viernes despu’s del pito de las cinco de la tarde.
Las cantinas estaban repletas.
Y yo reci’n llegando en el San Luis.
To eres de Guayaquil.
Pero m s ancone_o que todos ustedes juntos.
No exageres.
Llegu’ de paseo, y me qued’.
As¡ lleg¢ mi pap , que trabajaba en la tabacalera el Progreso de Guayaquil.
Lo desterraron…
No. Lleg¢ llevado por la curiosidad.
Y se qued¢.
S¡. Lo quedaron. Mi pap era un excelente violinista. En seguida le consiguieron trabajo. Y por las noches no faltaban las serenatas.
Tu padre tambi’n era mosico.
En Anc¢n todo el mundo era mosico…
O poeta o loco.
O las tres cosas juntas…
Y algo m s.
Como Chal¡ Fabiani.
Vivimos tiempos lindos.
Aparte de que todo el mundo era cantante, bailar¡n o artista de algon g’nero.
Me acuerdo de tu pap cuando trabajaba en la tienda del comisariato.
Qu’ hombre tan generoso.
Era todo un renacentista.
El ancone_o t¡pico.
S¡, me acuerdo. Tu padre era mosico, trompetista de conservatorio, director de la mejor orquesta de la pen¡nsula, deportista de relieve…
Y comerciante, aparte de trabajar en la compa_¡a.
+Te acuerdas de las serenatas?
Cu’ntanos de aquella vez que te fuiste de serenata,
Cu l de tantas y tantas?
Con Chal¡ Fabiani.
No hab¡a vagina que resistiera esa voz.
Los culos se hac¡an ag_ita.
Eso es de otra ‘poca.
Y de otro mundo.
A prop¢sito, +alguna vez Chal¡ Fabiani cant¢ con la Ritmo Tropical?
No, se vino a la Yunai. Era p jaro de alto vuelo.
Y +por qu’?
Bueno, porque se hab¡a enamorado del hijo de Land¡var. Y parece que a los dos les faltaba tiempo entre los estudios, el romance y las serenatas, que era a lo que se dedicaban por completo.
Ese muchacho sali¢ bien raro.
+El hijo de Land¡var?
S¡, Israel. Ese muchacho era no s’ qu’ laya.
Se le fundi¢ el mate de tanto leer.
Se com¡a los libros.
No era el onico. En Anc¢n hubo unos cuantos.
Ah¡ tienen a Viringo, un genio.
Sobrino del arzobispo Mosquera.
+Y eso qu’?
Que el t¡o se lo llev¢ a Guayaquil. Y all¡, para esc ndalo de todos, organiz¢ un concurso nacional de paja…
+As¡ de exc’ntricos eran?
Eso depende. Hubo los locos comunes y hubo los locos geniales.
Charro, Machete, Pachal¡n, Papoa, Tobita, Zamboliche…
A Zamboliche la paja, perd¢n, la masturbaci¢n lo dej¢ tarado.
+sos eran locos vulgares.
Pero con chispazos de genialidad.
Como todo loco.
+Y el Loco Perdomo?
+se hizo roncha en toda la pen¡nsula.
Ese muchacho Land¡var nunca tuvo un pelo de loco.
Era m s bien un rebelde. Al igual que uno de los hijos del licenciado Loffredo.
David Loffredo sali¢ m s rojo que mandado a hacer. La verg_enza de su padre. Dicen que hizo fortuna lavando narcod¢lares. Ahora est podrido en plata.
+Y el hijo de Land¡var era rebelde con causa o sin causa?
Las dos cosas.
Le llevaba la contraria al mundo.
Por eso se cas¢ con Chal¡.
Otro caso de divina locura.
Se pas¢ de divina.
+En verdad se casaron?
Dios los cr¡a y ellos se juntan.
¨Con velo y todo?
Con esponsales previos de rigor, con velo y corona. Una boda por todo lo alto.
Continuar …
Petronio Rafael Cevallos