Conforme la legislación chilena, la única causa que pudo haber admitido el Tribunal de Apelaciones para su decisión, es que Pinochet esté loco. Dicho de otra manera, que padezca un comprobable grado de demencia. Era previsible. No su presunta locura, sino el final. Porque este paso tiene toda la apariencia de convertirse en el cierre de toda posibilidad jurídica. Ni Garzón, ni un Tribunal Internacional, ni el Reino Unido, ni Chile han podido procesar a Pinochet. Ni siquiera cumplir el mero trámite de «fichar» al procesado. Las «gambetas» del chacal y de su costosísimo equipo de abogados ( pagados directa o indirectamente por el pueblo chileno ), le permitirán morir en impunidad jurídica.
Una red de interesadas complicidades
Pero para gran parte de su pueblo y de la opinión pública internacional, Pinochet ya ha sido juzgado y considerado culpable de haber ejecutado en 1973 un golpe de estado sangriento, y haber montado una maquinaria represiva que no tuvo fronteras. También se sabe que lo hizo para beneficiar a sectores minoritarios de su pa¡s y en especial, por encargo de intereses pol¡ticos y econ¢micos extranjeros que le alentaron, le ayudaron, y despu’s le protegieron. Entre ellos, el propio gobierno norteamericano con su ex secretario de estado Henry Kissinguer como art¡fice de la operaci¢n. Pero las responsabilidades van mucho mas lejos y hay que recordarlas: tambi’n la de aquellos que a partir del 18 de octubre de 1998, cuando Pinochet fue retenido en Londres por petici¢n del juez Garz¢n buscaron desesperadamente argumentos, resquicios, por donde Pinochet pudiera evitar un proceso. Y no nos referimos onicamente a su amiga brit nica Margaret Thatcher, que se encarg¢ de recordar lo bien que Pinochet se port¢ durante la guerra de Malvinas, pasando datos de inteligencia militar al Reino Unido. Tambi’n una amplia gama de pol¡ticos, empresarios, medios de comunicaci¢n, ministros y gobernantes europeos con diferente implicaci¢n y entusiasmo, aportaron «sensatez» y recomendaron que fuera Chile quien juzgara a Pinochet. Claro, muchos de ellos, en realidad evitaban que un proceso amplio, con garant¡as, sacara a luz los miles de folios de testimonios que revelan las moltiples complicidades que en esos a_os disfrut¢ la junta militar chilena.
Pinochet no es Milosevic
Esas mismas canciller¡as, expertos en derecho internacional y gobiernos europeos tuvieron diferente criterio meses mas tarde en el «Caso Milosevic». Claro, Milosevic, adem s de dictador, fue un obst culo a los prop¢sitos y objetivos de los Estados Unidos y de la Uni¢n Europea. Milosevic fue un «enemigo» de la OTAN. Y Pinochet, adem s de dictador, fue un «pe¢n», ( pese a su grado de general ) que realiz¢ el trabajo sucio de derrocar a sangre y fuego a un gobierno socialista alcanzado por los votos y con legalidad constitucional, que molestaba a los intereses pol¡ticos de los Estados Unidos y a los de las grandes transnacionales.
Por eso Milosevic est detenido en Holanda para ser juzgado por un tribunal cuya legalidad y capacidad curiosamente nadie pone en duda. Y lo juzgar n los mismos que ordenaron el bombardeo de Yugoslavia, y que mantienen el bloqueo criminal contra el pueblo iraqu¡ y ….. ( + A ellos qu’ tribunal les juzgar ? ).
Valga la reflexi¢n y la alusi¢n balc nica para comprender como manipulan el t’rmino justicia los gobiernos y los diferentes poderes, conforme sus intereses y conveniencia.
El antecedente de Londres: «razones de salud»
Pero regresemos al Pinochet retenido en Londres: para los que procuraban evitar a toda costa un proceso en la Audiencia Nacional espa_ola y con ello el riesgo de airear responsabilidades y complicidades, todo era muy dif¡cil desde el punto de vista jur¡dico. Y por eso, en definitiva el arreglo fu’ «pol¡tico». Por «razones de salud», el anciano enfermo fue devuelto a su pa¡s. All¡ le esperar¡an para juzgarlo por las mas de 200 querellas criminales en su contra. En realidad la recepci¢n fue una bienvenida en toda regla de sus compinches militares de la nueva generaci¢n y del c¡rculo de sus mas devotos y agradecidos partidarios. Se produjo el «milagro de Santiago», dej¢ la silla de ruedas y volvi¢ a caminar.
Despu’s comenzaron las idas y venidas judiciales, apelaciones, recursos… y este casi seguro final: un sobreseimiento basado en su presunta «demencia subcortical moderada».
La memoria colectiva
Mas all del justificado dolor de familiares y amigos de las v¡ctimas de la dictadura chilena , como latinoamericanos, como seres humanos, nos indigna la cadena de complicidades hip¢critas que han facilitado esta impunidad judicial. Ni las enfermedades ni la muerte de Pinochet, conseguir n que olvidemos los grados de responsabilidad de quienes hicieron posible hace mas de 27 a_os, la tragedia que padeci¢ gran parte del pueblo chileno. Nos queda la memoria colectiva. Con esa, no podr n.–
«Hay que recordar…que tambi’n los diligentes ejecutores de ¢rdenes inhumanas, no eran esbirros natos, no eran ( salvo pocas excepciones) monstruos; eran gente cualquiera.
Los monstruos existen pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; m s peligrosos son los hombres comunes, los funcionarios listos a creer y obedecer sin discutir, como Eichmann, como Hoess, comandante de Auschwitz, como Stangl, comandante de Treblinka, como los militares franceses de veinte a_os mas tarde, asesinos en Argelia, como los militares norteamericanos de treinta a_os mas tarde, asesinos en Vietnam».
Primo Levi, sobreviviente del campo de concentraci¢n de Auschwitz en «Si esto es un hombre».
Redacci¢n de SERPAL, Servicio de Prensa Alternativa.